Revista Cultura y Ocio

Cuidadín con Ginger Baker

Publicado el 27 noviembre 2013 por Isabelval @cabezadeisa

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Por Javier Guillén.

Casi al final del documental Beware of Mr. Baker Eric Clapton dice que porque un músico de rock muera joven no tiene por qué adquirir automáticamente la aureola de genio, y esto lo dice por lo que se cuenta del incombustible Ginger Baker.

En el documental que comenté anteriormente dedicado también a un batería de renombre, Art Blakey: The Jazz Messenger, se reitera que Blakey era un músico generoso, una especie de transmisor de conocimientos altruista severo y exigente en ocasiones con sus pupilos pero un personaje que da y educa. El caso de Ginger Baker es todo lo contrario.

Cuando Jay Bulger comenzó su documental y fue a visitar al batería a su granja en Sudáfrica para hacerle una entrevista, lo primero que vio al cruzar la verja con el coche fue un cartel que rezaba “Beware, Mr. Baker”, una advertencia similar a la de “cuidado con el perro” o “no pisar el césped”. Inmediatamente se dio cuenta de que había encontrado el título para su película. Con el señor Baker hay que tener cuidado porque es uno de los ejemplos de egoísmo más extraordinarios que cualquiera puede encontrarse.

Creo que todos sabemos (yo fui a ver el documental por eso) que Baker formó parte de Cream, el primer power trio de la historia del rock, pero no todos conocen todos los proyectos que llevó a cabo más tarde, que son muchos y llegan hasta el día de hoy.

Es muy curioso analizar cómo pasó su vida después de haber dejado Cream y su otro proyecto con Eric Clapton y Steve Winwood, Blind Faith, porque a partir de este punto se convierte en una especie de aventurero o pirata (un Barbarroja contemporáneo) que corre un montón de peripecias no por causa de un deseo romántico de buscarlas, sino por su carácter, sus actos y (también es un factor fundamental) por su adicción a las drogas.

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Si se menciona que vivió en África, Italia y los EEUU, hizo música con Fela Kuti cuando este pretendía presentarse a la presidencia de Nigeria, montó un club de polo, grabó vídeos educativos para enseñar a tocar la batería, actuó en series de televisión o formó parte sin querer de la escena del grunge parece que se hable de un héroe de novela pero no todo es lo que parece.

En realidad se vio obligado a vivir a salto de mata por culpa de su mal genio y para seguir ganándose la vida tocando la batería, que es su gran pasión y,por tanto, estas circunstancias no son experimentadas para contarlas como si anhelase convertirse en una especie de héroe.  Ernest Hemingway solía decir que se forzaba a vivir aventuras para poder escribir novelas interesantes, que eso lo convertía en un hombre completo. Ginger Baker se reiría de él si no lo ha hecho ya.

De todos modos, a pesar de su mal carácter y del título de persona non grata que se ganó en muchos sitios, no ha dejado de ser un músico excelente y un explorador incansable, indestructible, un obsesivo-compulsivo genial y auténtico; y digo auténtico porque en ningún momento durante la entrevista miente, todas sus declaraciones (gran parte de ellas impopulares, recordemos) son corroboradas y refutadas por sus “amigos” y familiares (Jack Bruce reconoce que se llevan mal desde siempre, sus ex-mujeres no lo aguantan, Fela Kuti lo consideró un chaquetero y hasta Eric Clapton no es capaz de comportarse de manera políticamente correcta cuando lo menciona), algo bastante insólito cuando se habla de leyendas de la música, y pienso en el otro Baker, Chet, y todas aquellas afirmaciones suyas desmentidas por otros a lo largo de Let’s Get Lost.

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En realidad a Ginger Baker no le importa estar condenado por su carácter irascible ya que, paradójicamente, es un “triunfador” que ha conseguido, en diversas etapas, todo lo que siempre ha querido: tocar la música que le gusta y hacerse amigo de Elvin Jones, Max Roach, Phil Seamen y (atención al dato) Art Blakey, sus cuatro baterías favoritos.

¿Se convertirá, entonces, en el último músico maldito? Pues aún no lo sabemos porque sigue vivito y coleando y parece que (como está sucediendo con el poeta Leopoldo María Panero) es capaz de sobrevivir a todo con tal de seguir estando ahí un día más. Yo, al menos y aunque sólo sea por curiosidad, voy a intentar seguirle la pista.


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