Revista Sociedad
Hola a todos. Me gustaría comenzar diciendo que mi señora esposa es una mujer tranquila, buena, temerosa del Señor, nunca pierde la calma, y esto no lo digo por estar notando su presencia en mi cogote mientras escribo esto, no que va, es broma, lo digo y lo dejo escrito porque lo que es, es y lo escrito, escrito está. Pues con estos precedentes son con los que presento los hechos acaecidos en el primer día del año 2015 que os quiero narrar. Vaya por delante la total seriedad del tema en cuestión, por lo que en ningún momento penséis que lo que os voy a contar, es cuestión de bromas y jactaciones posteriores a la lectura.... aviso a navegantes. Pues como la mayoría de los mortales de nuestro país, a excepción de los que decidieron ver las uvas por canal Sur, la noche transcurrió festivamente, entre músicas, uvas, bailes, champanges y chupiteos, comidas copiosas, digestiones sufridas y entrecortadas por polvorones, turrones y demás dulcechocolatásticos que caían en el haz de visión de nuestros ojos. Sumando todos estos excesos a la del trasnoche y añadido al pertinente madrugón debido al despertar de los pequeños, pues provocó una más que merecida y justificada siesta, de persianas bajadas, calefacción al máximo, manta hasta las orejas, pijama y de babilla en la comisura labial. Pues ahí estábamos los dos, yo y mi mujer. Cuando estaba en el tercer o cuarto sueño, ya en ese momento en que cualquier despertar te impide el reconocimiento de hora, lugar, estado vital, sueño o realidad e incluso si eres persona o algo que algún día lo fue... Pues en ese estado de shock post soñaliento me desperté al escuchar un gran estruendo, no sabía de que se trataba, pero lo volvía a oir una y otra vez, no sabía que pasaba, mis legañas se habían convertido en cortinillas protectores oculares, que impedían la apertura de los mismos. No sabía cuanto tiempo llevaba ese sonido anunciando tragedia, solo la subida decibélica, que provocó el estallido de la cristalería de gala, regalo de boda de mis queridos suegros, no me hizo saltar literalmente de la cama. Policia!!, Bomberos!!! 112!!!... ya uno no sabe a quien llamar, le echas la mano a la mesita de noche, en busca del móvil, te llevas por delante, la lámpara, la foto de la abuela, la imagen de la milagrosa y vuelve ese ruido... ahora si, uno empieza a despertar y coordinar un poco, y reconocer, sobretodo, reconocer. Ese ruido, ya no es ruido, es voz, una voz que conoces muy bien y es cercana, tan cercana que duerme intranquilamente a tu lado, es mi mujer, tiene una pesadilla, la están matando, eso cuenta después de recobrar consciencia. Pero el asesino de sus sueños, no salio indemne. Pese a ser como es mi mujer, en el mundo de los sueños, sacó su genio adormilado. Y así, armada únicamente con su voz, se fue acordando de toda la familia del maleante, especialmente de la familia materna, y claro, el enfado iba en aumento y por lo tanto, los decibelios también. Así pues, en medio de la oscuridad y de la tranquilidad del sueño a pierna suelta, me desperté envuelto en un griterío de insultos. Tanto fue el escándalo provocado por la pesadilla, que al otro lado de la puerta del dormitorio, de la casa de mis suegros, porque esa es otra, los niños jugaban con sus abuelos, y claro, al escuchar semejantes epítetos procedentes del lecho conyugal, no dudaron en coger a los vástagos en brazos y salir corriendo pies en polvorosa. Poco a poco fui calmándola, con pequeños tranquila, chiss, no pasa nada, ... y la cosa fue a menos, bajando decibelios y volviendo ella a la tranquilidad bajo las mantas, quedando plácidamente dormida bajo el calor de las mantas. Y volvió la calma, por lo menos a un lado de la puerta, porque al otro lado, desconocedores de lo que pasaba se mantuvieron en tensa espera al despertar de los cónyuges. Una vez explicado todo fueron risas y jolgorios, pero claro mientras duró lo que pasó, que para algunos fue interminable, ahí nadie decidió tirar la puerta abajo y venir en rescate de los agredidos físicoinsultados... no que va, ahí, el que más y el que menos cogió las de villadiego... pero cuidadín cuidadín, que esto nos puede pasar a cualquiera, nadie está libre de tener otra pesadilla, eso sí, después de lo oído en la oscuridad de una buena siesta, solo espero que no ocurra esta noche, pues hoy, toca dormir con el niño, y hay palabras que un pequeño de cuatro años no debería oir, aunque sea solamente fruto de la inconsciencia noctámbula de una pesadilla de una más que merecida siesta.... Ya os contaré. Un abrazo