Recuerdo con nostalgia el momento en que de niña mis familiares me contaban historias.
Para mi padre, por ejemplo, era todo un placer encontrar el momento de narrarnos cuentos. Lástima que mi recuerdo esté más asociado a los pánicos nocturnos y su voluntad de tranquilizarme en las interminables noches que a las historias en sí.
Mi abuela Pascuala tenía la capacidad de contar una y otra vez el mismo cuento con las mismas palabras. Si lo pensáis bien es algo tremendamente difícil, ¡todo en el mismo orden y con las palabras exactas! No me preguntéis por qué pero a los niños les gusta que el adulto le narre siempre de la misma forma, ¡sin ninguna innovación!, será una forma de hacerlo suyo, de satisfacción al reconocerlo palabra a palabra, qué sé yo.
Todo lo contrario acontecía cuando era mi abuelo José María el que se inventaba el cuento. Sí, digo inventar porque aunque en un principio pareciera tratarse de una historia conocida (Garbancito, los Tres Cerditos...) en el momento más inesperado la acción se escapaba del argumento para reconstruirlo mediante novedades tan disparatadas que me hacían reír (o abrir la boca, no recuerdo). Caperucita al ir al bosque se encontraba con los Tres Cerditos y el viento se los llevaba, una pequeña niña buscaba frutos para la comida y acaba perdida en el bosque... Ja, ja, ja. Era siempre una sorpresa. Yo no sé qué prefería, si el cuento conocido o la invención desconcertante; en realidad siempre era un buen momento para escuchar narraciones, especialmente las horas de siesta que no había forma de dormirse.
El libro de hoy (que ya descubrimos hace unos días gracias a la gentileza de Milimbo) se sale totalmente de nuestra trayectoria lectora. Es un álbum ilustrado sin ninguna palabra impresa. Para alguien que tenga curiosidad por las artes gráficas encontrará en Y recuerda un regalo de precisión y tersura estética. El conocido cuento de Caperucita es recreado aquí con ilustraciones precisas; me ha gustado seguir cada línea con la mirada y dejarme acariciar por sus detalles.
Quizá lo que más sorprende es el uso del espacio en sus páginas. Juanjo G. Oller sitúa a los personajes de una forma invasora a veces, otras como testigos silentes, pero siempre enredándose en nuestra retina con sus líneas siempre evocadoras. La sencillez es sólo apariencia. El negro de una página se convierte en metáfora del acecho de la violencia, el blanco de una ventana en la esperanza de salvarse.
Guisantito no ha llegado a comprender este libro muy bien, pero ha intuido ese algo desconcertante que sus páginas despierta. El formato y la textura del papel ayudan a introducirse en un mundo que nos llena de extrañeza. Quizá valga la pena releer deo introduct nuevo con calma el texto introductorio del libro tras la "lectura" de Y recuerda, esa cita acerca de Caperucita extraída de "El psicoanálisis de los cuentos de hadas".
Guisantito, ¿cumplirás tú la promesa de no apartarte del camino cuando recorras el bosque? Ya, sabemos que las sendas son más aburridas que el campo abierto, pero, ¿no te asusta el lobo siempre al acecho? A mí sí, precioso. Tengo tanto miedo a que te hagan daño...
Real Estate - Basement, 10.18.09 from Duke Chronicle on Vimeo.
Banda sonora: Basement, de Real Estate