¿Quien no recuerda a esa galleta tan simpática de la película de Shrek? A mi me caía bien hasta que probé las galletas jengibre.
Todo empezó en Londres, cuando en los famosos almacenes Harrods compré, no una, sino tres cajas de galletas Churchill´s. Si bien había dulces de todo tipo, reconozco que pasé de mirar las etiquetas y me dejé llevar por las llamativas cajas metálicas que se exponían en los mostradores del enorme hall. Pensé que serían un buen detalle para la familia: galletas más una caja típica de Londres. Al final fue toda una sorpresa.
Mi primer bocado lo dí en la redacción, donde llevé una de las famosas cajas para compartir con mis compañeros. La verdad es que tenían una pinta exquisita. No tardé mucho en sentir que cómo temperatura empezaba subir, la boca me ardía, la garganta me picaba y disimuladamente tiré a la basura el resto de la galleta. Después le llegó el turno a los demás. Fue muy divertido ver la reacción de todos los que se dejaban llevar por la primera impresión. Sus caras cambiaban rápidamente de la alegría a la perplejidad, para terminar mirando de una forma extraña la galleta que tenían en sus manos. Alguno se hacía el valiente y se la metía entera en la boca.
Para mi alivio, hubo dos personas a quienes les encantó las galletas: Lorena (La Gata Flora) y David (El Zabuqueral). Incluso repitieron. Fue así como descubrí que David es un gran amante del jengibre, aunque hay que decir que el experto reconoció que mis galletas estaban un “poco fuertes” –no es que tuvieran sabor a jengibre, sino que ¡tenían trozos enteros de esta planta india!-. Zabuqueral se terminó comiendo casi todas las galletas que le traía de casa (mi familia prefirió quedarse sólo con las cajas), y me prometió hacer galletas de jengibre caseras para que las probara y cambiara mi opinión sobre el jengibre.
Yo debí tener muy mala suerte con la elección de las galletas, porque estos dulces triunfan en la gastronomía británica, y no faltan en las cenas navideñas o a la hora del té. Su origen se remonta a tiempos de la Reina inglesa Elizabeth I, que regalaba a sus visitantes navideños galletas que se asemejaban a ellos. Incluso tienen su receta secreta: una región en Inglaterra llamada Grasmere presume de tener bien guardado el secreto en la caja de seguridad de un banco. ¡Hasta el Príncipe Carlos se ha llegado a forrar vendiendo estos dulces!
Después de todo, tendré que darle una segunda oportunidad a las galletas de jengibre.