A lo largo de todo el verano han sido tantas las mujeres asesinadas por el terrorismo machista que sencillamente no se puede soportar el dolor que sentimos muchas personas. Es insoportable que madres, esposas, novias, amigas de novias, niñas, niños etc, hayan sido asesinados por aquellos que dijeron amarlas y cuidarlas. Sencillamente terrible y nos deja puntualmente sin aliento, como después de un puñetazo o un fuerte golpe en el abdomen. Pero es puntual insisto. Nos recuperamos ante la necesidad de seguir denunciando en público y en privado, aún con las lágrimas corriendo por las mejillas al vil patriarcado que nos asesina por ser mujeres.
Esta semana comentaba con un amigo docente la necesidad de invertir en la educación a todos los niveles y desde la educación infantil. Y, al tiempo, la necesidad de acabar de formar al personal docente en coeducación para que su papel sea decisivo en la formación de esas personitas. Educación en valores como el respeto, la tolerancia y sobre todo a aceptar que un NO, SIEMPRE ES UN NO, a lo que él añadía “aunque sea con las bragas en las manos” en clara alusión al concejala del partido de la gaviota carroñera (o lo que quiera que sea el pajarraco que han puesto ahora) de Málaga.
Pero hay un factor que me preocupa mucho también y es el de los lenguajes. Y no me refiero sólo a la falta de utilización de un lenguaje inclusivo que nos incluya las mujeres que, recordemos que somos más del 50% de la población mundial. La falta de un uso inclusivo del lenguaje me preocupa mucho y cada día. Y si, ya sé que ni el académico autor de “La reina del Sur” estará de acuerdo, ni otra gente que sigue defendiendo sus privilegios y mantienen su ceguera voluntaria para continuar gozando de los beneficios que les proporciona el patriarcado más rancio que sigue manteniendo las desigualdades que vemos cada día. Entre ellas los asesinatos de mujeres y niñas.
Pero el lenguaje que hoy me preocupa es el que alarmantemente están utilizando los medios de comunicación y que llevan implícita la justificación del agresor o del asesino.
En demasiados casos es sutil e incluso benévolo con la víctima y sus familiares, pero (hay que fastidiarse!!) casi siempre “hay alguna causa que desató la muerte”. Y no, no hay ninguna causa para asesinar. Porque no matan, asesinan vilmente y en demasiados casos como hemos visto, con premeditación. Y demasiados medios de comunicación utilizan esos términos para dar la noticia. La famosa expresión de “nuevo ha aparecido otra mujer muerta”. Y me rebelo. Que no, que no nos morimos. Que no aparecemos muertas. Que nos asesinan. Y que lo hacen asesinos que dijeron amarnos. Que no se trata de una noticia de la sección de sucesos. Que es una noticia relacionada con la estructura social en la que vivimos. Que es terrorismo, señoras y señores de los medios de comunicación.
Tenemos legislación que mandata a cuidar los lenguajes para evitar que las desigualdades (y el terrorismo machista es la mayor desigualdad entre mujeres y hombres que puede existir) no se propaguen. Pero para variar esa legislación quedó en el cajón del olvido por falta de recursos que no dedica este desgobierno miserable que, además continúa con su silencio mezquino y cómplice.
El uso de los lenguajes que hacen los medios no sólo justifica al asesino y maltratador, sino que además, sutilmente a veces y descaradamente otras sigue criminalizando a las víctimas. Desde cómo iban vestidas, cómo se comportaban, si se habían casado o si había otro tipo de causas. Pero siempre hay “una causa que pudo desencadenar la muerte” y me niego en redondo a asumir esa frase en ningún sentido.
Deberían reflexionar sobre la forma y el fondo en que se redactan las noticias y el daño que hace redactarlas de un modo o de otro. Las mujeres tenemos derecho a vivir una vida sin violencias de ningún tipo y con esas formas de comunicar mantienen estereotipos, socializan y reproducen violencias patriarcales y estructurales.
En ningún medio he visto (y no digo no exista, digo que no lo he visto) un titular a toda plana exigiendo un pacto de estado para evitar este tipo de terrorismo. Tampoco exigiendo un compromiso público por parte de los que ostentan el gobierno, de trabajar ACTIVAMENTE Y CON RECURSOS en la prevención de las violencias desde las escuelas. Ni en exigir recursos destinados a las víctimas no asesinadas pero a quienes condenan a arrastrar sobre sus espaldas los estigmas de las violencias sufridas y la soledad tristeza y desolación en que se las abandona por parte de las instituciones. Y de eso, de esas situaciones, ni una palabra en los medios. Sólo para dar todo tipo de explicaciones si al final la víctima se rinde y se acaba suicidando. Entonces, de nuevo a buscar todo tipo de culpabilidades, que si el juzgado, que si la juez (si es mujer arrecian y se encarnizan las criticas todavía más), que si la fiscalía, que si la ley es buena o no, que si se ha de revisar, que si las situaciones sociofamiliares, que si….en fin, un largo etcétera. Pero poner el acento en sus propias formas de dar ese tipos de noticias, de cuestionar el cómo se reproducen violencias a través de las palabras, nada de nada. Con honrosas excepciones eso sí y siempre de la mano de mujeres valerosas y comprometidas con este tema. Y de cada vez más hombres, no lo voy a negar.
La necesidad de los medios por justificar la existencia (y la necesidad de esa existencia) del sistema patriarcal, les deja ciegos ante la existencia de desigualdades evidentes. Y esa ceguera, interesada o no, impide avanzar hacia hacía la ruptura radical de las desigualdades. Y quiero insistir en que el terrorismo machista es la máxima expresión de las desigualdades entre mujeres y hombres. Y el terrorismo machista tiene muchas caras, no sólo la de los asesinatos. Cada justificación abierta o encubierta, cada silencio cómplice, cada céntimo que se detrae de los presupuestos de cada institución para prevenir y sensibilizar en la necesidad de la igualdad integral y radical (de raíz) son también formas de rematar un asesinato y de fortalecer el terrorismo machista. Cada medida para adoctrinar y no formar, cada medida por evitar activa o pasivamente que se cambien las cosas y se emprenda la senda de la igualdad real, es también terrorismo que impide la vida digna y con derechos plenos de mujeres y niñas.
De ahí que ni pueda ni quiera dejar de cargar sobre las espaldas de los gobiernos esa falta de implicación en la prevención de cualquier tipo de desigualdad y en sus silencios cómplices que acaban justificando a los asesinos cobardes.
Y por supuesto también en los medios de comunicación que con sus formas de redactar este tipo de noticias rematan a las víctimas. Eso también es terrorismo machista. Y también hay que combatirlo. Y también con formación y sensibilización porque nunca sabemos lo suficiente.
Algunas no nos cansaremos de buscar el desmantelamiento y la destrucción del asesino patriarcado. Convicción no nos falta.
Pese a todo, ben cordialment,
Teresa