Con la que está cayendo en España la industria
turística se ha convertido en uno de los escasos sectores económicosque continúan tirando en este país. El turismo ha conseguido aportar al PIB
patrio, en 2011, un 10,2% del total y la previsión de algunos expertos es que,
para el presente ejercicio, crezca hasta el 10,6%, en un contexto de
estancamiento de la actividad económica.
El sector emplea a casi dos millones de
personas. Es de las escasas actividades que sigue generando más puestos de
trabajo, año tras año, a pesar de la crisis. Y su tasa de desempleo se sitúa
seis puntos por debajo de la media nacional. Por otro lado, esta industria es un contribuidor
neto a la balanza de pagos ya que el saldo entre ingresos y pagos no solo es
positivo sino que, el pasado ejercicio, esta cantidad aumentó un 14%
compensando otras rúbricas que restan.
Con estos mimbres, y a la espera de la llegada
de algún macrosector en la economía española que pueda hacer de fuerza tractora
para generar más actividad económica y recuperar el empleo, el turismo se
convierte en una rara avis, en un espécimen extraño y valioso al que hay que
preservar de todo mal ya que, de momento, nos salva de un mayor cataclismo.
Para conseguir que siga ofreciendo sus frutos
y se mantenga como un pilar fundamental de la economía española, debemos tener
muy claro que es lo que se debe hacer, tanto desde el ámbito público como en el
privado, para mantenerlo competitivo en el contexto internacional actual y que
España continúe siendo una de las más importantespotencias mundiales en este sector.
Para ello hay algunos ejes fundamentales que
se han de tener muy presentes. Desde un punto de vista general, la
administración ha de velar por el mantenimiento de la imagen de la marca-país y
su proyección internacional como medida de preservación frente a competidores.
Ha de vigilar que los precios del transporte no sean un factor debilitador de
nuestra oferta. Además, se debe proceder a una adecuada armonización de la
legislación turística de los diferentes entes locales, comunidades autónomas y
del Estado así como una cierta convergencia de las políticas turísticas de cada
una de las administraciones que redunde en reducción de costes.
Debates como el actual sobre la conveniencia o
no de la aplicación de una tasa turística en algunos puntos de España, -que en
Cataluña quieren convertir en impuesto para que no exista la obligación de
destino finalista al sector-, se deben cerrar con rapidez para que no existan
incertidumbres empresariales que demoren inversiones.
Si la administración quiere potenciar el
sector turístico la aplicación de una política fiscal incentivadora, con un IVA
más reducido que el actual, mejoraría la competitividad española en el ámbito
internacional.
Desde el plano sectorial se ha de caminar
hacia una mayor desestacionalización mediante una diversificación de las
ofertas y productos de ocio, con una renovación constante de los destinos y una
apuesta por la mejora de la calidad junto a la potenciación del turismo de
negocios y la búsqueda de nuevos mercados receptivos, como el ruso que, año
tras año, se incrementa de manera vigorosa.
Junto a todo ello la constancia en la
maximización de costes y una gestión flexible de los recursos humanos son
piezas imprescindibles del empresario turístico. Todos estos elementos deben combinarse con una
decidida apuesta por la sostenibilidad, no tan solo desde el punto de vista
medioambiental, sino también y de manera primordial, en el ámbito económico. Y
es que las apuestas empresariales deben tener muy presente la rentabilidad a
medio plazo de las inversiones.
Revista Economía
Sus últimos artículos
-
¿cómo conseguir 5.000 millones de euros sin lastimar el estado del bienestar en españa?
-
PROFESIONES (CASI) DESCONOCIDAS, CON GRAN FUTUROLa escuel...
-
Alex Cruz, nuevo presidente de British Aiways
-
La Universitat de Barcelona planea edificar un inmueble de cinco pisos al lado del Palacio Real de Pedralbes