Las cerezas son un alimento precioso, una joya natural que podemos disfrutar a bocados entre finales de mayo y julio. Su sabor y su aspecto permite comerlas al natural o en distintas preparaciones: desde salsas o aperitivos, hasta postres muy vistosos, de esos que enamoran a primera vista, como siropes, tartas o helados.
Quizá sea el uso habitual de esta fruta en recetas grasas y azucaradas lo que le ha adjudicado la mala fama de ser calórica, de contener mucho azúcar y de estar contraindicada para las personas con diabetes y con obesidad.
En 100 gramos de cerezas solo hay 63 calorías y 12 gramos de azúcares naturales, unos valores similares a los de otras frutas de consumo habitual. Además, según las tablas de composición de los alimentos, el 82 % de una cereza es, simplemente, agua. ¡Y más del 2 % de esta fruta es fibra dietética! Este nutriente ayuda a combatir el estreñimiento y es de suma importancia para cuidar la salud cardiovascular.
Las cerezas también contienen flavonoides y ácido elágico, dos valiosos antioxidantes, en especial de cara al verano. Los antioxidantes reducen la acción de los radicales libres que se forman en nuestro cuerpo, ayudan a mantener hidratada la piel y contrarrestan los signos de envejecimiento prematuro por la exposición al sol. Las cerezas -y las frutas en general- son buenas para la salud, aptas para las personas con diabetes y muy recomendables para tomar en el desayuno, en el postre o para picotear algo sano entre horas.
Las cerezas contienen melatonina, además de triptófano y serotonina, según informa el grupo de investigación en Neuroinmunofisiología y Crononutrición de la Universidad de Extremadura (UEx). Estos compuestos están relacionados con la mejora de los ciclos de sueño y vigilia y con la sensación de relajación.
El consumo de estas frutas es beneficioso en casos de artritis y mejora las condiciones inflamatorias. En un estudio transversal realizado en la Universidad de Boston se observó la relación entre la ingesta de cerezas y el riesgo de ataques recurrentes de gota.
Las cerezas tienen una gran riqueza de fibra, que potencia el tránsito intestinal más lento y deteriorado, sobre todo en las personas con más años, por lo que hay que invitar a los mayores a comerlas a diario. También son diuréticas -en especial su rabo, con el que se puede confeccionar una infusión refrescante-, de modo que contribuyen a combatir la retención líquidos, tan incómoda y reductora de la calidad de vida.
Mercedes Martín Sánchez
Naturópata