Revista Opinión

Cultivar El Valor Del Ser Social

Publicado el 11 diciembre 2018 por Carlosgu82

Mis queridos lectores, en el articulo anterior les hable de la importancia de la auto observación consciente, como un medio hábil para familiarizarnos con lo que somos y a su vez como una efectiva herramienta para cultivar nuestro propio equilibrio emocional.

Todo ello con un propósito, que incluso va más allá de nuestras propias fronteras personales, que busca sobre todo nuestra felicidad, esa que se refleja en una imagen de nosotros mismos coherente, capaz de transformarnos y así influir positivamente en nuestro entorno mas inmediato, nuestros hijos, alumnos, compañeros de trabajo, nuestra comunidad y ¿por qué no? del mundo.

No somos náufragos habitantes de una isla solitaria, en definitiva, somos seres sociales que compartimos y habitamos en un mismo planeta.

Con solo observar lo que nos rodea o escuchar las noticias, podemos percatarnos que de una u otra forma lo que hacemos, lo que pasa en un lugar, lo que hace un gobierno o los habitantes de una nación en particular, termina afectando al resto de las naciones e incluso una sola acción logra tener alcances que van mucho más allá de las fronteras donde se generó.

Partiendo de esta idea, hoy les quiero escribir sobre el Cultivar el Valor del Ser Social, pero no desde el ángulo en que siempre nos paramos y ciertamente concluimos, en que efectivamente, somos seres que pertenecemos a una sociedad y por consiguiente somo seres sociales. Este seria en nuestro mundo actual una obviedad que peca por simplista.

El asunto es que, aunque parezca un espacio ya conquistado por nosotros los seres humanos, en ocasiones somos petulantes al ser propensos a pensar que el puesto este ganado y ya, algo así como el dialogo que podríamos sostener con nuestros hijos tras una acalorada discusión, cuando les replicamos: “¡Respétame! Porque soy tu padre o soy tu madre”.

Si, ciertamente en esa relación “debería haber un respeto tácito”, pero resulta que no siempre es así, muchas veces los padres en general, llegamos a perder ese respeto, solo por el hecho de ser incoherentes, en ocasiones, mandamos señales confusas y luego queremos reclamar lo que se supone que es un espacio ya conquistado.

El paralelismo viene justo, porque cultivar el valor del ser social parte exactamente de allí, del respeto y la solidaridad, sino ¿para qué me sirve pertenecer a una sociedad?

¡Piénsalo!

¿No te ha pasado que vives en una sociedad y perteneces a ella, pero sin embargo te sientes solo?

Mas allá de nuestros errores o conflictos emocionales, que diferente seria para muchos superar ese sentimiento si vivieran en un entorno al menos solidario.

La solidaridad es uno de los regalos más grandes que la vida nos puede dar.

Créanme, he vivido tres episodios bien extremos en mi vida y en los tres ciertamente, conseguí gente poco solidaria e incluso poco respetuosa, sentí como si ya era parte de la leña de la hoguera.

Pero, en esas mismas tres ocasiones conseguí personas que no solo fueron extremadamente respetuosas del momento, sino sobre todo solidarias, tuve la inmensa fortuna de experimentar el recibir ese regalo.

Regalo que, por cierto, la única forma de retribuir es justamente tratando de sembrar esa semilla que un día recibí, tratando de cultivar el valor del ser social.

Un ser que parte sobre todo del respeto y la solidaridad, porque definitivamente, son pilares del bienestar del hombre, de su comunidad y de su sociedad.

Quizá en el mundo en que vivimos donde lo que prevalece es el individuo y la necesidad social de ser exitosos en los negocios, se ha venido abandonando ese sentido de solidaridad y de respeto por la dignidad del ser humano.

Se ha venido abandonando el verdadero valor del ser social, ese que te permite compartir y cooperar, crecer juntos, que te permite identificarte con esa sociedad, formar parte de ella y de su desarrollo, pero, sobre todo, que te permite sentirte orgulloso de la calidad y calidez de su gente.

Y otra vez aquí, no me refiero a la calidad de un producto o de una marca para la venta, me refiero a la calidad como orgullo del trabajo bien hecho, esa calidad que te llena de regocijo y te da un sentido de pertenencia bien entendido, sin egoísmos, ese que te dibuja una sonrisa en la boca y le da calidez de hogar al corazón, porque sabes que perteneces a una sociedad donde su gente se siente orgullosa de lo que hace día a día, que puede llegar incluso a sentir vergüenza si uno de sus compatriotas daña o irrespeta a otro, sea de su misma tierra o un extranjero…

Cuando cada uno de nosotros nos preocupemos por cultivar el valor del ser social y nos encarguemos de sembrar a nuestro paso la cultura del respeto y la solidaridad, podremos vivir realmente con calidad, esa calidad que solo da un trabajo hecho de corazón.

Esa es la clase de sociedad que quiero para mi hijo, para mis hermanos, para mis padres, mis maestros, mis vecinos, para mi compañero de vida, para mí, para mi sociedad y para ti, para tu sociedad, cultivémosla y rescatemos el verdadero valor del ser social, desde el respeto y la solidaridad.

Fanny Ramírez V.


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