Cultura , caos y competitividad globalizada( 2 min.)por
Juan B Lorenzo de Membiela
Ubicados en lo imprevisible quisiera esbozar pinceladas que mitiguen nuestra desconcierto. No porque ofrezca soluciones para recuperar otras épocas más prósperas sino porque nos ubica en un contexto temporal en constante cambio que hay que asumir. Lo que para nosotros, hoy, es crítico y antes, próspero, son únicamente aristas de una misma geometría. Reflejos de una evolución de la cultura, la economía y la política, que están en errática y constante evolución (Inglehart, 2001: 17).
La ley del « movimiento continuo » de Newton para quien el universo es constante, exacto y previsible, fundamentó todo nuestro saber. Pero es imposible que pueda razonar la evolución de fenómenos atmosféricos; las oscilaciones de los ritmos cardiacos o las alteraciones eléctricas en el cerebro. No ofrece explicaciones para conocer el comportamiento de los mercados financieros o los desafíos de la gerencia ante las interacciones internas y externas en las organizaciones.
Edgard Lorenz en los años 60 descubrió la teoría del caos en investigaciones meteorológicas. Hoy, Herman Haken, estudia los efectos que minúsculas irregularidades causan en un sistema avocándolo posteriormente a la incertidumbre. Es el llamado « caos determinista ». Los efectos no son lineales: una causa no tiene por qué producir un efecto o puede producirlo desproporcionado. La teoría del caos no es una teoría del desorden sino un orden disfrazado de anarquía. Esta tesis fue trasladada a la gerencia por James Gleik, en su obra « Making of a new science » y por Margaret Wheatleys, en su estudio « Leadership and the new service ». Apostaron por asumir el empleo de la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica y la teoría del caos en la gestión pública y privada. Es un desafío íntimo del empresario y del gerente para colocarse sobre nuevas atalayas, sobre distintas perspectivas, para hallar una salida diferente en un único escenario de recesión.En tiempos de penumbras, crisis que ahogan nuestros presentes y expectativas, el caos es una invitación a la creación imaginativa. También la fantasía es caos en cuanto no producida por elementos racionales que se encuentran sometidos a criterios conservacionistas. Precisamente la genialidad consiste en ver lo que otros no han visto porque su espíritu está más libre de convencionalismos. Esta afirmación choca frontalmente con los esquemas burocráticos que ante la adversidad endurecen sus rasgos identificativos como la jerarquía, el reglamento, su carácter hermético rechazando la interacción social.En el caos lo difícil y lo que aquilata a un directivo como tal es adoptar una decisión acertada que es imposible pronosticar y sólo intuir. La inspiración irracional y abstracta como probable solución. Preferible a caer en una inactividad conservacionista quedando a merced de circunstancias predadoras.La estructura de la empresa debe convertirse en flexible abandonando los clásicos patrones de jerarquía y mando, promover la superposición de funciones, delegar poder y describir con amplitud las funciones de los puestos de trabajo (Stacey, 1994). Lo que se pretende es crear un caos controlado dentro de la organización para afrontar desafíos no previstos. Se aprovecha la tensión que se genera entre contradicción y tensión creativa, para encontrar indicios que fundamenten (racional o intuitivamente) una decisión correcta.La incertidumbre ambiental es una contingencia importante para la estructura organizacional y los comportamientos internos y externos – competencia- . Para ello se implantan con más frecuencia en las organizaciones los departamentos de Inteligencia Competitiva (IC). Para Richard L Daft se procura información sobre las tendencias y gustos de los consumidores, rastrean el medio ambiente, buscan materias primas, nuevas tecnologías, examinan en « los cubos de basura » indicios de estrategias.Es la necesidad imperativa de supervivencia, es la lucha contra el vacío, es la épica de vencer a la nada. No hay determinismo o si, pero el presente esta trazado por nuestra voluntad.Una globalización, en donde no importan derechos mínimos, tampoco máximos, implica tal grado de competitividad que los límites de la cultura pueden quebrar.Es una realidad que atenaza conciencias pero procura supervivencia.