Cuando hablamos de seguridad del paciente, una de las ideas que siempre surge es la de la consolidación de una cultura de seguridad. Esto es, un cambio cultural en las organizaciones que propicie que la seguridad sea uno de los ejes de la asistencia sanitaria. El informe que se elaboró en 2009 sobre "Análisis de la cultura sobre seguridad del paciente en el ámbito hospitalario del Sistema Nacional de Salud Español" planteaba 5 intervenciones prioritarias para mejorar la cultura de las organizaciones:
1. Fomentar la notificación interna y discusión de los errores que puedan ocurrir.
2. Tratar los temas de seguridad del paciente como un problema de equipo, no individual.3. Prestar atención prioritaria a la racionalidad de la dotación y organización del personal y los ritmos de trabajo a que se puedan ver sometidos.
4. Fomentar la responsabilidad compartida y la coordinación entre Unidades y Servicios.
5. Mostrar una actitud más claramente proactiva hacia la seguridad del paciente por parte de la gerencia.
Han pasado 7 años y algunas de las propuestas siguen vigentes, como la discusión de los errores (la notificación es sólo un paso), el papel del equipo o la responsabilidad compartida y la coordinación. Se han dado pasos de gigante pero se trata de un cambio lento, como ocurre en cualquier iniciativa de cambio cultural.Precisamente, ayer estuvimos releyendo los informes SESPAS de hace años en la web de Gaceta Sanitaria, y en el de 2008 encontramos un artículo titulado "Luces y sombras en la seguridad del paciente: estudio y desarrollo de estrategias" y firmado por Jesús Aranaz (y un grupo de expertos del grupo ENEAS) que incluye un párrafo que resume muy bien todo esto:
El mito de la perfección de los profesionales sanitarios está tan arraigado en la sociedad, que desplazarlo requerirá un esfuerzo de humildad frente a la vanidad, de serenidad frente a la crispación, tan considerable y desde tantos ángulos, que se perfila como una de las tareas más difíciles. Son, tal vez, demasiados siglos de creencia cotidiana en la infalibilidad, y el necesario aprendizaje de los errores no se puede llevar a cabo sin la previa asunción de su existencia.