Revista Cultura y Ocio

Cumbres borrascosas, de Emily Brontë

Publicado el 30 mayo 2016 por Oly
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë

<<Salimos de la lectura de esta novela como si acabáramos de visitar un hospital de apestados>>, dijo de Cumbres borrascosas un crítico estadounidense al poco de publicarse. Y es que la obra de Emily Brontë no tuvo muy buena acogida en su momento. Digamos que, teniendo en cuenta la mentalidad de la época, fue más un elogio que un insulto. Y así quedó demostrado con el tiempo, al ser reconocida como una de las más grandes obras de la literatura inglesa e incluso como la gran novela romántica por excelencia, aunque eso ya está más sujeto a interpretaciones personales. Como dicen, no hay dos personas que lean el mismo libro, y en este caso creo que queda más patente que nunca. Donde algunos ven una historia de amor trágica, otros ven de todo menos un sentimiento tan puro como ese. Yo sigo intentando, después de varios días desde su lectura, extraer una opinión clara de entre todos los sentimientos que me ha provocado, aunque dudo que me sea posible más allá de comentar lo maravillosa que es.


La novela comienza cuando el señor Lockwood alquila la Granja de los Tordos en los páramos de Yorkshire. Después de su llegada hace una vista a su casero, el señor Heathcliff, en su finca Cumbres borrascosas para conocerlo a él y a aquellos que viven con él. El trato que recibe, el ambiente que observa y lo que le sucede en esa primera -y segunda- reunión lo deja completamente horrorizado a la par que intrigado. Será en ese momento cuando le pida a su sirvienta, la señora Dean, que le cuente la historia de tan extraños personajes. Así conoceremos la vida de todos los habitantes de la Granja de los Tordos y de Cumbres borrascosas y sus tormentosas relaciones desde el día en que el padre de Catherine Earnshaw trae a su casa un niño sucio y pobre, al que bautizan como Heathcliff.

Como decía más arriba, creo que esta historia está abierta a muchas interpretaciones, dependiendo de la percepción que tenga el lector de los personajes y sus sentimientos. La opinión más extendida es la que comentaba antes, de una de las más grandes historias de amor; trágica y que desafía incluso a la muerte. Para mí no ha sido así, y mira que suelo ver siempre una parte romántica en la mayoría de novelas que leo. Para mí quedarse en un simple amor, por muy épico que parezca, le quita complejidad a los protagonistas. Heathcliff y Catherine tienen una relación difícil de descifrar desde el primer momento, un vínculo nacido del aislamiento y de un entorno que no les comprende, que les censura y repudia, sobre todo en el caso de él, pero del que tampoco son víctimas. Ambos son personas retorcidas, crueles y caprichosas que se debaten entre su propio ego y el del contrario. Ese lazo que les une, esa aceptación total el uno del otro, incluso cuando están en desacuerdo, les convierte en personajes totalmente complejos a la vez que fascinantes. Como repiten en varias ocasiones, ambos son un solo ser, no existen el uno sin el otro, y eso, para mí, va mucho más allá de un amor romántico. Es una relación tóxica, visceral, imposible de plasmar con palabras. Va más allá de la pasión, del amor y de la muerte. Es algo esencial, que forma parte de ellos mismos como personas.

¿De qué serviría que yo haya sido creada si estuviera contenida nada más que en esto que ves? Mis mayores desdichas en este mundo han sido las de Heathcliff y cada una de ellas la he visto venir desde el primer momento y la he padecido: él es mi principal razón de existir. Si perecieran todas las demás cosas pero quedara él, podría seguir viviendo. Si, en cambio, todo lo demás permaneciera y él fuera aniquilado, el mundo se volvería totalmente extraño y no me parecería formar parte de él. [...] Mi amor por Heathcliff se parece al cimiento eterno y subterráneo de las rocas; una fuente de alegría poco apreciable, pero no se puede pasar sin ella. Nelly, yo soy Heathcliff.

Teniendo esto en cuenta, es casi imposible de entender cómo ambos se hacen daño continuamente, cómo su orgullo, su vanidad y, en general, sus despreciables personalidades se interponen en esta relación hasta llevarlos por un camino sin retorno, de autodestrucción, venganza y odio. Y no sólo consiguen arruinar sus vidas, sino la de todos aquellos que les rodean, sin importar nada más que ellos mismos y sus deseos. Es así como, a través de los años, iremos siguiendo la vida también de otros personajes que, influenciados por esta oscuridad que consume Cumbres borrascosas, terminan siendo igual de crueles y desagradables. Prácticamente no hay ni uno solo que se salve, ya sea de una forma u otra, y aun así Emily Brontë consigue que los amemos casi tanto como los odiamos. Esperamos su redención, incluso cuando no se la merecen. Hay algo de fascinante, magnético, en todas esas emociones llevadas a extremos inconcebibles. La ambientación es sin duda, junto con los personajes, el corazón de la novela. Esos páramos, ese aislamiento en el que se desarrolla toda la historia resulta asfixiante, opresiva. Llega un momento en el que el mundo exterior deja de existir completamente. La Granja de los Tordos y Cumbres borrascosas se mantienen inalterables, año tras año, espectadores de la desesperación de sus habitantes.

No creo que sea un libro para todo el mundo, lo que es una pena. Entiendo por qué tanta gente sale espantada de su lectura. Es muy difícil simpatizar con los protagonistas o con la historia en sí, pero comprendo muchísimo mejor a aquellos que se enamoran completamente de ella precisamente por todo lo que esto les hace sentir. El lector se sumerge de lleno en ese pesimismo y desesperación que envuelve toda la obra y termina pasando, junto con los personajes, por un sinfín de estados de ánimo, en muchas ocasiones imposibles de entender o expresar. Pero esto es lo que hace tan grande a Cumbres borrascosas, la forma en la que Emily Brontë sobrepasa todos los límites imaginables y arrastra sin concesiones al lector durante todo el camino.


Volver a la Portada de Logo Paperblog