Sobreviviendo a dinastías monárquicas, guerras civiles, dictaduras y otros avatares históricos que lo podrían haber hecho desparecer o expoliar sus fondos, hasta llegar intacto a nuestra democracia, el Museo del Prado, de Madrid, está de celebraciones: cumple nada menos que 200 años de existencia, una longevidad sorprendente para la vitalidad juvenil que exhibe como institución e insólita en un país que suele despreciar su patrimonio cultural, ignorar su historia y pasar de sus artistas, intelectuales e ilustrados en general. La pinacoteca más importante de España y una de las mejores del mundo, a la altura del Museo del Louvre de París, Metropolitan de Nueva York, Britanico del Reino Unido o Hermitage de Rusia, cuenta con una de las más completas colecciones de pintura europea y, por descontado, la mejor de artistas españoles, como Velázquez, el Greco, Goya, Murillo, Ribera o Zurbarán, entre otros.
El antiguo Real Museo de Pintura y Escultura, mandado construir por el rey Carlos III para destinarlo a Gabinete de Ciencias Naturales, e inaugurado décadas después por su nieto, el rey Fernando VII, como Museo de Pintura, abrió por primera vez sus puertas en 1819 con un catálogo inicial de 311 cuadros, procedentes de las colecciones reales que los sucesivos monarcas de España fueron reuniendo durante siglos. Tanto es así que puede afirmarse que el Museo del Prado debe su existencia a las donaciones aportadas por cada uno de los reyes que, tanto Austrias como Borbones, desde el siglo XVI enriquecieron su catálogo, a semejanza de la Gallería Uffizi, de Florencia (Italia), donde la familia Médici almacenaba sus obras de arte. Hay Museo del Prado porque hubo reyes con espíritu coleccionista y afán de contribuir con su legado pictórico al Patrimonio Nacional. Por eso podemos ver obras de Bartolomé Bermejo de los tiempos de la Reina Católica, del Tiziano de Carlos V, del Bosco de Felipe II, y muchísimos otros que conformarían una lista interminable. Como resume Antonio Castillo Algarra en un artículo* reciente: “Sin Felipe IV no hay Velázquez y sin Velázquez no hay Museo del Prado”.
Lo relevante es que, actualmente, por empeño de pocos y suerte histórica, tenemos a nuestra disposición una de las mejores pinacotecas del mundo que, con la excusa de su bicentenario, podemos contemplar por primera vez, si antes no lo habíamos hecho, o volver a visitar para admirar los lienzos emblemáticos que cuelgan de sus paredes con obras de Velázquez, Goya, el Greco, Fra Angelico, Rubens, el Bosco, Tiziano, Rafael, Van Dick, Murillo, Zurbarán, Tintoretto y tantos otros. Permitámonos el lujo porque no todo es futbol ni política barriobajera.
*¿Han perdido la memoria en el Museo el Prado?, revista Claves de Razón Práctica, nº 263, pág. 70-74.