
Para aliviarle la espera, y fomentar el amor a la lectura, decidí aprovechar las reuniones familiares para regalarle algún libro. Descubrí al pequeño dragón Coco de casualidad y ha sido todo un hallazgo, creo que el sobrino y yo estamos enganchados a sus aventuras (hasta la Señora ha dicho que están muy bien, y eso que leyó una de las más flojitas). Su madre se las apaña para dosificárselas cada noche, no sé cómo lo logra porque no me parece nada fácil dejar la historia a medias, yo me los devoro en media hora, claro que no soy madre.
Lo cierto es que el chiquillo es muy bueno, tanto que a veces te sorprende. Es el único niño que no solo no tiene miedo a los médicos sino que además colabora en la exploración e incluso un día incluso le recordó a su pediatra que se le había olvidado mirarle los oídos (para entonces tenía 3 años). No me extraña que el susodicho pediatra (brasileño) llorase amargamente al despedirse de él cuando regresaron a España, me figuro que con pocos pacientes mantenía una relación semejante, siempre le decía a hermanita que ese niño iba para médico, algo que el propio sobrino declaró después de su estancia en mi hospital por donde pasó para ponerle unos drenajes en los oídos. Dada la demanda, más vale que alguien de la familia tome el relevo y de momento el Principito es el único que ha mostrado esa inclinación. Tampoco le falta imaginación, y eso es otro punto a favor, muchas veces en medicina es preciso imaginarse lo que le pasa al paciente, eso que algunos llaman ojo clínico tiene tanto componente de experiencia como de imaginación.

Hoy, por fin, ha llegado el cumpleaños tan esperado. ¡5 años! Espero que disfrute de su día y de sus regalos.