Revista Opinión

Cumpleaños Feliz

Publicado el 26 diciembre 2018 por Carlosgu82

Piensa en tu mayor secreto.
Clava la última vela en un pastel perfectamente decorado para la circunstancia. Los gritos llegan desde el salón, provocando que su mano dude un instante. Tiembla.

Cierra los ojos. Su mente vuela y retrocede a un par de horas antes. Se ve cuidando cada detalle, cada arruga del mantel, colocando vasos milimetrados y con música suave de ambiente.

Sus pulmones se llenan lentamente de aire y después exhala. Coge el cuchillo y va con los invitados. Se arma con el filo y con la valentía que no tiene.

Entra en la sala y las bocas callan. Siente todas las miradas encima pero no se atreve a sostener ninguna. Pone la tarta en la mesa y se sienta en su trono especial de cumpleaños. Los ojos van viajando de su cara al dulce. Los murmullos comienzan. Crecen. Se tornan irrefrenables. Ahogan.

La tía ríe exageradamente haciendo brincar a sus prominentes papadas. La abuela grita enseñando una dentadura postiza que amenaza con escapar de allí. La madre está muda.

Una macabra melodía comienza a surgir entre las críticas. Poco a poco todas las gargantas se unen entonando el Cumpleaños feliz más triste del mundo.

No despega los ojos de sus manos. Aún sostiene el cuchillo para cortar la tarta. Sin cambiar de posición, se incorpora y procede a usarlo.

Con el circo montado ante su faz, clava el puñal en el pastel con precisión médica, dividiéndolo en raciones medidas, desiguales pero encajadas en un mosaico perfecto. Con sumo cuidado reparte a cada persona un trozo dedicado y exacto. Rompe a llorar y huye.

Los invitados devoran la tarta con el ansia de un animal hambriento, pero al instante llegan las lamentaciones al percatarse de que las horas pasan y no lo digieren. Las lágrimas y la ira inundan el salón hasta que el líquido cubre al nivel del cuello, pero a nadie parece importarle.

Una mano surge entre los gemidos, el único atisbo de cordura y empatía. Intenta hacerse paso entre los cuerpos compungidos. Ni ha llegado a la puerta cuando las riadas escarlatas se abren paso en ese mar de culpa.

Quizá ya era demasiado tarde.
Piensa en tu mayor secreto. Decóralo con dulce y color, sírvelo a tus invitados y disfruta.


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