Montañeses de Cantabria,
descendientes de Pelayo;
buenos bravos que honor hacen
de su valor legendario.
Cual águilas que escudriñan
en grutas innacesibles,
descubriendo los misterios
de parajes invisibles.
Mozos valientes que llevan
en su sangre la aventura,
dejando muestra diaria
de su Española bravura.
Alpinistas que en sus venas,
en su sangre a borbotones,
llevan ansia de aventuras
de viejos conquistadores.
Cual gamos que en las montañas
en trepidantes carreras,
sus pasos dejan la huella
en resbaladizas piedras.
Así salieron un día
los tres mozos palentinos,
el Cristo desde el Otero
les indica los caminos.
Como águilas que sueñan
en dominar las alturas,
como arañas que en las rocas
tejieron sus ataduras,
en el Pico el Curavacas
llamado del Hospital,
como titanes que quieren
al gigante dominar;
llegan llenos de ilusiones
los tres mozos palentinos,
sembrando su valentía
por los agrestes caminos.
Mas, la cellisca traidora
heló la sangre en sus venas,
y cual piedras desgajadas
de las gigantescas peñas;
bajan rodando al barranco
como águilas que sus alas
un cazador invisible
¡rompe con traidoras balas!
Los bravos mozos quedaron
tendidos sobre una alfombra
de nieve, que roja tiñen
igual que allá en Covadonga.
Allá quedaron sus vidas
envueltas en la cellisca;
¡cual soldados de Pelayo
muertos en la Reconquista!