Curiosidades del Mundial (II)

“¿De verdad eres negro?”

En 1958, un crío conocido como Pelé se dio a conocer al mundo guiando a Brasil a la conquista de su primera Copa del Mundo. El torneo se disputó en Suecia y, en aquellos tiempos, sin globalización, medios de comunicación internacionales ni mestizaje, en el país nórdico no daban crédito al color de piel de aquel chaval de apenas 17 años. “Los niños me pedían autógrafos, me pasaban la mano por la cara y la olían admirados de que no estuviera teñido”, recuerda Pelé. A partir de Suecia’58, todo el mundo supo ya que O’Rei era negro… y el mejor futbolista del mundo.

Una entrada de cárcel, pero de verdad

El Mundial de Chile, celebrado en 1962, no pasó a la historia por su gran fútbol. Si algo destacó en aquel torneo fue la tremenda dureza con la que se emplearon muchos equipos. Pero lo del yugoslavo Mohamed Mujic está fuera de toda dimensión. Este delantero, de origen bosnio, le partió la pierna a Eduard Dubinsky, defensa de la URSS. La entrada fue tan brutal que la federación de su país decidió apartarle de por vida del combinado nacional. El árbitro, por cierto, no pitó ni falta. Para Dubinsky empezó entonces un calvario cuyo desenlace nadie podía imaginar. Siguió jugando al fútbol, pero la mala curación de la doble fractura de tibia y peroné sufrida en Chile le causó un sarcoma, un tumor maligno que obligó a la amputación de la pierna lesionada. Finalmente, en 1969, Dubinsky falleció como consecuencia de una infección en la pierna que, siete años antes, le partió en dos Mujic.

El disparo del Este

En pocos Mundiales ha estado tan presente la política como en el de Alemania’74. Sobre todo, porque en el participaron las dos Alemanias, la capitalista y la comunista, y además quedaron emparejadas en el mismo grupo. El duelo entre los dos bloques que escenificaron la Guerra Fría se produjo en el último partido de la primera fase. Fue en Hamburgo, y la RDA ganó por 0-1 gracias a un gol de Jürgen Sparwasser, un talentoso centrocampista del Magdeburgo. “Chuté desde el Este con dirección al Oeste”, dijo el futbolista, plenamente identificado con el régimen de su país, hasta el punto de rechazar una oferta del opulento Bayern poco después del Mundial. Sparwasser prefirió volver a su país, pero su figura fue utilizada políticamente. Se dijo que el gobierno comunista le había cubierto de prebendas por su hazaña. Sparwasser se hartó de negarlo hasta que, en 1988, aprovechó un partido de veteranos para huir de su gobierno y pasarse al otro lado del Muro. “Ese gol sólo me trajo problemas”, asegura.

La cábala de Menotti y Kempes

En la Argentina del 78, la estrella era Mario Alberto Kempes. El delantero argentino llegaba al Mundial después de conquistar dos Pichichis consecutivos en España con el Valencia. Pero en la primera fase estuvo negado. Fue incapaz de marcar, y su crisis de confianza estuvo a punto de dar al traste con el sueño de todo un país. Superada con apuros la ronda inicial, César Luis Menotti, seleccionador albiceleste, hizo un intento desesperado de recuperar a su ‘killer’. “Le sugerí que se afeitara el bigote para hacer cábala. Y parece que funcionó”. En efecto, Kempes hizo seis goles en la fase decisiva del Mundial, dos de ellos en la final ante Holanda, y acabó el torneo como máximo realizador. Parece que, en efecto, el mostacho le molestaba.

Planificación a la española

En 1982, toda España soñaba con su Mundial. Bueno, no toda. O, al menos, no los responsables de planificar la preparación de la selección nacional. La mayor parte de su concentración se desarrolló en la estación de esquí de La Molina, en plenos Pirineos. Nieve, altura y fresquito. Nadie pareció reparar en el pequeño detalle de que España debía jugar la primera fase en Valencia. Es decir, a nivel del mar, con calor y una humedad altísima. Rafa Gordillo lo resumía con humor crudo: “A los 10 minutos de los partidos ya estábamos echando el hígado por la boca”.

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