Ya estamos de vacaciones, en la playa y disfrutando el sol, por fortuna para nosotros y para decenas de miles de turistas que han decidido anidar por esta zona (¡qué gentío!). Afortunadamente hemos podido disfrutar de un par de días de relativa tranquilidad. Esta tarde parece que llegará el grueso de personal a la costa. Y es que a pesar de la tan renombrada crisis, todos hemos sido capaces de sacar unos eurillos de debajo de las piedras para lanzarnos a las playas a divertirnos en familia.
Y entre tanta gente y tanta población infantil siempre encuentras anécdotas que contar y cosas curiosas que ver.
Por supuesto, tanto si son días de vacaciones como si no, siempre encuentras a los típicos niños que deambulan por la playa buscando a alguien con quien jugar mientras padres, abuelos o cuidadores van a lo suyo sin ganas de prestarles atención. Nosotros siempre solemos “adoptar” acompañantes, somos el blanco perfecto, papá juega con el peque al fútbol, al pilla pilla, a hacerse cosquillas, hacen monumentales castillos, fortalezas, hacen carreteras con la excavadora gigante. Por supuesto mamá también participa de todos los juegos, pero en menor grado que papá, todo hay que decirlo. Y claro tanta atención al niño parece ser el reclamo perfecto para esas criaturas que ansían un poco de atención y diversión. Todos los niños que se acercan son mayorcitos, y me resulta curioso que con tal de que se les preste atención les da igual jugar con un niño mucho más pequeño, os recuerdo que mi hijo tiene 3 años.
Hoy le ha tocado a una niña de 5 años. Se ha acercado para ver a qué jugábamos, para participar de los juegos y para huir del aburrimiento. Estaba con su abuela, quien estaba más ocupada de divertirse con las amigas que de atender a la nieta. Ha jugado un rato con nosotros, ha utilizado los juguetes de mi hijo, pero poco a poco pedía más. A pesar de que mucha gente se está bañando, y muchos niños también, yo no quiero que el mío lo haga. 20 grados escasos de temperatura no me parecen suficientes para que mi peque ande refrescándose, máxime contando con que hace 10 días escasos hemos pasado por el último episodio de anginas-fiebre a tope. La niña erre que erre que se mojara los pies, traía agua con el cubo, salpicaba. Finalmente la he tenido que llamar la atención, diciéndola de buenas maneras que el niño no se iba a bañar y que le dejara tranquilo. Ya era tarde, mi hijo tiene tantas ganas de remojarse que ya estaba nerviosito perdido. Y mientras intentaba convencerle del no baño veo que la niña se sitúa encima de la fortaleza de castillos, se baja los pantalones y se pone a hacer pis tan ricamente. ¿Podéis creerlo? La dulce niña de 5 años meando en medio de la fortaleza de arena, sin ningún pudor. He ido hacia ella y cuando se estaba subiendo los pantalones le he preguntado qué hacía, y la muy…. Se atreve a decirme “nada!!”, “como que nada, si te he visto hacer pis, si aún te estás subiendo los pantalones”, “no, no, no he hecho pis”; “¿y tu crees que eso lo hace una niña mayor?, hacerse pis en un castillo de arena… Y mientras decía eso ha salido pitando hacia donde estaba su abuela, bastante lejos por cierto. Por un momento he pensado que la abuela vendría indignada para saber que le había dicho a su nieta, y estaba deseándolo para llamar guarra a la niña de las narices. Pero no ha sucedido, y es que como os dije antes su abuela estaba muy divertida con sus amigas y la niña la estorbaba mucho.
