Publicado en el Diario de la Bahia de Cádiz y Radioeducom
Vuelven a recorrer calles y plazas, desde hace tiempo vuelven siempre cuando termina un periodo en los que dividimos el año,- periodo estival, Navidad, carnaval, Semana Santa.....-, ellos y ellas se gastan el dinero que no tienen en la papelería, en fotocopias de un currículum cada vez más amplio en el apartado de experiencias, aunque estas experiencias no sobrepasan el mes o los quince días.
Saben que la primera impresión es importante, así que se ponen sus mejores galas, sus mejores colonias para recorrer de punta a punta la ciudad. Las edades, de los 18 a los treinta y diez, vamos lo que ahora conocemos como "joven gaditano", esa edad en la que el futuro cada vez se plantea como algo lejano, sobre todo si se entiende como tal cuando tenemos la vida más o menos resuelta, independiente, cuando, si hemos decidido vivir en pareja, lo hacemos en nuestra casa pensando donde pasaremos las próximas vacaciones.
Salen los que vienen del fracaso escolar, los que no llegaron a acabar el ciclo básico de educación, también los que terminaron, licenciados, doctores..., con un factor común denominador, en un momento determinado optaron por quedarse aquí, aunque también es verdad, que otros no tuvieron más remedio que volver a lo que se ha dado en llamar "red de apoyo familiar, es decir, a la casa de padres o abuelos.
Intentan ser optimistas, en uno de los cursos que recibieron de técnicas activas de empleo se lo dejaron claro, "va a depender mucho de vuestra actitud..., y así cada vez que entran a un restaurante, a un bar de copas o a una peluqueria, lo primero que hacen es dejar ver su dentadura, como queriendo alegrar la mañana al empleador. Pero la mayoría no puede aguantar esa sonrisa mucho, los dueños, encargados, responsables de los negocios, en la mayoría de los casos no devolverán, ya no este deseo de agradar, sólo tenderán la mano para recoger dos hojas grapadas con una foto, que sacan de una carpeta transparente, para ponerlas en un montón al lado de la caja registradora. Son los menos los que leen estas vidas en fotocopias, y menos aún los que hacen alguna pregunta, aunque sea retórica, sobre lo leído.
Quieren mantener la apariencia de dignidad del parado, algunos lo consiguen, es más, al avanzar la jornada curreculeando la ciudad, y ven como poco a poco el día pasa de forma estéril, su sonrisa lejos de desdibujarse se acentúa, quizás como estrategia de autodefensa. Otros cambian de la técnica aprendida por otra, no enseñada en ningún curso, pero eficaz; dar lástima, mostrarse de inferior casta, hacer como si se fuera mendigando un empleo, la experiencia les dice que a una buena parte de las personas les gusta sentirse superiores a "sus trabajadores", y quizás en ese delirio de grandeza les contraten.
Después de tres, cuatro días, una semana, sólo una minoría conseguirán un contrato de dos, tres o cuatro horas en el sector servicios, el resto empezaran a ver a dónde y como pueden marcharse para encontrar lo que sea, como sea, y aquí en Cádiz, un Doctor en Historia servirá una ración de pescaito frito a algún jubilado alemán que llegó en un crucero a pasar unas horas para disfrutar de la luz de la ciudad más antigua de Europa.