Revista Opinión

Curso básico de machismo: «Ya no se puede decir nada»

Publicado el 26 junio 2019 por Carlosgu82

El derecho al delirio tomó forma de mujer y de protesta. «Estamos cansadas de que nos maten» se escuchó desde el silencio y la revolución estalló en su forma más divina. Y ya era momento que las delirantes se hagan escuchar. Desde siempre el delirio nos costó una rebelión a base de lucha a paso armado. Lo que para una buena parte de la sociedad equivale a una locura galopante, para lo que queda de este sistema que mata más de lo que cura, es un síntoma de evolución sin vuelta atrás:

Mi padre maneja un puesto de diarios y revistas en la ciudad y allí se juntan de a montones los filósofos contemporáneos anónimos que expresan su sabiduría en su mayor esplendor. Desde políticos hasta periodistas deportivos, fachos y anarquistas, todos disparan su ideología en una gran sopa de letras donde, cual polemica en el bar, los analisis actuales y no tanto sentencian una estadistica apocaliptica cuando de evolución se trata.

Yo visito con frecuencia en busca de un mate amargo mañanero y a estas alturas pude filtrar de manera compasiva a los comentarios de los fachos sin entrelazarme en debates inútiles que sólo suman a la estupidez. Pero hay un estereotipo al cual aún no puedo asimilar: el macho alfa. Por lo general provienen de la raza de los fachos pero han dejado de idolatrar asesinos para adentrarse en inverosímil mundo del machismo en todas sus formas. Una de las frases más destacadas en los últimos tiempos es «Ya no se puede decir nada». Dicha cita textual se adhiere a un dejo de tristeza, de una resignación por parte de los machos que remita a la prehistoria.

Un buen día cometí el error de ejecutar mi interpelación displicente y buenaventurada:

– Me resulta paradójico que alguien que apoyó ideológicamente un golpe de estado diga que «Ya no se puede decir nada» – Dispare ante la afirmación machista en medio de la mañana.

– ¿Cómo dice joven?-

– Que me resulta extraño que usted, adepto a las dictaduras militares, afirme que haya una censura ante la expresión verbal libre y gratuita – Insistí

– Pasa que es verdad pibe. Vos sos chico, pero antes esto no pasaba. Ya no podes decir nada que te están atacando estas locas –

– Desde un punto de vista moral y dependiendo de lo que se diga, quizá nunca debió de decirse ciertas cosas para que hoy sean defenestradas de cierta manera- Replique

– ¿Viste el partido de la selección? – Interrumpe mi padre quizá intuyendo un posible debate innecesario.

– No, vi el de Uruguay, como meten los charrúa –

Y el aire se cortó sin más que agregar. Yo me quedé con esa frase «Ya no se puede decir nada». Frase que, al margen de que venga de un facho, hace alusión a dos cuestiones:

La sociedad muta, como todo, y lo que ayer resultaba un piropo hoy es sinónimo de amenaza. ¿Tan extremista resulta la apreciación? Si señor, defiendo el extremismo en estas causas, defiendo el no y la sentencia al delirio absoluto de estas locas. Remarco con entusiasmo el puño firme de convertir un piropo en una ofensa y destaco la mesedumbre de los machos que ya no pueden practicar el nefasto deporte de intentar hacer sentir bonita a una muchacha diciéndole entre dientes que le comería las tetas. Ese razonamiento egoísta y pervertido de creer que compartiendo un deseo erótico a su presa van a conseguir algo más que la desaprobación. El macho resume su acto meramente funesto a una supuesta dictadura seguida de censura verbal.

«Ya no se puede decir nada». Y es verdad, y es mejor que así sea, porque esta dictadura tiene como fin evitar mas femicidios, porque prefiero una dictadura que porta la valentía de la mujer para que no se pierdan más vidas a punta de negligencia, a punta de machismo, a punta de ignorancia y a punta de violencia de género.

La violencia de género, prima lejana de la dictadura militar.


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