Sao Paulo, Brasil, Febrero 2017
El aeropuerto de la ciudad amanecía tranquilo y la escala nos encontró a María Sol y a mi desayunando una hamburguesa con suco de abacaxi. Salí a armar un cigarro y a caminar algunas calles de la zona, no muy transitada. En una esquina se encontraba una muchacha joven cantando en voz bajita: – bom día- dijo la muchacha en su idioma nativo y se acercó con una plantilla en la mano. Ella se presentó y compartió su necesidad de ayudar: Marcia Pereira Carvalho recolectaba donaciones para acobijar a niños en situación de calle. Ella es negra, pobre y mujer, tres características fácilmente condenables a la marginación. Comenzamos a hablar como pudimos visto que mi portugués no ayudaba en mucho, pero su mirada hablaba por sí sola, no hacía falta entender de dialectos y de lenguas para comprender el porque del altruismo de la joven: ella había sido desterrada por su familia por delito de herejía y desnaturalización de la raza, a Marcia le gustan las mujeres y esta otra característica le valió la calle. La decisión de escapar al mundo fue consensuada: su padre la golpeaba noche y día esperando así curar de su enfermedad a Marcia y los abusos sexuales fueron otras de los métodos que utilizaron sobre ella para que cambie de opinión con respecto a su sexualidad. Marcia hizo de todo un poco, barrió veredas, cuidó coches y hasta tuvo que limosnear, recordó con una tristeza profunda e indigna.
Su familia la negó por hereje y el sistema la culpo por negra, pobre y mujer. Pero ella siguió adelante. Golpeó puertas, caminó días enteros el asfalto hostil saopaulista hasta que dio con su cometido: ayudar. » Todos nos hemos derechos e eu ando pelo meu» sentenció Marcia mientras nos despedíamos.
Dejé algunos reales que traía conmigo y agradecí a la muchacha por su testimonio. Ella sonrió y devolvió el agradecimiento intuitivamente:
«Obrigado a voce,
a ajuda é atravesada
a alma de um»
Ayudar es volver a pasar
por el alma de uno..