Revista Cine

Curtocircuito: Lo inclasificable

Publicado el 10 octubre 2020 por Enprimerafila

Nuestra segunda y última crónica del festival Curtocircuito 2020, que se puede ver en Filmin hasta el 11 de octubre, se dedica a otras dos secciones que forman parte de su programación competitiva. Por una parte, en la Sección Explora se nos proponen una serie de cortometrajes que encuentran en la experimentación o la fusión una vía para establecer creaciones audiovisuales que son interesantes en forma y fondo. Mientras que en Península se nos ofrece una selección de algunos de los cortometrajes españoles más destacados de estos últimos meses. 

Península

En realidad, casi podríamos hablar de una sección de cortometrajes documentales, que son los que predominan en ella. Hay algunas muestras especialmente destacadas, como Lonely rivers (Mauro Herce, 2020), del que ya hemos hablado en nuestra crónica de Cinespaña 2020. También hemos visto en otros festivales cortometrajes programados en esta sección, como esa crónica del amor adolescente y femenino que es Panteres (Érika Sánchez, 2020), seleccionado en el Festival de Berlín y que pudimos ver en D'A Film Festival. La directora habla de la feminidad con una vocación transgresora, deteniéndose sobre todo en la búsqueda de la libertad, en la aceptación personal y la marca emocional que nos transmiten las dos protagonistas, cuya relación está mostrada con gran sensibilidad y realismo. Es un cortometraje sutil, que deja quizás una huella que no es imborrable, porque tampoco termina por arriesgar todo lo que hubiera sido deseable. 

La adolescencia también está presente en otros cortometrajes como Arenal (Rafa Alberola, 2019), que habla de la amistad entre dos jóvenes que se transmite a través de sus comunicaciones en las redes sociales. La representación cinematográfica de esta relación de amistad acaba resultando demasiado artificial, lineal y escasamente provocativa. Por su parte en Profecía (Julieta Juncadella, 2020), la directora nos propone una aventura que tiene elementos de fantasía protagonizada por tres adolescentes marroquíes. Seleccionado en el Festival Visions du Réel 2020, está clara la intención de dar a la historia un cierto aire de cuento, de relato de crecimiento, pero el resultado es poco convincente. 

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Ráfagas de una vida salvaje (Jorge Cantos, 2019)

Más interesante es la propuesta de Ráfagas de vida salvaje (Jorge Cantos, 2019), que nos acerca al encierro físico y mental del protagonista, un joven refugiado que está sobreprotegido, y que descubre cierto grado de libertad cuando comienza a relacionarse con un grupo de adolescentes. El director utiliza el formato 4:3 para mostrar esa reclusión, que es más psicológica en realidad. Hay buenos apuntes de un cineasta que parece tener las ideas claras, y aunque algunas situaciones parecen algo forzadas, y la parte narrativa se queda a medio camino, se trata de un interesante acercamiento a la adolescencia desde un punto de vista diferente. 

Uno de los cortometrajes más esperados en la programación de Curtocircuito es Correspondencia (Carla Simón, Dominga Sotomayor, 2020), que ha sido realizado durante el confinamiento. Carla Simón, ganadora del Goya a Dirección Novel por Verano 1993 (2017), tuvo que interrumpir el rodaje de su último largometraje, Alcarràs (2021), debido a las medidas de protección contra el coronavirus. Como un encargo del Canal Cultural de TV3 para un proyecto sobre seis mujeres que reflexionan sobre temas diversos, se estableció esta comunicación epistolar y audiovisual entre la directora catalana y la realizadora chilena Dominga Sotomayor, de la que conocemos sus largometrajes De jueves a domingo (2012) y, sobre todo, Tarde para morir joven (2018), y además es productora ejecutiva de la muy interesante Los Fuertes (Omar Zúñiga Hidalgo, 2019).

Esta conversación entre las dos cineastas aborda temas como la maternidad, la democracia, la libertad o la ausencia, todos ellos alrededor del tema central, que es la familia. De hecho, las palabras están superpuestas a imágenes familiares, a grabaciones antiguas de ambas directoras. Este aspecto es quizás el más controvertido, porque no siempre hay un diálogo realmente efectivo entre las imágenes y las palabras, parece que cada una circula por un camino diferente. Es un trabajo de reconstrucción del pasado a partir del presente, que funciona en algunos momentos con alto grado de brillantez. 

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Correspondencia (Carla Simón, Dominga Sotomayor, 2020)

Este ejercicio también está presente en Autoficción (Laida lertxundi, 2019), que pasó por la Sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián 2020. La "autoficción" la describía su creador, el escritor Serge Doubrovsky, como la "novela personal", aquella que construye la ficción a partir de la vida personal del autor. Aquí la autoficción se convierte en el retrato y el relato de las vidas de sus protagonistas, algunos de ellos viviendo otra vida, o reinventándose en un lugar lejano, en un idioma distinto. La idea es interesante, aunque el desarrollo no lo es tanto. Le falta el pulso de hacer vibrante lo cotidiano. 

Quizás las tres muestras más interesantes de esta sección son las que tienen que ver con lo rural, ese viaje al origen, al ser humano en su propia contradicción. Los páramos (Jaime Puertas, 2019), que pudimos ver en la programación de D'A Film Festival, es un mediometraje valiente porque tiene una narrativa arriesgada. Aunque se centra en una mujer gitana en un pueblo del Sur de Granada, en realidad su interés está en el paisaje, o mejor dicho, en los paisajes que van conformando la naturaleza, pero también las personas que habitan estos lugares inhóspitos. Es una propuesta que está entre lo poético y lo surrealista, que hunde sus raíces en las imágenes, en la contemplación (y en algunos momentos de humor realmente logrados). Es en ciertos pasajes irregular, confuso, pero en otros resulta hipnótico. El director tiene la capacidad para atraparnos con una cadencia que camina en sentido contrario al lenguaje cinematográfico apresurado. 

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Los páramos (Jaime Puertas, 2019)

La relación entre el hombre y los animales es muchas veces contradictoria, especialmente por parte de los primeros. La dependencia se confunde con la adaptación a un entorno que resulta invasivo. En Reserve (Gerard Ortín, 2019) se plantea una de estas contradicciones. La intervención del hombre para eliminar la amenaza del lobo ha alterado el equilibrio en el ecosistema de algunas regiones del Norte de España. El objetivo se ha alcanzado: el lobo ha desaparecido. Pero su ausencia provoca la proliferación de especies invasivas como los jabalíes a los que los lobos tenían controladas. De esta forma, el hombre debe recurrir a fórmulas para tratar de reconvertir el desequilibrio que él mismo ha provocado. Es trágico, pero a la vez absurdo. El director interviene en una conversación telefónica surrealista con una empresa norteamericana que comercializa orina de lobos. Es un documental contundente. 

Gerard Ortín es también el montador de Gorria (Maddi Barber, 2020) que es, por su parte, un documental sin palabras en el que los sonidos los evocan el campo y la granja. Se muestra de forma precisa la relación entre el hombre y los animales, en la cual estos últimos siempre son los perdedores. Los ganaderos aparecen sin rostro, solo vemos a dos chicas jóvenes casi al final, en una imagen que evoca cierta atemporalidad, subrayada por el uso del 16 mm. Hay también esbozos que nos recuerdan a Las Hurdes (Luis Buñuel, 1933), en ese primitivismo del encuadre. El rojo ("gorria" en vasco) está presente en todo momento: en las marcas del ganado o en la sangre del sacrificio. 

En el documental La sangre es blanca (Óscar Vincentelli, 2020), el sacrificio es diferente. El director utiliza cámaras térmicas para mostrar una corrida de toros, pero en la que solo vemos las figuras del toro y los toreros en un fondo negro. Se eliminan por tanto todos esos elementos que rodean a la celebración de la corrida, para establecer una visión desnuda de una lucha sin igualdad de condiciones. Es una visión diferente pero especialmente lúcida. La sangre es blanca, pero sigue siendo sangre, que en borbollones deja escapar la vida. 

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La sangre es blanca (Óscar Vincentelli, 2020)

Óscar Vincentelli es también el editor de O arrais do mar (Elisa Celda, 2020), un documental que tiene a la oscuridad como elemento principal. Mientras los pescadores practican en la playa la Xávega, un arte de pesca ancestral que ya está casi desaparecida, en la misma zona tienen lugar encuentros homosexuales amparados por esa oscuridad nocturna. La directora pretende evocar sensaciones diversas, contradictorias en ocasiones, pero pierde cierta consistencia a lo largo del metraje. Y acaba construyendo una lánguida mirada que apenas encuentra el equilibrio entre lo que quiere contar y lo que quiere mostrar. 

Sección Explora

Apiyemiyeki? (Ana Vaz, 2019) es uno de los cortometrajes que más éxito han tenido en festivales durante este año. Participó en la competición de Rotterdam 2020 y ganó el Premio del Jurado en Vienna Shorts 2020 y el Gran Premio en el Festival Punto de Vista 2020. La directora muestra dibujos que realizaron miembros de la tribu Waimiri-Atroari, en el Amazonas, en los años ochenta, diez años después de haber sufrido la represión motivada por la construcción de una autopista. Apiyemiyeki significa "Por qué" en la lengua kinja de la tribu Waimiri-Atroari, y de alguna manera estos dibujos son testigos silenciosos de las atrocidades que se cometieron. La directora utiliza la superposición de capas, la visión de estos dibujos sobre imágenes grabadas en la selva, utilizando un lenguaje experimental que no termina de articularse bien con la narrativa, pero que supone una interesante y necesaria reconstrucción de una memoria colectiva desde el presente.  

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Apiyemiyeki? (Ana Vaz, 2019)

Lynne Sachs es objeto de una Retrospectiva en Sheffield Doc Fest, a la que dedicamos un artículo en nuestro blog: Lynne Sachs - Interpretando la realidad. En Curtocircuito se presenta A month of single frames (Lynne Sachs, Barbara Hammer, 2019), un homenaje a la cineasta y activista Barbara Hammer, una de las pioneras del videoarte fallecida en 2019. Durante los 14 minutos del cortometraje, las imágenes grabadas por Barbara Hammer sirven para construir un documental que tiene el inconfundible sello de Lynne Sachs. La directora crea un universo personal que le sirve para dibujar un retrato también personal de la artista, a la que vemos en la ducha como en una especie de proceso de purificación, igual que el cortometraje funciona también como depuración de la memoria y del recuerdo. Tiene algunos puntos en común con Houses (for Margaret) (Luke Fowler, 2019), realizado para el centenario de la poetisa escocesa Margaret Tait. Se trata de una recopilación de imágenes extraídas de lugares en los que ella vivió y extractos de algunos de sus cuadernos, junto a sonidos característicos de la vida en el campo y un poema recitado por la propia Margaret Tait que reflexiona sobre el significado del hogar. 

Seleccionado en el Festival de Berlín 2020, A demonstration (Sasha Litvintseva, Beny Wagner, 2020) se basa en la exploración del mundo realizada por los naturalistas en la Edad Media, clasificando las especies, pero también realizando clasificaciones de los monstruos. La palabra monstruo viene del latín monstrare, que significa mostrar, pero esta propuesta no pretende realmente mostrar, sino plantear un cambio en nuestra forma de mirar. Lo que en una época se guiaba por la lógica científica, en la actualidad es insostenible. Pero quizás lo es porque hemos cambiado la manera en que vemos las cosas. Flashes de zonas boscosas, museos de anatomía, grandes volúmenes en los que se dibujan los seres naturales y los "no naturales". El documental invita a encontrar formas en imágenes aparentemente cotidianas, pero también a tratar de comprender aquella visión naturalista que revela seres ajenos a este mundo. 

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A demonstration (Sasha Litvintseva, Beny Wagner, 2020)

Presentada en el Festival de Rotterdam, en Look then below (Ben Rivers, 2019) el director inglés regresa a su lugar de nacimiento, Somerset, para construir nuevamente un mundo de fantasía a partir de imágenes rodadas en 16 mm. y tratadas posteriormente en la sala digital. Este cortometraje cierra la trilogía de películas que forman la colaboración entre el director y el escritor de ciencia-ficción Mark von Schlegell, formada anteriormente por las películas Slow action (2011) y Urth (2016). Esta visión de un mar fluorescente y de un bosque espeso lleno de colores nos adentra finalmente en lo que parece es el futuro de la humanidad, que abandona la superficie para adentrarse en cavidades subterráneas, reposo de vestigios del pasado y posible refugio de un mañana cercano. Es una película de ciencia-ficción en toda regla, en la que hay que dejarse llevar por las imágenes sugerentes, extrañas, en contraste con las palabras deshumanizadas, artificiales. 

Entre los cortometrajes de índole experimental destacamos What time is? (Niina Suominen, 2020), que propone un bucle temporal con imágenes que reflexionan, precisamente, sobre el paso del tiempo. Tomando como base la obra del compositor de música electroacústica Jukka Ruohomäki, la directora utiliza las figuras humanas para centrar esta reflexión sobre el pasado y el presente, e introduce imágenes de guerra un tanto efectistas para reflejar la violencia de la naturaleza humana. Further radical (Stefano Canapa, 2020) tiene en común con Testfilm #1 (Telcosystems, 2020), que comentamos en nuestra anterior crónica de Curtocircuito, su interés por introducirnos en las tripas del celuloide. En aquél se trataba de intentar la manipulación humana en la copia digital, mientras que aquí esa intervención es constante. Cuenta el director que, preparando el desayuno, estaba cortando rábanos con su hijo y entonces se le ocurrió experimentar las reacciones fotoquímicas con estos vegetales. Lo que construye Stefano Canapa es una explosión de luz y de movimientos dinámicos en blanco y negro. Es como si estuviéramos dentro del celuloide, quizás la máxima expresión de "meternos en una película". Y establece una conversación interesante entre las imágenes que recuerdan al cine experimental de los años 60 en contraste con el uso de una banda sonora actual, de aires techno. 

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Thorax (Sigfried A. Fruhauf, 2019)

Por su parte, Thorax (Sigfried A. Fruhauf, 2019) es una experiencia que tiene algo de ilusión extrasensorial. A través de luces parpadeantes que parecen provenir de tubos fluorescentes, el director austríaco, uno de los nombres más destacados de la vanguardia audiovisual de su país, propone un viaje que resulta alucinatorio (si no eres fotosensible o epiléptico). Utiliza fragmentos del cortometraje dadaísta Anémic cinema (Marcel Duchamp, 1926), pero manipulados de forma que son irreconocibles. Es, de nuevo, un trayecto que nos introduce en el interior de la proyección cinematográfica, una especie de recorrido por las entrañas de la imagen. Una experiencia que nos deja alucinados.  

Como decíamos en nuestra anterior crónica, parece que hay una cierta nostalgia en los programadores del festival por la imagen audiovisual del pasado, porque en Kopierwerk (Stephanie Weberhofer, 2019), de nuevo encontramos una reflexión sobre la pérdida de lo analógico (lo tangible), en favor de lo digital (lo intangible). Los periódicos de papel, las cámaras fotográficas y, por supuesto, el celuloide, forman parte del recuerdo. La directora utiliza imágenes de archivo extraídas de otras películas para componer un ensayo que es más interesante por lo que cuenta que por cómo lo cuenta. 

En Aggregate states of matters (Rosa Barba, 2019) la directora peruana también adopta el formato puramente cinematográfico rodando en 35 mm. en las comunidades indígenas de Los Andes, afectadas por el deshielo provocado por el cambio climático. Presente en la programación del Festival de Rotterdam, el cortometraje se acerca a esa relación complicada entre el humano y la naturaleza, en algunos casos como parte de ella (las comunidades andinas) y en otros casos provocando desequilibrios que al final afectan a todos. Es interesante adoptar una mirada casi experimental para mostrar un documental antropológico. Y de alguna manera trata de conectar la realidad presente a través del conocimiento ancestral. 

La música del grupo Mopcut sirve como telón de fondo para la propuesta de animación Aquamarine (Billy Roisz, Dieter Kovačič, 2019), usando precisamente el tema que da título al corto y que incluían en su album Accelerated frames of reference (2019, Trost Records). Una conjunción de manipulaciones de imágenes del mar que crean una textura singular. El conjunto sin embargo resulta demasiado aleatorio, y tampoco las manipulaciones visuales acaban siendo especialmente arriesgadas. Otro trabajo de animación es Collapsing Mies (Claudia Larcher, 2019), que se pudo ver en Annecy 2020. En este caso, la directora toma fotografías de obras destacadas de Mies van der Rohe, uno de los máximos representantes de la arquitectura modernista, para manipularlas de forma que la imagen bidimensional se convierte en tridimensional, o más bien una mezcla de ambas, creando una multidimensionalidad que al mismo tiempo es fiel al original. Hay un movimiento lento, circular, que está acompañado por la música de Alexander Eberhard, que realiza un trabajo parecido, porque crea música para instrumentos orgánicos como el violonchelo pero los manipula para extraer una sonoridad digital, que añade un cierto aire de suspense.  

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Collapsing Mies (Claudia Larcher, 2019)

El año 1989 está considerado como el del despegue del cine gallego, a través de tres películas que se estrenaron entonces: Continental (Xavier Villaverde, 1989), Xempre Xonxa (Xano Piñeiro, 1989) y Urxa (Alfredo García Pinal, Carlos A. López Piñeiro, 1989). Cinegalicia 2019 fue una celebración de ese acontecimiento en su 30 aniversario, y propuso a diversos creadores gallegos realizar una serie de obras basadas en esas películas. El cortometraje Da morte nace a vida (Adrián Canoura, 2019) extrae imágenes de esta última para reflexionar sobre el paso del tiempo y, como indica su título, la relación entre la vida y la muerte. Es un trabajo experimental que las confronta a través de imágenes hipnóticas, una especie de viaje alucinatorio que sin embargo acaba siendo demasiado largo. Más interesante, aunque ciertamente más obvia, es la aproximación que hace Tik tak (Michael Fleming, 2020), que nos habla del inexorable paso del tiempo, de la etapa inevitable que el hombre debe enfrentar entre el nacimiento y la muerte. Utilizando imágenes de archivo de películas, el director desglosa a lo largo del cortometraje las partes más importantes de la existencia del ser humano, que indefectiblemente debe asumir tanto su existencia como su desaparición. 

There must be some kind of way out here (Rainer Kohlberger, 2019) se nos presenta como una elucubración en torno a la representación de las catástrofes en el cine de Hollywood, en el que hay una especie de regocijo en mostrar la destrucción incluso de ciudades enteras. En realidad, podría funcionar casi como una precuela de su anterior cortometraje, It has to be lived once and dreamed twice (Rainer Kohlberger, 2019), que mostraba un mundo postapocalíptico, quizás destruido por alguna de estas catástrofes que vemos en esta obra. Esta visión de las imágenes a través de un filtro de colores y niebla, casi como una versión codificada de la realidad, está construida como objeto de manipulación de las secuencias de películas de Hollywood. Es una recreación de lo que hace el cine de catástrofes: si Hollywood manipula la realidad, ¿por qué no manipular también esta realidad deformada? Se trata de una de las obras más narrativas de su autor. 

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There must be some kind of way out here (Rainer Kohlberger, 2019)

Para terminar este repaso por las obras experimentales de la programación de Curtocircuito 2020, comentamos un trabajo que ha sido realizado durante los meses de marzo y junio de este año, durante el confinamiento por el coronavirus en muchos países. La decisión de no poner título a su última obra, Untitled (Takashi Makino, 2020), sugiere que es una especie de proyecto inacabado, quizás porque ha sido realizado en medio de esa indefinición que ha provocado la llegada del Covid-19. El artista japonés presentó el año pasado en Filmadrid su mediometraje Memento Stella (2018) y ahora estrena su última obra en Curtocircuito. Las imágenes que juegan con la luz, características de su autor, son protagonistas en este trabajo de textura abstracta que invita al espectador a utilizar su imaginación. Takashi Makino no está interesado en mostrar imágenes claras, sino en desarrollar un lenguaje propio de tonalidades y espacios que de alguna manera nos proponen un recorrido nebuloso pero atractivo. La utilización de texto y palabras, algo que resulta casi inédito en su filmografía, nos parece un elemento extraño en esta composición de texturas y sonido, pero quizás esa extrañeza invasiva es su intención. 

Parte de la programación de Curtocircuito se puede ver en Filmin. 

De jueves a domingo, Tarde para morir joven y Continental se pueden ver en Filmin. 


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