Revista Cultura y Ocio
Más de cincuenta artículos y cuarenta libros. Cuando leo algo así en una solapa, o algo como «más de cien artículos y catorce libros», me quedo anonadado. Es impresionante. Y es mejor que haber escrito treinta artículos y dos libros, sin duda. Supongo que por eso se dice. Lo que realmente me llama la atención es que se diga. Seguro que son los mismos que luego alaban en una necrología de un gran filólogo que fue autor de una obra principal, que fue magnífica e insuperable, y que con eso tuvo un currículo mucho más prestigioso que el de los que escribieron y publicaron mucho —por ejemplo: cincuenta libros y ciento catorce artículos. Luego está, en el gremio de los creadores de bellas letras, la proclamación del ejemplo de Juan Rulfo; insincera si viene de los que escriben libro y medio al año. Escribir poco y sabiamente, repiten. Ya, sí; pero, al fin y al cabo, hay algunos que han escrito «más de cien artículos y catorce libros». Impresionante. Que tienen «catorce libros escritos» —como decían Les Luthiers— porque les gusta comprarlos ya escritos. Es que un libro —sigo con Les Luthiers—, si no está escrito, es como si le faltara algo. Y luego dicen que la calidad no se mide al peso. Ni el prestigio. O la fama. Lo de siempre: para contar hay que contar. Más de doscientos artículos y ocho libros. Nunca una cifra ha sido tan certera para la definición de la palabra «arrogancia». Yo sí que escribo. Yo. Cifras varias (CV). Qué curriculum vitae.