Prácticamente cada semana podemos ver en carteleras españolas una película francesa cuyo principal eslogan para venderla es " La mejor comedia francesa del año". Parece que el cine mainstream de Francia se ha amoldado a un tipo de producto que tiene cierto éxito en el mercado internacional y ha empezado a producir como panes películas que copian tramas y códigos de humor para acercarse a un mismo tipo de público. Una tendencia parecida a la que vivimos hace unos años (y continua presente) con el surgimiento de películas dramáticas francesas sobre la concienciación de clases, el problema racial que vive el país y el complicado funcionamiento de sectores como la educación (véanse la gran cantidad de películas basadas en conflictos escolares). Amanda arranca como una película de comedia ligera centrada en los problemas diarios de una madre soltera y su hermano joven cuya estabilidad económica se basa en trabajos chapuza. Sin embargo la película sale da la norma y se tuerce por completo a raíz de un atentado terrorista llevándolo en volandas hacia el drama y la tragedia.
Amanda es de las primeras películas europeas que han arriesgado e incluido un problema de actualidad como es el de los atentados terroristas perpetuados por ISIS. Todo ello para narrarnos las dificultades de una familia que se ve truncada, de un joven que de la noche a la mañana debe convertirse en padre y de cómo asimilar una tragedia tan inesperada como puede ser la muerte de un familiar en un atentado. En relación a esto cabe preguntarse si para llegar a todo esto es necesario vincular directamente la tragedia con el terrorismo islámico. La película no profundiza en este aspecto y el hecho de que el atentado esté relacionado con ISIS acaba convirtiéndose en algo absolutamente banal y anecdótico. No creo que moralmente estemos en un momento que debamos tratar temas de este calibre de forma trivial. Sin embargo la película tiene el acierto de utilizar este tema de actualidad para expresar la desolación por la desesperación y el trauma que viven las victimas directas e indirectas de estas catástrofes.
El peso dramático de la película consigue equilibrarse a través de una gran dirección de actores centrada en los personajes de David y Amanda. David, el tío que debe convertirse en padre de su sobrina y el encargado de expresar el trauma de forma física y psicológica. Amanda, la niña de seis años que no solo se ha visto privada de la figura de un padre sino también la de su madre, quedándose huérfana y desprotegida. La relación entre David y Amanda pasa por muchos altibajos pero es muy tierna y acogedora. No es fácil tratar un conflicto dramático de estas dimensiones en una película y el director Mikhaël Hers, a excepción de una resolución final a través de una metáfora bastante pobre, consigue controlar y manejar de forma inteligente apelando a las emociones más básicas del ser humano.