Considero al Sr. D. Carlos Herrera un excelente periodista y comparto muchos de sus puntos de vista, pero debo diferir de la casi encarnizada defensa que hace del Sr. Urdangarín, marido de Dª Cristina y presunto autor de ciertas acciones tipificadas como delito en el Código Penal. Ya en este mismo espacio comentábamos lo inoportuno de los juicios paralelos, tanto para el marido de la infanta como para cualquier otro ciudadano de este país, aunque en el caso que nos ocupa, los indicios son más que abrumadores. El asunto no huele bien y pinta peor. Y, por si fuera poco, no existió comunicado alguno negando la mayor o incluso demandando una reposición al honor mancillado, al mismo honor al que se refiere D. Carlos Herrera; más al contrario, se aparta de la vida pública a las infantas en la medida de lo posible, para salvaguardar la imagen, hoy deteriorada por estas circunstancias, de la Casa Real.
Ser rey es una profesión, como carnicero o arquitecto, y desempeña una representación del Estado Español sin la connotación política o partidista de un presidente de gobierno. No queda bien la imagen de Zapatero, o de Aznar, abrazándose con Gadafi, que luego resultó ser tan malo, pero la de D. Juan Carlos es diferente; mientras los políticos asumen en ese acto su relación con una dictadura, la visita del monarca no impide al político defender los derechos de los libios contra su dictador en foros internacionales, algo que no quedaría bien si un par de días antes comían juntos en la jaima. El rey vive como tal, y no se merece otra cosa, pero resulta lógico que las propiedades lo sean del Estado, a quien representa el monarca. D. Iñaki es solamente su yerno, y por ello no está por encima de la ley, ni ostenta el cargo de su suegro, por lo que deberá responder a las acusaciones que se le formulen y pagar, en el caso de que se declarase culpable, con la condena en su expresión máxima, a la luz de su condición pública y del modo en el que utilizó a la institución en su propio beneficio. Tampoco puedo creer que Dª Cristina estuviese al margen de estas actividades de su marido y del mismo modo que él, deberá responder de sus actos independientemente de quien sea su padre. Ello representaría una forma de demostrar que todos somos iguales ante la ley y que la monarquía está al servicio del pueblo y no al revés.