El Sr. Iglesias fue fotografiado de nuevo en la gala de los Goya, siendo portador de un abanico reivindicativo -como no podía ser de otro modo- y lucía un frac demodé pero con pajarita, ofreciendo un respeto por los titiriteros que no le merece ni la corona ni el Congreso de los Diputados, donde se le ve más preocupado de los complementos en la muñeca, que del uso habitual de la indumentaria procedente. Tiene su punto transgresor el comportamiento provocativo del político emergente y asambleario, da ese toque rebelde y revolucionario que demandaba una España cabreada por la criris y la corrupción, pero que va perdiendo fuelle, poco a poco, en forma de sangría de votos y tensiones internas. Hace bien D. Pablo en acompañarse por el argentino rehabilitado en España, es de los pocos fieles que le quedan entre correligionarios que se apuñalan por la espalda con poco disimulo, de modo propiciado por el liderazgo mesiánico de las purgas estalinistas. Su formación se encamina hacia el carácter residual de la izquierda extrema y lo veremos en breve acompañando al Sr. Garzón, de etiqueta en las fiestas y disfrutando de los viajes intercontinentales privativos de clases elevadas, en el ejercicio de las contradicciones que caracterizan el progresismo militante, pero con el escaso apoyo popular que ve desmoronarse cada día.