No considero a Dª Cristina persona de pocas luces y me cuesta creer su ignorancia en lo relativo a los trapicheos que su marido se traía entre manos. Las recientes publicaciones de El Mundo en la que se autoalquila el palacio de Pedralbes, o carga gastos personales a una sociedad de la que es titular del ciencuenta por ciento y se nutre de subvenciones públicas, dejan mal parada a la Infanta que, como la mujer del César, debe parecer buena además de serlo. En primer lugar, no debe recibir trato alguno de favor por la posición que ocupa, y en segundo lugar, debería renunciar a los derechos dinásticos a que hubiere lugar, para no deteriorar más la desgastada imagen que actualmente tiene la Corona en nuestro país. Ser rey es una profesión, pero lo de Infanta es solo un título; si los ingresos no alcanzan para al gran lujo, tengo la seguridad de que nunca viviría como la mayoría de los españoles; que cada palo aguante su vela y cada quien la responsabilidad penal en la que incurra.