
Les pasa a dirigentes del PP y les pasa a dirigentes del PSOE. En cuanto llegan a Cataluña y entran en el despacho de alguien con mando en plaza, o dan una conferencia o pisan un plató, les sucede como a la mascota Furby: cambian de personalidad. En unos el cambio es leve, casi imperceptible, mientras que otros sufren auténticas metamorfosis, como le ocurrió al comisario Almunia con las reglas europeas para un territorio que se separe de un Estado miembro. Pero todos se adaptan de alguna forma al medio ambiente, que es un medio, y también son unos medios, donde el espécimen nacionalista es, como si dijéramos, la forma natural de vida. Y lo que es más importante, donde el no nacionalista es un bicho raro pero vulgar, en el sentido de ordinario, y por supuesto un apestado.
Es lo que le sucedió a Dª Susana Díaz en su última viaje a tierras catalanas, donde olvidó el término “España” que en tantas ocasiones pronunció en su Andalucía natal, para mezclar conceptos, referirse a la modificación de la Constitución y no herir las sensibilidades particulares de un PSC cercano a la separación de su matriz nacional. La Sra. Díaz anduvo con pies de plomo para no herir las sensibilidades particulares de los desnortados socialistas catalanes, que van con los de la feria, léase el PSOE y vuelven con los del mercadeo sobre una soberanía e independencia poco admisibles por su carácter unilateral e impositivo.
