Dabiz Multiverxo

Hay personas que me generan de forma simultánea una suerte de rechazo y reconocimiento, personas que no terminan de encajar en mi imaginario ideal, pero a las que reconozco un valor indiscutible. En ese universo contradictorio tengo situado a Dabiz Muñoz (como él escribe su nombre), tres estrellas Michelín y una de las personas que me ha acompañado en el confinamiento de estos últimos meses.

Nunca me hubiera planteado seguirle en Instagram a no ser por mi sobrina y ahijada, María, el ser que más me ha enseñado en estos meses, pero eso es otro tema. María, que tiene cinco años, lleva en el alma la cocina. Su madre es una de las mejores cocineras que conozco y, desde que María se sostuvo sentada en la encimera, removieron juntas los calderos que había en el fuego de su casa; también han ido siempre juntas a experimentar en variados restaurantes, porque María come de todo y tiene un detector de calidad innato en su paladar. Fueron ellas las que un día, en esas constantes conversaciones en la distancia, me descubrieron que David Muñoz estaba haciendo recetas en Instagram.

Y allá que fui, doblegada por la curiosidad y la necesidad de acaparar críticas para seguir afianzando ese rechazo. No fue así. Me enganché. Vi y revisé cada una de sus recetas. Hice muchas de ellas con esmero y un resultado realmente bueno -comparto con él la alta consideración que tengo de lo que cocino aunque difiere el resultado seguro, pero es que me sale todo rico-, reconocí su capacidad de transmitir entusiasmo y de comunicar su pasión, su talento y empatía para, al final, darme cuenta de que es una de las personas con mejor visión de la oportunidad en la dificultad que conozco.

Todo ese tiempo, todas esas recetas compartidas, todos esos sabores descritos, todos y cada uno de los elementos usados, absolutamente todo tenía un fin: el lanzamiento de una nueva marca de comida a domicilio llamada GoXO, como forma de compensar el cierre de DiverXO y los dos StreetXo (Madrid y Londres) por las medidas contra la pandemia. Era un plan concienzudo, tranquilo, que partía de su casa para generar el deseo y, más tarde, la forma de satisfacerlo.

Durante los días en que no existía aún Gotxo bajé la guardia, aparqué mi rechazo, me enganché a su cuenta, entendí al chaval que creció solo y hasta me produjo ternura. Hoy regreso a la dicotomía irresoluble, admito y admiro su talento, su capacidad de negocio, de generar riqueza y una oportunidad para las personas que trabajan con él, pero hay algo que me sigue generando rechazo y que no sé identificar.

Entonces, aparece el contrapunto, todos esos cocineros que se han sumado a proyectos para atender la crisis alimentaria que se ha producido. A muchos les surgirá la eterna pregunta, ¿esa solidaridad también tendrá un fin? Yo sigo en la contradicción sobre David Muñoz y creo que sé en que lugar me situaría, pero como dice mi madre: nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre.