A Federico Jiménez Losantos no le gusta que la gente participe de forma activa en la vida política. No le gusta que alguien haya recogido un millón y medio de firmas y se las haya arrojado a sus señorías, en el Parlamento. Estoy hablando de Ada Colau y la Plataforma de afectados por la Hipoteca. Estoy hablando de la Iniciativa Legislativa Popular que finalmente ha aceptado a trámite el Gobierno. Estoy hablando de la dación en pago, de los suicidios.
Este tipo de medidas, dice la estrella de la radio, atentan contra la propiedad. La propiedad es la piedra angular de la civilización y sin propiedad el hombre siente que es un niño al que le han arrebatado su juguete preferido. Para Federico Jiménez Losantos es más importante proteger el derecho a la propiedad privada que el derecho a presentar iniciativas de ley, sobre todo si le resultan a él molestas; los votantes deben expresarse en las urnas, más allá sólo existe un abismo burocrático.
La democracia participativa elimina la diferencia entre lo tuyo y lo mío y pretende defender de una vez por todas lo común; esto, a Federico Jiménez Losantos, le incomoda. Imagino que para el turolense solo son válidas aquellas medidas que protejan de los otros los bienes propios. Así, solo hay una posición frente al resto: el miedo. El miedo es un arma cargada de futuro.
Que se utilice el argumento del suicidio para abalar la dación en pago puede parecer una estrategia que roza el chantaje (al menos, el chantaje emocional), sin embargo, el suicidio es la primera causa de muerte violenta en este país, por encima de los accidentes de tráfico. Lo más llamativo del caso son las cifras, porque el Instituto Nacional de estadística solo arroja datos hasta el año 2010. La cifra de ese año es escalofriante: 3.158 suicidios. Federico Jiménez Losantos expresa su deseo de ver suicidarse a la población por la subida de impuestos; en ese caso sí, ahí si consentiría el locutor la presentación de un millón y medio de firmas, entonces si le parecería bien una Iniciativa Legislativa Popular. El estado debe adelgazar hasta morir, el estado debe dejar que los dineros corran libres por las cuentas blancas y negras de la esquizofrenia colectiva.
He oído cosas extraña, como que la dación en pago supone una especie de agravio comparativo hacia ese 92 o 93 % de ciudadanos que si pagan su hipoteca; como que las hipotecas que dejan de pagarse las pagamos todos; como que en este país nadie se responsabiliza de sus actos (en relación a aquellos que no pueden pagar la letra mensual de la hipoteca por haberse quedado en paro); como que los desahucios son un montaje lacrimógeno y populista. La realidad es mucho más sencilla: ese 2 o 3 % que no paga la letra de su hipoteca, no lo hace porque carece de ingresos, o sea que, en realidad, no dejan de pagar por capricho: les gustaría poder saldar su deuda. Cuando una hipoteca deja de pagarse es el banco el que pierde, únicamente el banco. Es cierto que en este país nadie se responsabiliza de sus actos, pero no olvidemos la naturaleza del término “responsabilidad”: habilidad para responder; ¿qué habilidades para responder a sus pagos pendientes puede utilizar un parado que se haya quedado sin subsidio? El montaje populista de los desahucios desmontado con datos: 517 desahucios diarios.
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