Revista Opinión

Daddy long legs

Por Patsyscott
 Tell us a story! Tell us a story, remember what you said! You promised us, you said you would!  
 Bañados, cenados y en pijama, con este soniquete recibíamos los tres a mi daddy cuando llegaba del trabajo. Me subía a caballito, cogía a mi hermana en brazos y colocaba a mi hermano sobre sus zapatos y así nos llevaba a la habitacion y nos metía en la cama. Luego llegaba la hora del cuento. Lo escenificaba, impostando las voces, poniéndose cosas en la cabeza, cambiando los finales, o los personajes cada noche.
A mi hermano, que quería ser maquinista de mayor, se lo llevaba los sábados por la mañana a ver los trenes.  A mí, que de mayor quería ser viajera,  me llevaba los domingos por la mañana a pasear por el puerto de Buenos Aires donde atracaban barcos de todos los países imaginables. Aprendí a reconocer las banderas de todos ellos y también a reconocer los idiomas en los que hablaban los marineros y los nombres de mares y océanos por los que navegaban. A veces  teníamos suerte y nos dejaban subir a bordo.
 Una vez me gritó un marinero griego desde la cubierta del barco: ¡Adiós, pachi jamón! imitando el "Patsy, come on!"  de mi daddy.
Más mayorcita, recuerdo mi emoción al reconocer la estatua de Queen Victoria o la de Peter Pan en Hyde Park y los primeros recorridos por Londres de su mano, cada edificio, cada calle, tan familiar y reconocible porque ya nos las había descrito con todo detalle mil veces.
Me inculcó el amor por la literatura, dándome acceso libre a su biblioteca cuando mi voracidad había acabado con todos los libros infantiles de la casa. Despertó en mí  el interés por la política - la muerte de J.F.K, la llegada del hombre a la luna, la visita de Nixon a Rusia,  las historias de la   I y la II Guerra Mundial, de todo se nos hablaba e informaba. Luego  preguntaba "What do you think about that?" (¿y vosotros, qué opináis?)
Tenía una habilidad fantástica para transformar lo cotidiano en algo divertido. Tanto mi madre como mi padre trabajaban fuera de casa y los sábados se hacía una limpieza a fondo. Mi madre nos establecía una tarea a cada uno mientras ella hacía la compra. El sistema de mi padre para sacar brillo al suelo de madera era bailar sobre un trozo de felpa al tiempo que quitaba el polvo  a los muebles con la mano enfundada en un viejo calcetín, todo al ritmo de Di blu, de pinto di blu… Luego salía disparado a esperar a mami a la parada del autobús para ayudarla con las bolsas, olvidando de quitarse el calcetín del brazo.
 Ya jubilado, no dudó en abandonar su amado piso  de Londres y se trasladó con mi madre a Madrid para estar cerca de sus nietas cuando volvimos de  Bélgica.  Todos los niños y los perros del barrio lo adoraban.
Histriónico, distraído, divertido, culto y amoroso. Me pregunto muchas veces cómo podrá soportar mi madre su ausencia con tanta entereza.  Me duele que no haya conocido a sus bisnietos y siento una rabia infinita de que ya no esté aquí.
Hubiera preferido insertar sólo el mp3, pero soy incapaz, así que aquí va el video.

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