Contar cuentos es el principio de cualquier forma de entender el mundo. Fueron el fuego y los cuentos los que construyeron la épica y el asombro, los que dieron a la memoria sustancia para que se transmitiese y forjase un relato común, un lugar en el que sentirse a salvo. Tal vez los estemos sacrificando. Ya no se cuentan cuentos como los de antes. Se privilegia en ellos que no ofendan, que no duelan. La literatura debe ofender y debe doler. Debe ser escuchada antes que leída. Debe contener cretinos, gordos, feos, gigantes, princesas, monstruos y todo lo que se le ocurra a quien lo escucha o lo lee y al que lo escribe o lo cuenta.
Viñeta de Tom Gauld para The Guardian