¿Y ahora qué vais a hacer los dos "solitos"? Esa es la pregunta del "millón" que todo el mundo nos hace ahora cuando nos ve. Y eso que hace tres semanas, la cosa pintaba mal, y no hubiéramos apostado ni un céntimo por el giro que los acontecimientos han dado.
Tras la selectividad de Samuel, y los más de cuatro meses de visitantes en casa, estábamos todos exhaustos. Necesitábamos un cambio de aires, aunque fuera breve. Los cuatro días de escapada a Chiclana cumplieron su misión. Y disiparon la tensión y la frustración ante la incertidumbre respecto al próximo curso.
Días de escapada gaditana (Conil)
La "Presidential Proclamation" de Trump de finales de junio, y la paralización de las actividades de las embajadas, hacía inviable conseguir la visa para poder entrar a Estados Unidos. La cosa se torció más en julio, y Pablo tuvo que iniciar los trámites para matricularse en la Universidad en España. Respecto a Eva nos devolvieron incluso el dinero que ya habíamos pagado. Hubo alguna "lagrimilla" de la "pequeñaja", viendo que tras un proceso tan largo, su experiencia americana se disipaba. Pero un inesperado whatsapp a Pablo reavivó la esperanza. Un amigo de un amigo que trabajaba en una embajada centroeuropea en Washington avisaba que todo iba a dar un repentino vuelco. Y efectivamente ese vuelco se produjo al día siguiente. La demanda contra el gobierno americano de la Universidad de Harvard y el MIT, a la que se unieron otras 20 universidades, por las medidas que Trump había adoptado respecto a la enseñanza online y presencial en EEUU, funcionó. Y el juez no tuvo ni siquiera que pronunciarse, ya que Trump rectificó antes. Las visas de estudiantes se reactivaron y con ellas la actividad de las embajadas. Nuestra escapada gaditana era el preludio de una carrera contrarreloj, muy al estilo de las de esta familia.Eva, lista para volar a Dallas
De inmediato Pablo inició el asedio a la embajada americana en Madrid por tierra, mar y aire. Llamó a todos los teléfonos y escribió a todas las cuentas de email que localizó, muy a su estilo de "una gota en un latón". No una ni dos veces: ¡tropecientas! Y como "el que la sigue la consigue", accedieron a tramitar de urgencia su visa, adelantando la cita al 23 de julio. Primera prueba superada. En paralelo, y a pesar de las dudas, decidimos retomar las opciones de Eva justo el día en que, desde España, se iba a formalizar la renuncia a su plaza para el próximo curso. Nuestra determinación allanó las dudas que nos encontramos. Y ahora tocaba insistir para la cita de Eva, y tratar de que la hicieran coincidir con la de su hermano. Tampoco fue fácil, pero cuando hay motivación y convicción, las puertas se abren mágicamente. Y la segunda cita para Eva también se adelantaba de urgencia, haciéndola coincidir con la de Pablo. Escapada de urgencia a Madrid, con nuestros queridos Patricia y Alfonso de respaldo logístico y emocional. Y a los tres días teníamos la visa ya en casa. Lo más difícil estaba conseguido, pero no podíamos "dormirnos en los laureles". Las noticias no eran halagüeñas respecto a la posibilidad de que se vuelvan a cerrar fronteras. Y las entradas a Estados Unidos ahora sólo se gestionan por quince aeropuertos. Mientras tanto, en pocos días tocaba hacer lo que habitualmente toca en semanas. Con el añadido de que el violín de Pablo aún estaba en Italia, junto con parte de su equipaje. Traerlo con seguridad, no iba a ser fácil, tras el intento frustrado de Pablo por ir a recogerlo y cancelarse su vuelo semanas antes. Una hermana de una buena amiga, que resulta que tiene una empresa de mensajería, nos lo trajo con garantías, llegando en el tiempo de descuento a casa de nuestros anfitriones madrileños, un par de días antes de la salida de los vuelos a EEUU. Maletas, ropa, y gestiones múltiples de última hora fructifican en las salidas de los vuelos el pasado fin de semana. El de Eva el sábado 8, y el de Pablo el lunes 10. ¡Menudas tres semanas! No recordamos nada igual en años....
Habitación de Pablo
en la Universidad de Oklahoma
Más de uno se preguntará qué ha pasado con Samuel. Pues como "no hay dos sin tres", también lo suyo estalló a la vez que todo el "tinglado" de sus hermanos. Aunque consiguió su sueño de que lo admitieran en Físicas en la Universidad de Toronto, no pudo conseguir beca. Ello le cerró por ahora las puertas a su sueño canadiense, y le obligó a "ponerse las pilas" para selectividad. Su nota fue muy buena, pero las notas de corte en este año raro de coronavirus se han disparado, y no pudo entrar en su primera opción: Granada. Pero quizás no era eso lo que le marcaba el universo. Y él, que es un maestro en eso, supo escuchar, y cuando aceptó la alternativa de Córdoba, todo le fue "rodado": a través del primo Adolfo, ya tiene piso de estudiantes y compañeros de piso, y hasta un "trabajillo" como "profe" de inglés para chavales de primaria.
En definitiva: Eva empieza mañana sus clases en el High School de una pequeña localidad texana a media hora de Dallas. Está encantada con su nueva familia y con sus dos "hermanas americanas". Tocará su flauta en una banda de música. Y probablemente podrá seguir practicando la natación allí. Está escribiendo un diario, y da gusto recibir sus largos audios cargados de alegría y de vitalidad ante una experiencia tan radicalmente distinta a lo que ha venido viviendo hasta ahora.
Pablo, por su parte, becado por la Universidad de Oklahoma, ya ha pasado su mini-cuarentena en un hotel que le reservó la Universidad a su llegada. Sus pruebas PCR han salido negativas, y desde el viernes ya está en su residencia universitaria, a tan solo dos horas de su hermana (¡mira que es pequeño el mundo!). Su novia sigue estudiando en Dinamarca. Pronto harán tres años, a pesar de los amigos que auguraban un noviazgo corto en la distancia.
Samuel está disfrutando de playa y amigos por Málaga, a la vez que saca ratos sueltos para practicar el piano. Pronto le tocará también marcharse para Córdoba e iniciar allí una nueva vida.
Y nosotros nos hemos quedado aquí, aunque Eva volverá en unos meses. Pero desde luego no estamos en un "valle de lágrimas". Ni mucho menos. Y ello, a pesar de las caras de desaprobación de quienes no entienden que los hijos vuelen a pesar de lo que dicta el telediario, y a pesar del peor de los virus que corre por nuestras calles hoy día: el del miedo. Tener hijos es prepararlos para que vuelen. No es tenerlos encerrados en casa para que no les pase nada. Lo único inesperado es que ese vuelo haya coincidido para los tres simultáneamente, y que el mundo se haya vuelto loco en cinco meses. Pero "sólo" eso. Y hay que fluir con eso. Ahora toca disfrutar en pareja de pequeños placeres que quedaron postergados por la prole. Llevamos tres días de bricolaje para un mueble-cama diseñado por Mey para la "furgo". Esta tarde toca escapada.