En tiempos apretados, de cierta saturación y elevadas temperaturas (no sólo en el sentido térmicoambiental) tengo por fortuna a mano un selecto repertorio de lecturas breves y oxigenantes.
Estos días le ha llegado el turno a un agudo ensayo (no me atrevo a llamarlo sátira, aunque está repleto de humor e ironía y, por momentos, de sarcasmo) de la gran novelista británica George Eliot.
Se titula "Las novelas tontas de ciertas damas novelistas", y acaba de sacarlo la editorial Impedimenta, en traducción de Gabriela Bustelo.
Es un repasito de ciertas novelas que alcanzaron la fama en la Inglaterra victoriana, en la onda del abaratamiento edulcorado postromántico y demás. Pese a desconocer los títulos a que remite, es tan prodigiosa y contundente su insobornable exégesis que queda muy claro el paisaje literario de ciertas modas pasajeras: argumentos predecibles, personajes estereotipados y maníqueos, diálogos absurdos de tan inverosímiles, discurso baladí, fatuidad soporífera, abuso de la falacia patética, etc.
Algunas de las etiquetas que acuña para trazar la tipología de esas novelas (y de sus autoras) bien podría importase aquí, todo sea dicho.
Y para no llamarnos a engaño, conviene avisar de que aquí no hay feminismo ni cuestiones "de género": "La disculpa habitual para las mujeres que se hacen escritoras sin reunir ninguno de los requisitos necesarios es que la sociedad les impide entrar en otros terrenos profesionales. La sociedad es un ente muy culpable, al que se pouede atribuir la producción de incontables objetos dañinos, desde los pepinillos es mal estado a la mala poesía". (pág. 57)