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Dame tu corazón - Joyce Carol Oates

Publicado el 28 agosto 2017 por Rusta @RustaDevoradora

Dame tu corazón - Joyce Carol OatesEdición:Gatopardo, 2017 (trad. Patricia Antón)Páginas:344ISBN:9788494510069Precio:20,95 € (e-book: 9,99 €)
Este momento tenía que llegar. El momento de convertirme en una lectora incondicional de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), sin duda una de las grandes escritoras de nuestro tiempo, y una de las más prolíficas. Entre su inabarcable producción se cuentan novelas extensas como Qué fue de los Mulvaney (1996), Blonde (2000), La hija del sepulturero (2007) y Hermana mía, mi amor (2008), libros de relatos como Infiel (2001) y Mágico, sombrío, impenetrable (2014), obras de no ficción como Del boxeo (1987) y Memorias de una viuda (2011), además de poesía, teatro y literatura infantil. Ha escrito de todo, ha escrito mucho, y quienes la han leído en profundidad aseguran que su nivel medio roza la excelencia. Dame tu corazón (2011) es una colección de diez cuentos que la editorial Gatopardo, que en su aún corta andadura también está poniendo el listón muy alto, ha publicado este año en castellano. Antes de entrar en materia, una aproximación al título: a primera vista, un tópico romántico mil veces repetido en la cultura popular (el enamorado que lo entrega todo, que no teme dar, que considera positiva la devoción absoluta). Sin embargo, esta frase tiene un matiz perverso: enuncia una orden, con connotaciones de autoridad y desesperación por poseer al amado. Denota asimismo un punto tétrico en su significado más literal: querer un órgano, arrancarlo del cuerpo del otro, vísceras, humores, desgarro. La imagen elegida para la cubierta, un fragmento de La muerte de Sardanápalo (1827), de Eugène Delacroix, muestra una escena trágica, con un llamativo tono rojo, el color del amor y de la sangre. Ese Dame tu corazón, por lo tanto, resulta más terrorífico que sentimental. Porque, a menudo, la realidad apacible a nuestros ojos tiene un lado oscuro, recóndito, y de ese lado oscuro se ocupa Oates.El tema central de estos diez relatos es la violencia, una de las grandes preocupaciones de la autora. Una violencia que no va (solo) de puñetazos, sino que está integrada en las relaciones de poder de forma sutil, en pautas de comportamiento como celos, obsesiones o abusos. Se fija en los impulsos que la sociedad trata de reprimir, pero que en ocasiones salen a la luz de forma patológica. No necesita inventar monstruos para crear suspense; le basta observar con atención el entorno, con toda su violencia institucional contenida. Oates cultiva un realismo psicológico de tintes lúgubres; sus narraciones son electrizantes, inquietantes, despiadadas e intensas. Es, al mismo tiempo, una narradora versátil, por cuanto se adapta a cada cuento, si bien todos tienen en común el estilo fluido, ágil y visual, con abundantes descripciones del físico (para recalcar la repulsión del cuerpo o su decrepitud, como en «El torrente») y metáforas muy expresivas con animales feroces, acorde con la brutalidad reinante en la trama. No es conveniente leerlos antes de acostarse, no porque den «miedo» (bah), sino porque son como una descarga eléctrica (y a ver quién se duerme después).El primer cuento, «Dame tu corazón», consiste en una carta que una mujer de mediana edad dirige a su primer amor, a quien pide, décadas después, que cumpla su promesa y le dé su corazón: «No he olvidado nada, doctor K, mientras que tú, para condenación tuya, lo has olvidado prácticamente todo» (p. 22). El hombre ha triunfado en su carrera y en la vida familiar, pero ella desvela su cara oculta. La voz de la mujer (Oates es fantástica en la creación de voces) rezuma sed de venganza, que se manifiesta en el control y la persecución del otro. Emplea exclamaciones, busca un tono histérico, exaltado, como de perturbada. Este relato utiliza una pauta que se repite en otros: la inversión del rol víctima-verdugo, es decir, la víctima inicial canaliza la rabia hasta erigirse en una figura implacable que ya no inspira compasión. Aunque su odio pueda estar fundamentado, la mujer solo suscita rechazo, por encarnar auna trastornada capaz de hacer cualquier cosa para aplicar el ojo por ojo.Este intercambio de papeles se repite, de diferentes maneras, en otros relatos, como el perspicaz «Strip poker», sobre las vacaciones de una chica de catorce años: «Así es el lago de Wolf’s Head en agosto, éstas son las locuras de las que oyes hablar cuando vuelves al colegio, desando haber podido formar parte de ellas. Pues ahora formo parte.» (p. 101). La atracción por esas locuras, sin embargo, la conduce a una iniciación en el juego erótico que le trae problemas… hasta que les da la vuelta con un giro inteligente. Además de la joven y el chico de turno, destaca el rol del padre, al que está muy unida, un detalle que tendrá relevancia en el desenlace. En esta línea destaca asimismo «En ninguna parte», sobre una adolescente de estrato social bajo, con el padre en la cárcel. Su condición de hija de preso le causa malestar y acrecienta su antipatía hacia la madre; no obstante, al final se celebra la comprensión entre madre e hija, en la que es la resolución más reconfortante del libro («El corazón de Miriam dio un vuelco. Ella quería muchísimo a esa mujer, y las dos estaban juntas, indefensas, como dos nadadoras que se ahogaran abrazadas», p.282). Muchos relatos tienen una estructura triangular: de entrada parecen centrarse en solo dos personajes (una pareja, dos familiares), pero hay un tercero camuflado que a la larga se revela esencial.Algunos ponen el dedo en la llaga con la cuestión de las infancias torturadas, como «Asfixia», la historia de una mujer treintañera que no ha rehecho su vida desde que fuera testigo, de pequeña, del asesinato de una niña. Problemas con las drogas, un deambular sin rumbo. Y una posibilidad angustiosa: ¿y si este crimen solo existe en su mente, qué parte de lo que vio corresponde al trastorno y qué parte a la realidad? La madre (hay muchas madres en estos cuentos, muchas relaciones complicadas con los hijos) también tendrá algo que decir («Hay un momento para el amor, y hay un momento para repudiar ese amor», p. 133). «Sangría», por otro lado, es un cuento asfixiante, en el contenido y en la forma (voz torrencial, para leer deprisa, como sin respirar): un hombre intenta ayudar a una niña vejada, pero su buena voluntad lo lleva a un particular descenso a los infiernos que termina con él perjudicado; el terror más puro puede ser que te acusen de un delito que no has cometido. Siguiendo con los niños, «Tétanos» aborda la delincuencia juvenil a partir de la charla entre un niño hispano de familia desestructurada y un trabajador social. Muchacho problemático y educador responsable, dos personajes contrapuestos, con el añadido de que el segundo sufre en silencio su deseo de tener hijos («Cuando dos adultos que viven juntos no consiguen tener niños, ellos mismos se convierten en niños de por vida», p. 169).Uno de los mejores, y de los más extensos, es «El torrente», sobre esa gente del campo tosca y cruel, que recuerda a algunos cuentos Flannery O’Connor y Alice Munro. Este relato, situado a mediados del siglo XX, gira alrededor de la segunda mujer de un propietario, que se incorpora a una familia numerosa en la que ella debe encargarse de todo, incluido un sobrino veinteañero con trastornos mentales. El hecho de abarcar un periodo más largo de tiempo permite seguir la progresiva degradación de la mujer, cómo la candidez inicial se evapora entre estos individuos huraños, cómo se dedica a los demás en detrimento de sí misma, cómo va quedando atrapada en una rutina, en definitiva, opresiva («Lizabeta lo amaba, y lo temía. Una no amaba a un hombre si no le inspiraba temor, aunque sí podía temer a un hombre —y a muchos— al que no amase.», p. 206). En estas páginas sórdidas también será el personaje femenino quien abandone el rol de víctima para solucionar el conflicto a su (salvaje) manera.Hablando de matrimonios, «El primer marido» narra la transformación de un hombre desde que descubre unas fotos de su esposa con su primer amor. Las imágenes de los dos jóvenes, rebosantes de sensualidad, lo ciegan hasta el punto de creer que tal vez su mujer sigue pensando en su ex, más atractivo, más activo sexualmente, más todo. El esposo tiene el orgullo herido, la masculinidad herida, y él mismo destroza lo que ha construido con ella por los celos enfermizos, incontrolables. Con un estilo más torrencial, un largo párrafo del fluir de la conciencia, «Cerebro / escindido» relata la cotidianeidad de una mujer madura que acude todos los días a una clínica, donde está ingresado su marido. Parece una mujer ejemplar, una mujer bondadosa y abnegada que inspira lástima. Y, sin embargo, bajo esa aparente docilidad, al abrir la puerta se le pasan tantas barbaridades por la cabeza… En apenas diez páginas la autora condensalas inquietudes, la desconfianza, todo aquello que sucede en la mente pero no se ve en el cuerpo. O sí. Escalofriante y contundente.

Dame tu corazón - Joyce Carol Oates

Joyce Carol Oates

No falta una aproximación a las secuelas de la guerra, que pueden ser más inclementes que el conflicto en sí: «Vena cava», que cierra el volumen, recrea el regreso a casa de un veterano, que por supuesto arrastra un deterioro físico y mental que le impide recuperar la normalidad («el cabo no había recorrido toda aquella distancia, cruzando océanos y galaxias, con una placa de acero en el cráneo y un milagroso bypass en el corazón, para que un civil le dijera lo que tenía que hacer», pp. 336-337). Es otro relato de degradación, la caída de un hombre que depende de los demás y piensa continuamente en la escopeta que hay en casa. Y la usará, pero no como esperaba. Con este texto, Oates culmina un libro de relatos espléndido, que, aun manteniendo el nexo común del suspense y la violencia, resulta dinámico y variado en forma y fondo. Parejas tóxicas, la hostilidad de lo rural, infancias mancilladas, transgresiones. Relatos narrativos, con sus escenas y su diálogo; otros más experimentales, impetuosos. Se desenvuelve bien en todos los registros, y en todos nos obliga a mirar la cara más incómoda de la realidad. Sí, Oates es una escritora «incómoda»… pero terriblemente subyugante, lúcida y adictiva.

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