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Matar a un ruiseñor
A Regino Casamata —poeta intermitente—, en cuanto el mes de octubre asomaba la patita por debajo del calendario, el corazón se le agitaba como un gorrioncillo preso, y se entregaba a un nervioso refregar de manos y a un incesante deambular por los pasillos de su casa que ni siquiera su mamá (la señora Juliana), gran admiradora de su obra, conseguía calmar con tisanas de tila. ¿Y todo por qué? Muy sencillo. Tal desasosiego la producía el deseo de ver caer de un árbol la primera hoja otoñal y poder así, con toda el alma, darse a la ejecución de ripios sinnúmero...
...No hay duda de que el bueno de Regino desconocía la existencia de estos Dameros mensuales que tanto le hubieran ayudado a amenizar la espera. ¿Comprenden ahora cuánta es la suerte que tienen Uds.? Pues sepan aprovecharla y consigan aquí su gratuito ejemplar: El Damero de Vecind(i)ario
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