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Carísimo Ecuménico:
No fue mi intención consciente el permitirme tutearle en una primera ocasión (por desgracia, el inaugural mensaje que le envié lo he extraviado de manera misteriosa y ello me impide corroborar el punto), pues como Ud. mismo ha comprobado en el resto de misivas, recurro a un tratamiento más respetuoso para con su persona. Le ruego que no tenga en cuenta el anterior error pues nada me produce más enfado que no haber sabido tratar a según qué semejantes con el respeto que merecen y que las pautas de la educación nos dictan. El tuteo -o voseo, en caso de argentinos y uruguayos- empleado de golpe y porrazo a las primeras de cambio, me parece un uso que lejos de cordializar una relación entre desconocidos, la afean y la reducen a una charla tabernaria impropia de espíritus elevados. Otra cosa sería, claro está, que fuésemos presentados por algún amigo común y que fruto de esta normativa, accediéramos al tuteo de una manera formal. Así que mientras no se me indique lo contrario emplearé el tratamiento de usted en los escritos dirigidos a su dirección.
¡Inexcusable! ¡inexcusable del todo, amigo Ecuménico, me resulta que se agazape en su timidez para negarme unos párrafos de su autoría literaria! Yo le prometo sobre los huesos de mis difuntos que en cualquier caso me mostraré discreto, parco en el ejercicio de la crítica de ser necesario y ciego admirador de su obra, pues la mera lectura de sus epístolas indican a las claras que el redactor es persona de fundamento y que no derrocha su tiempo en disquisiciones fútiles. Envíeme un ejemplo, querido Ecuménico, que visto un trozo yo sabré calibrar la calidad del resto del paño. Y en cuanto a su timidez por mostrar sus escritos le remito al simpar hidalgo manchego y a un sapientísimo comentario de uno de sus interlocutores: "...don Quijote pidió ahincadamente a don Lorenzo dijese los versos de la justa literaria; a lo que él respondió que, por no parecer de aquellos poetas que cuando les ruegan digan sus versos los niegan y cuando no se los piden los vomitan,..."
Ruégole por otra parte que perdone la dispersión de comentarios con que le apabullo, yendo de aquí a allá y picoteando en todo como la melífera abeja, sin darle oportunidad de seguir su justa costumbre de no tocar más de un tema por misiva. Estoy de acuerdo en los términos aunque en este momento no se me ocurre un apartado sobre el que disertar en exclusiva. Tal vez tenga usted muchos en su alforja y por ello le agradecería que de tenerlo, lo expusiera, para mal que bien por mi parte, dar glosa a los mismos. Hay propuestas que por su complejidad no creo que merezcan la pena someterlas a exposición tal como la ecología que nos invade, el uso de energías alternativas, el aborto, la eficacia de los regímenes adelgazantes, la diatriba de la eutanasia o la siempre apasionante polémica de que en caso de existir un Infierno nos encontraremos allí con hembras de la talla lúbrica de Ava Gardner, Rita Hayworth y otras pelanduscas del pasado. Así que con toda cortesía cedo a usted el bastón de mando para presentar algo que merezca la pena discutir.
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