“Atracador, presidiario, toxicómano, escritor…: hoy “La Venganza de Tiburón”…
Nació en el 62 en una familia acomodada de Barcelona. Su primer robo lo cometió en el 75 y a partir de ese momento cometió hasta 500 atracos. Dice que robar un banco es orgásmico; dicen que sus fechorías llegaron a superar los 5 mil millones de pesetas; dice que se gastaba diariamente más de 100 mil pesetas; dicen que por lo que se llevó debe a hacienda más de 1000 millones de pesetas.
Empezó a drogarse en el 75 y en el 78 era politoxicómano: hachís, cocaína, heroína…, llegó a inyectarse LSD. En el 86 le encontraron anticuerpos. Ya no consume.
Entró en la cárcel por primera vez en el 81, y 3 puñaladas y 16 años después salió desenganchado y rehabilitado. Dice haberlo pasado bien en prisión donde dice que no conoció a ningún inocente.
En el 99 se reencontró con su amigo del alma, Loquillo, y gracias a él comenzó a trabajar como escolta de, entre otros, el propio Loquillo, Bunbury, Calamaro, Rosario, Antonio Carmona o el futbolista Leo Messi. Él en vez de escolta o guardaespaldas prefiere llamarlo “conseguidor”.
En 2010 publica su primer libro, “Confesiones de un gánster de Barcelona” y ahora, tres novelas después, está presentando “La Venganza de Tiburón”, en cuya sinopsis se lee: “una novela negra en la que el héroe es el delincuente”. Un libro escrito con la periodista Yolanda Foix (él se dice narrador, no escritor) en el que se relatan las andanzas y atracos de la banda de los travelos, que empiezan a robar por razones social-familiares, y un libro en el que paralelamente, y a consecuencia de aquello, se gesta y se consuma un venganza despiadada: “las paredes de la ciudad ya lo saben: el Tiburón vuelve a nadar”. Una novela violenta y canalla, sanguinaria y trufada de golpes de humor; una novela en la que los malos son los polis, en la que padres y vecinos de los choros les ayudan y aconsejan, y en la que el protagonista mata arrancando a bocados la yugular de sus víctimas.
Hoy charlamos con un superviviente, con Dani El Rojo; o con Dani “el millonario” que fue el alias que le puso la policía. Más largo que un día sin pan y corpulento como una panadería entera; luce patillazas canallas y cuidada perilla; su canción es “sexo, droga y rock and roll” de Ian Dury, y afirma que las peores cosas las aprendió en los mejores barrios”.
Y ahora ya: ¡a escuchar!
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A cuidarse!!