Año: 2016
Editorial: Autopublicado
Género: Novela negra
Valoración: Pasable
Las historias urbanas y callejeras, de corrupción, de chanchullos, de policías y ladrones, tan propias de nuestro tiempo. Hemos crecido con ellas, algunos de nosotros viviéndolas más o menos de cerca, pero la mayoría viéndolas desde la cómoda posición del cine y la televisión. El género negro, como se le suele llamar, y que, por supuesto, también tiene una importante presencia en la literatura. El último ejemplo de ello que nos llega es Ausencia de conducta.
La llegada de un valioso objeto revuelve el precario orden de los bajos fondos de Madrid. Se trata de una botella de whisky de 150.000 euros por la que muchos están dispuestos a matar. De hecho, las primeras muertes ya han empezado a caer. Daniel, un policía corrupto metido en todos los fregados con mala pinta, entra en escena para salvar a su protegido, Elías, y ya de paso hacerse con la botella por encargo de Tosco, el pez gordo de la mafia en la capital.
Nada nuevo bajo el sol, que pensarán algunos. Con un argumento que bien podría ser el de una peli de Guy Ritchie, Ausencia de conducta nos presenta la típica historia de tipos duros y gente chunga. Es cierto que hay un gran público que nunca tiene suficiente de estos libros (yo mismo, sin ir más lejos), pero en este caso no tengo la tan necesaria sensación de frescura. Las situaciones ya me suenan; las motivaciones, también; por no hablar de los personajes, que son los mismos que hemos visto cientos deveces ya.
No digo que Ausencia de conducta sea un mal libro, no creo que sea así. Lo que pretende el autor es elogiable y palpable, pero le falla la ejecución por varias de sus partes. Si bien mantiene un pulso narrativo firme y un ritmo alto y constante desde la primera página, el estilo le flaquea. Para empezar, nos encontramos con multitud de frases demasiado cortas que no terminan de desarrollar correctamente las ideas y que tienen tendencia a caer en la reiteración de conceptos. Para seguir, el narrador tampoco ayuda: demasiado entrometido, deseoso de dar detalles que el lector debería encontrar por sí mismo de forma natural. Pongo dos muestras de esto:
“—Me coméis los cojones. No tenéis ni puta idea de nada, sois mierda fresca —Daniel era así, directo, dominador y dinámico.”
“—El trato es el siguiente —Daniel fue directo, no se anduvo por las ramas —tú dejas en paz a…”
Son solo un par de ejemplos, pero la obra está sembrada de este tipo de información innecesaria que solo entorpece la fluidez de la lectura. Aquí se requiere una buena capa de aquello tan valioso del show don’t tell.
La estructura, en cambio, es de lo mejor de este libro. El autor sabe jugar con los puntos de vista a la perfección, cambiando el momento para que el lector vea quién hizo qué y cómo. Respecto al orden de los capítulos, si bien al principio puede parecer demasiado enrevesado y caótico, al poco se le pilla el truco y consigue el deseado efecto de poliedro narrativo. Es posible que Daniel Aragón se haga un poco de lío con tanto cambio de tiempo y lugar y con tanto personaje secundario, pero por lo general la construcción de la obra está muy conseguida.
Decía que no parece un mal libro y es cierto. Hay buen material en Ausencia de conducta, pero no termina de lograr lo que se propone. Sin embargo, y con todo, me parece que es un libro que pasa el corte y que tal vez a los amantes del género les merezca la pena echar un ojo a sus escasas 147 páginas.
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