Dieciséis años después de Piano, el disco que quebró su trayectoria al medio -clave para la reflexión y el redescubrimiento de sus detractores; el álbum que menos lo representa según sus fanáticos- Daniel Melero vuelve a las teclas con Piano volumen 2, esta vez acompañado por Yul Acri. ¿El hombre señalado como Agente de Cambio Número Uno del rock argentino repitiéndose hasta en el título? Él mismo se encargará de explicarlo en esta entrevista.
Pero no sólo de pianos vive Melero y es entonces donde se anima, como buen conversador, a hablar de la originalidad en el arte y de su lugar como “vanguardista”. Y ahí, cuáles son sus clichés y cuáles sus gambetas. También nos cuenta el fantástico método del que se vale su banda para armar las listas de los shows; da algunas precisiones sobre su disco en colaboración con el babasónico Diego Tuñón; y organiza el que sería su festival perfecto con bandas de la actualidad.
Pues bien, este es Daniel Melero: el hombre que derribando su propio mito lo reconstruye a cada segundo.
¿Por qué Piano volumen 2 en este momento?
Estoy grabando otro disco, empezamos a grabarlo antes de ir a hacer la sesión de Piano volumen 2 y me pareció que la manera de llamar la atención sobre un disco nuevo era volver a hacer algo que fuera recopilatorio. A su vez, los temas que están grabados nosotros los estamos tocando, eventualmente hacemos shows de piano. Y de eso no había un registro, así que por un lado es táctico y por otro lado es querer que quede un registro: como salió bien, se convirtió en un disco. Esa es la situación que se dio.
Cuando fuimos a grabar con la banda nos gustó el estudio y el piano que había. Y la idea me cerró un día estando en otro estudio de grabación, produciendo un disco de Yul, que es justamente el pianista de Piano 2. Y en un descanso, estábamos ahí en el patio y se me ocurrió esto; después lo conversé con Rodrigo Ottaviano, mi manager, y fue todo muy veloz. Fue una minuta, digamos, cómo sucedió todo. A su vez, la grabación está filmada en gran nivel y también va a ser publicada.
¿El video de “Sangre en el volcán” viene de ahí?
Sí, viene de esa filmación y es la toma del álbum, además. Los temas por ahí los volvíamos a tocar pero son una sola toma por lo general. Sí se grabaron muchos pianos después; es muy distinto que el otro disco de piano porque se utiliza el instrumento con un enfoque mucho más violento. Por empezar, este disco no es baladístico. Y tiene otro aspecto sonoro: al tener otro aspecto sonoro, también es otra mi manera de cantar. Igual queda bien ponerle a toda la estrategia Piano volumen 2.
Eso fue extraño, que vos le pusieras “Volumen 2” a un disco.
¡Ya era hora, viste, ya era hora! (Risas). Porque no quiero caer en lo que los demás ven como mi... Mi cliché sería el cambio. Y yo no funciono verdaderamente así, entonces también es una manera de liberarme de eso. Pero la verdad, creo que a la vez se nota tanto que el disco es muy diferente, que quedó como una broma.
No es una continuidad, ni cerca.
No, no, no. Por ahí el “volumen 2” puede ser porque tiene más volumen (risas). Debería ser “volumen 11” como si fuera Spinal Tap (más risas).
Subió el volumen del piano, también el volumen de tu voz...
Sí, también, hubo algunas canciones en que la performance fue violenta, directamente.
¿Y eso con qué creés que tiene que ver?
Con el tipo de pianista. Y fundamentalmente, con el tipo de piano. Es un piano moderno. Los pianos modernos son más estridentes, suena orgánico pero es estridente; el otro era un piano de fines del siglo XIX, entonces sonaba como música romántica de esa época, ¿no? Y también era “romántico” el álbum. Este también, pero tiene canciones más misteriosas como “El ritmatista”, “La reina del enigma” o... Bueno, “Sangre en el volcán” es una canción muy misteriosa. O “El reino de los sueños”: esa es una de mis favoritas, de las que mejor quedó. Piano es un álbum baladístico, se puede escuchar plácidamente; éste reclama, tiene otro tipo de reclamos.
¿La selección de los temas y sus arreglos cómo fue? Porque hicieron todo muy rápido.
Yuliano, entre una noche y un día hizo... más que arreglos te diría que son orquestaciones, buscó que tuvieran una característica especial para cada canción. Eso me llevó a profundizar en el microfoneo de una manera específica para cada tema. O, por la posibilidad de tener tantos micrófonos, utilizar en algunos temas unos micrófonos y en otros, otros.
¿Y eso lo fuiste decidiendo en el estudio?
Eso lo decidimos días antes, pero de alguna manera también somos víctimas del proceso de hacer. Imaginate, a la velocidad que esto ocurrió también sucedieron eventos que, así como me viste elegir rápidamente qué quiero comer ahora [la nota fue en un bar] también hicimos elecciones de esa clase. ¿Sabés qué pasa? También la gama infinita de posibilidades a veces es peor que restringirse. En este caso, como el juego era “vamos un día al estudio a hacer todo esto” y estaba funcionando; bueno, en el juego hay reglamento y una de las reglas era “no hay lugar para la duda”. Las decisiones son las decisiones. Si no, siempre llegarías tarde (y en general con las decisiones se llega tarde). Acá, si había un reglamento del disco era “ya”. Que tenga calidad, mucha calidad, pero ya. Es fabuloso proponértelo y que salga, que ocurra. Fue muy agotador también, al otro día de hacerlo me di cuenta.
Grabar un día entero y que el disco sea eso, debe conllevar su presión.
Sí, pero más que una presión era liberador también, porque no tenía esa idea de “bueno, esto lo vemos mañana”. No.
Por un lado era “esto tiene que salir bien” y por el otro “bueno, ya está”.
Sí, y tiene que tener valor para ser publicado, porque de otra forma hubiéramos grabado un show en vivo, donde no tendría tanta personalidad cada tema, aunque ya venían siendo más poderosas las canciones que usábamos. Hay muchas que eran muy violentas y ocurrió que no se grabaron, el material prácticamente lo decidió Yul.
¿Él hizo la selección?
Sí, el grueso lo hizo él. Hubo algún tema que se le escapó o que yo sugerí pero la mayoría los eligió él, como generalmente también él y el resto de los artistas que tocan conmigo son los que hacen las listas de los shows. A mí me da más o menos lo mismo.
¿Preferís que el otro proponga? ¿Te sorprenden con sus selecciones?
Me sorprende el orden con que seleccionan, a veces. Yo lo haría bastante distinto. Sobre todo cuando tocás, además del material nuevo que estés haciendo, hay tanto repertorio que de alguna manera el público que me va a ver ya lo conoce... Y me parece que el orden no es tan importante, las canciones se abren paso solas ubicadas en cualquier lugar del show, más allá de nuestras intenciones. Pero me gusta ese juego y es un juego que hacen mirando listas de un artista que quizás no tiene nada que ver. Hay bandas ridículas que eligieron, no me acuerdo... ¿Vos te acordás de alguna lista que se haya usado, Rodrigo? (Le pregunta a su manager).
RO: Sí, en el show de Belushi se usó una lista de los Beatles del año ’65, por ejemplo.
¿Y cómo es el método? ¿Miran las características de las canciones y buscan las equivalencias entre esas canciones y las tuyas?
Sí, sí, miran la lista y dicen “esta equivale a esa” (risas). Pero es absurdo, lo que ven es absurdo. Había una lista de Roxy Music también, pero hubo una de un grupo terrible, como si te dijera Air Supply o algo por el estilo.
Sentiste que te estaban matando ahí.
No, no, ¡si yo ni siquiera sé las canciones de Air Supply! (Risas).
Es muy peculiar. Porque intentan pensar lo que pensó el otro a la hora de armar la lista y quizá fue algo totalmente distinto a lo que se dispara.
(Se ríe). Si tuvo sentido se lo arrancan de cuajo. Es casi un capricho, un juego, un procedimiento sin sentido. ¡Pero da buenos shows! Lo que funciona al final son los temas y cómo se tocan. Igual a mí me gusta ver que juegan a eso, me parece hasta un halago.
Hablando de delegar, cuando salió Piano vos decías que te parecía injusto que llevara solo tu nombre, que Diego Vainer merecía figurar en el título.
Sí, sin dudas. Entonces hicimos también un EP [Dejaré que el tiempo me alcance] y ahí sí está el nombre de él. De todas maneras, en el caso de Piano fue un disco que se editó primero en Chile y lo grabé con un dinero que me habían dado para producir un disco de recopilación con versiones tecno mías, versiones nuevas. Allá se llamaron Uno y Dos y acá se llaman Piano y M (acá salió mucho después). Y en Chile era necesario que estuviera mi nombre porque era un disco de presentación; además yo hice ambos discos con el dinero destinado para uno solo. Piano también lo hicimos rápido, en dos o tres días, veintipico de horas en el estudio. La sesión de Piano volumen 2 duró del mediodía hasta la noche, tarde, nos habremos ido a las 11 y media de la noche. ¡Ya lo vas a ver en la película! (Risas).
¿Y tu rol de cantante para estos discos de piano? Te diste un lugar totalmente distinto al habitual.
Sí, cada vez me dedico más a cantar, si lo pensás, cada vez toco menos.
Como si a partir de Piano hubieras hecho un clic. En Vaquero ya está.
En Vaquero no toco en todo el disco, sólo canté. En Supernatural toco una guitarra acústica y un sintetizador... Sí me encargo de los procedimientos. En Disco es muy importante [Tomás] Barry, para mí él produjo las mejores piezas del álbum. Las redondeó él: “Mirá mirá” y “Dudas”. Los otros temas me encantan y todo pero estos tienen un sonido totalmente genial, que yo nunca hubiera sabido hacerlo.
Hace un tiempo dijiste que querías recargar más en la voz y menos en lo corporal. ¿Lo seguís sosteniendo?
Sí, no tengo dudas. Además me gusta mucho cantar, ser el cantante de músicos que tocan como los que tengo la suerte de tener alrededor, porque tocan de manera muy abstracta, es como que siempre se están fugando de la música. Entonces hay un juego de si voy a ser formal o si me voy con ellos; o si ellos se formalizan y entonces yo me escapo. Y esas son cosas que en los shows se deciden en el momento, porque nosotros ensayamos los temas como una red de contención, por si nos fuimos todos a la mierda (risas). No es que ensayamos un show y después vamos y lo repetimos en todos lados: cada show tiene su propia lista y aparecen temas que no estaban en el anterior, se decide en el día y también durante el show yo decido.
¡Y encima la lista no la armás vos!
No, pero en el momento yo digo “che, éste no, toquemos el que viene después”. Cuando veo que el show se está dando de una manera trabajo sobre eso en el escenario, no estoy respetando lo que creía que iba a ser antes, porque para eso tocás con pistas y yo hace como quince años que no lo hago.
En cuanto a reformulaciones, Piano volumen 2 tiene algunos momentos con un toque caribeño, si se quiere. ¿Eso cómo surgió?
Sí, en “Sangre en el volcán”, “Besar” y “Canciones de moda”. Pero las originales... Por ejemplo, yo siempre pensé que “Sangre en el volcán” era caribeña, después, qué sé yo, como era con tontones electrónicos cuando la grabamos con Los Encargados… Yo siempre la vi así; y con la banda la tocábamos con batería, claro. Estaba intentando hacer algo centroamericano, y después en Conga también: si vos escuchás “Canciones de moda” está repleto de percusión, tumbadoras y bongós. En el caso de “Besar” no, creo que es distinto, es un tema de esos que hago con una guitarra. Pero en “Sangre en el volcán” ahora se nota. Para más, es medio como un tango y a la vez tiene elementos de dub en el piano, los ecos. Quedó un híbrido muy interesante, una nueva especie (risas).
Me sorprende que lo hayas pensado desde siempre ese toque caribeño, quizá uno nunca lo hubiera imaginado hasta escuchar la nueva versión.
Pero bueno, es como lo de las listas, la fuente uno la utiliza fundamentalmente para confundirse (risas). Y también para fundirse, en algún lugar (no en términos de dinero en lo posible, pero también si fuera necesario). Yo cuando compongo pienso en cosas anteriores, en cosas que existen, arranco desde ahí. Desde siempre: creo que lo original no existe para mí.
¿En qué pensás, en algo ajeno o en algo propio, que ya hiciste?
En algo ajeno, escucho una canción que me gusta y toco encima. Pero seguro que mis acordes empiezan a no ser los que eran y después, cuando saco la canción, recuerdo cómo era el tema que estaba componiendo y ya mi recuerdo es fallido. Después lo muestro a los músicos y cada uno lo interpreta de formas distintas y a mí me sirven más que las que yo pensaba. Pero no creo en “lo original”, sí creo que uno intenta ser, no sé, íntegro, genuino. Si publicás, tratar de que sea una composición que te parece buena, interesante, válida, inclusive que contraste con lo que se supone de vos o que siga una línea equis, lo que sea. Pero no creo en la gente que piensa que puede ser original: a lo sumo podés ignorar cosas y creer que sos original.
Pero va a ser más una cuestión de ignorancia tuya que la realidad.
Sí, aparte, qué sé yo. Porque… (Piensa unos segundos) Nadie es tan especial (risas). Formamos parte de una tradición genética nosotros, todos los humanos, entonces es muy engreído creer que uno puede ser un original. Pienso que en algún laboratorio tienen un tipo que es totalmente original, que lo crearon ahí y no tiene forma de hombre (risas).
Es paradójico que esto lo digas vos.
¿Por qué?
Porque siempre fuiste señalado como “lo original, lo nuevo, lo moderno”. Esto también porque se confunde “original” y “moderno”.
Claro, y no tienen nada que ver. La modernidad tiene mucho que ver con implementaciones tecnológicas. Mirá: para mí el arte decae desde la invención de la pintura rupestre, que es lo que nos transformó completamente. Y la tecnología más importante que tenemos es el control del fuego, no son los celulares. O sea, la revolución humana en el arte está en la pintura rupestre, a partir de ahí transmutamos esas ideas, las hacemos representaciones de distintos presentes que vivimos. La vanguardia, si existe la vanguardia... Yo creo que lo que existe siempre es gente que es del presente y a veces el mercado no está listo. Yo no me considero de vanguardia.
Pero sí creés que eso te pasó muchas veces, ser del presente.
Sí, si vos oís el disco de Los Encargados hoy, te das cuenta que no era de vanguardia. Colores santos no era de vanguardia, ¡era de la época! Esas son mentiras. El problema es que hay mucha gente de retaguardia. Y cualquier industria tiende a tratar de tener un status quo, sobre todo estas industrias. Hoy en día es un momento muy interesante porque la industria no sabe qué tipo de industria es, una discográfica es más de management hoy. Entonces es una empresa ¡pero tampoco emprenden! ¿Qué cantidad de grupos nacionales editan las multinacionales hoy? Pasan años y no sacan a nadie. Y si sacan alguno nacional es algo que viene de la tele, y de la televisión nunca bajó a la calle el rock; como máximo, a veces fue al revés. O sea, la tele nunca fue línea. Yo no puedo creer que la gente mire la tele o escuche la mayoría de las radios pensando “eh, ya no pasan música como la de antes”. La música de antes, la que vos creés que es buena, ¡no la pasaban tampoco! Pero tenías la curiosidad de encontrarla por ahí.
Bueno, hay una frase tuya que es tremenda y tiene que ver con esto: “cuando tus amigos empiezan a decir que ya no hay música como la de antes, es el momento en que tenés que cambiar de amigos” (Risas).
¡Sí, sí! Eso pasa a los 23 o 24 años, que la gente tiende a asentarse. Les pasa a los periodistas también, porque hay un lugar donde había una época que eras joven, ibas a shows o a la casa de tipos que estaban haciendo algo, lo que sea. Y en un momento dado tenés un trabajo que cumplir, estás cansado a la noche, tenés familia, y no querés que te vengan a mostrar nada nuevo. Preferís que no ocurra también. Y el mismo sistema del que te burlabas es el sistema al que luego pertenecés.
A muchos músicos les pasa.
Sí, también a los músicos. En general, la gente habla de “en mi época”. ¡A los treinta te dicen “en mi época”! (Risas). Nosotros lo usamos mucho de broma eso, aparte ya no sabemos...
¡Cuál es su época!
En mi caso, mi época... ¡Estoy ansioso porque empiece! (Risas).
Hablando de épocas. Encontré una comparación que hiciste alguna vez y me resultó simpática. Vos viste en vivo a Los Gatos, Almendra, Manal y Vox Dei, juntos en un festival...
(Interrumpe) Sí, ¡que corría alrededor de Spinetta! ¡Y también tocaba Industria Nacional! (Risas).
Y alguna vez dijiste que cuando viste en los ’90 a Carca, Juana la Loca, Babasónicos y Martes Menta, sentiste que era como estar en un show de la magnitud de aquel, con lo que pasaba en el momento.
Claro, claro. Es que hubo un show, creo, en Die Schule.
Claro, y te parecía que representaba lo que sucedía entonces. Hoy, ¿con qué bandas armarías ese show?
Con Luciano Duarte, con Puar, me gustaría que estuviera Guerra de Almohadas. Klauss que toque un poquito entre los grupos (risas). No, Klauss no estoy seguro de que sea para ese show pero sí me parece único. ¡El otro día estaba haciendo la lista y ahora no me acuerdo de nadie! ¡Cuando me hacen estas preguntas no me acuerdo! (Se ríe y piensa). ¡Shaman! Shaman [Herrera] tendría que estar en ese show, Sobrenadar tendría que estar... Ya está, ahí tenés cuatro y tenés más. Hay de más, ¡hay mucho más! Pero en el público tendría que estar Carca (ríe), tendría que ir Leandro Fresco, Diego Tuñón... ¡Ah, y tendría que estar UN, Miguel Castro!
¿Ellos dónde, arriba o abajo del escenario?
¡En los dos lugares! (Risas). A todos nos haría muy bien ver todo eso junto un día, sí. ¿Te imaginás el camarín? Va a ser impresionante en ese show (más risas).
¡Hay que organizarlo, Daniel!
¡No, más trabajo no puedo! El camarín de ese show... Con ese público y esos invitados puede no ir nadie que es un hitazo, va a ser un show igual.
Mencionaste a Tuñón. Con él estás haciendo un disco, ¿cierto?
Estamos terminándolo ya. Hoy iba a ir a grabar las voces...
¡No me digas que no fuiste para venir acá!
(Asiente). Me engañaron, me dijeron que tenía la tarde libre (risas). Pero estamos ahí, muy cerca, prácticamente en un 80% del disco. Es la primera vez que un babasónico va a tener un disco en solitario. Y es un disco extraño, por momentos muy melódico en piano y por momentos muy electrónico-siniestro. El hilo conductor es el proceso que ocurrió en la mente de un novelista, un viaje que él emprende hacia Oriente: a Vietnam, atraviesa el Río Mekong. Ese es el hilo interno del que está hecho el disco, que se va a llamar El camino del opio.
¿De quién fue la idea del viaje?
Creo que la idea del viaje fue mía, pero lo del camino del opio fue idea de Diego. Y con eso solo ya está todo. Después hay temas que él los hizo prácticamente solo y yo los procesé; y hay temas que los hice yo solo y están hechos a partir de pianos que él tocó. Pero todo forma parte de la nube de estar imaginando música juntos, entonces es casi irrelevante a quién se le ocurrió qué... Porque es consecuencia del otro.
[Publicado en indieHearts el 28 de mayo de 2015.
Imágenes tomadas del videoclip de “Sangre en el volcán”]