Año: 2016
Editorial: Cazador de ratas
Género: Fantasía
Valoración: Está bien
La reseña de hoy cierra la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville a los mejores libros independientes de 2016. Finalmente, para esta edición van a ser 66 los libros participantes, todos ellos salidos de los catálogos de editoriales independientes o autopublicados. Mañana anunciaremos a los nominados en sus respectivas categorías y el viernes publicaremos las estadísticas que ha arrojado la primera fase de esta edición. Vamos ahora con Ad Infernum.
Es el anno Domini 1513, momento en el que llega a su fin el plazo de mil años que le fue concedido al demonio Asmodeus para poder encarnarse y andar sobre la faz de la Tierra. Para poder prorrogar este don y posponer su vuelta al infierno un nuevo milenio, Asmodeus debe entregar el fruto de su unión antinatural con una mujer pura y santa. Por segunda vez.
Con Ad Infernum, el lector se encuentra con una novela ambiciosa que pretende llegar a lo más profundo del alma (entendida según la mitología cristiana). Para conseguir un efecto más impresionante, su autor se ha asegurado de documentarse a conciencia sobre teología y demonología, cosa que se advierte con un primer vistazo. También ayudan los términos latinos con los que se expresa continuamente Asmodeus. Sin embargo, esta veracidad católico apostólico romana no se corresponde con el rigor histórico que demanda una obra ambientada, a la limón, en el 513 y en los primeros años del siglo XVI. La ambientación histórica no está tan lograda y es difícil diferenciar entre estas dos fechas pese a que hay diez centurias de diferencia (que se dice pronto). O a lo mejor yo esperaba más detalles que indicasen la lejanía en el tiempo, o que los personajes hablasen muy distinto a lo que lo hacen, por ejemplo. De cualquier modo, no es una traba mayor capaz de interrumpir el avance de los acontecimientos.
Ad Infernum empieza francamente bien, tomándose su tiempo para desarrollar los hechos, dejando al lector espacio para que se dé cuenta de que no tiene una historia común entre las manos. El mundo de hechiceros y sacerdotes, ángeles y demonios, santos y condenados que dibuja esta obra, atrapa con facilidad, en una trama que, avanzando sin prisa pero sin pausa, resulta novedosa y fascinante. Personalmente, creo que la dirección de la narración, tal vez presa de ese ritmo tan pausado, tiende a resultar repetitiva hacia el segundo cuarto de la novela. En esa parte, los personajes parecen encerrados en el círculo de maldiciones, deudas y pactos demoníacos, y se tiene la incómoda sensación de no ir a ningún sitio. Más adelante, atravesado ya el ecuador del libro, hay que reconocerle al autor que toda esa parte más pesada era necesaria para el correcto transcurso de los acontecimientos posteriores. No obstante, y aun a riesgo de resultar yo mismo repetitivo y machacón, me sigo preguntando si no hubiera sido posible explicar todo eso con menos texto (sería de agradecer, pues el total cuenta con más de 500 páginas).
Fuera como fuese, el último tercio de Ad Infernum desata sus posibilidades, cerrando un círculo mucho más perfecto de lo esperado en un principio y recompensando a los lectores más pacientes. Creo que la sensación final es que ha merecido la pena llegar hasta allí. Mirándolo con un poco de perspectiva, puedo decir que no se trata de un libro fantástico en sí, ni de una novela histórica propiamente dicha, ni siquiera de un thriller paranormal. Es una obra que no se acomoda con ninguna etiqueta, y a la que le intuyo una capacidad elevada de atraer a los lectores más diversos. Está bien.
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