Creo que poco a poco lo estoy logrando, he hecho de mi casa un búnker y de mi corazón una bala blindada. Me enseñoreo en la melancolía, saco pecho, pido a gritos la condecoración a título póstumo, me pido voluntario para la matanza. Soy ése sí, precisa y justamente ése, el Gilipollas Número Uno. Con dos cojones. Y habrá, confío, quien me perdone y hasta comprenda que hable siempre desde este acre gonadismo testicular, pero es que no hay tutía, a ver con qué ovarios de los que nunca estuve equipado me pongo a desballestar el mundo. Esto no es Mansfield Park. El otro día, sin ir más lejos, me sacaron tarjeta, me eneseñaron la bandera negra por soltar bombas como "Hoy soy la ira que te hará pedazos/en cuanto aviste tu bandera blanca". Joder. Tienen razón. Qué terrible. Qué cabrón. Qué malnacido. A veces olvido que vivo en la dictadura de PinyPon. En la que cualquiera puede cometer el acto más atroz y deleznable bajo los efectos psicotrópicos de la locura transitoria pero ya escribir la maldad, es decir, pensar la maldad, eso implica una premeditación inmoral difícilmente concebible. El asesino es un loco y hay que encerrarlo. Pero el cínico es un perverso y un enfermo. A ése hay que lincharlo. Que nos está manchando la limpia conciencia del circo feliz. Pero está bien, estamos bien, estamos conformes. Hemos avanzado mucho en lo que a libertades respecta. Hace 500 años ya me habrían quemado. El siglo pasado por mucho menos ya me habrían metido en el talego. Y aquí estoy, sin embargo, soltando mi mierda a los cuatro vientos bíticos del orden mundial. Pero tampoco hay que engañarse. Esta permisividad no deriva del ejercicio de la libertad, baja más bien de la asunción de que el rebaño es más Rebaño que nunca y que cuanto más ruido haya en el aire mejor para los que reparten y se reparten el pastel. El tipo peligroso no es el que blande un pensamiento divergente. El tipo peligroso de verdad es aquel que no empuja un carrito de bebé, que a los 30 años no ha cambiado aún su pequeño utilitario por un monovolumen o un cuatro por cuatro... ¿Y ya puestos, toda esta infumable invectiva a cuenta y riesgo de qué viene? Ah sí, que eso, que sí, que la letra negra ésta de hoy va por ustedes, los cuatro o cinco francotiradores que sé que vienen aquí un día sí y otro también a tirarse a cara de perro contra mi acrimonia, y no juzgan y son lo sufientemente personas, lo suficientemente ustedes mismos, como para saber leer entre líneas, sacar sus propios qué. Son ustedes la polla. Nos vemos ahí fuera. En tierra de nadie. Buscando la muerte.