Revista Cultura y Ocio

Dar vaso por liebre (y 2)

Por Fruela
Aunque no quiero continuar demasiado tiempo dándole vueltas a mi-traducción-no-mía, creo que conviene incluir un ejemplo de la transformación ejercida en el texto para que se comprenda cómo se distancian ambas propuestas.
El inicio de la obra me parece buen lugar, ya que es una de sus mejores secciones y establece el tono del libro. Así termina el pequeño prólogo:
C’est pourquoi il importe, puisque ces décors de Bruges collaborent aux péripéties, de les reproduire également ici, intercalés entre les pages : quais, rues désertes, vieilles demeures, canaux, béguinage, églises, orfèvrerie du culte, beffroi, afin que ceux qui nous liront subissent aussi la présence et l’influence de la Ville, éprouvent la contagion des eaux mieux voisines, sentent à leur tour l’ombre des hautes tours allongée sur le texte.
Yo lo traduje de este modo:
Por eso, porque esos decorados de Brujas colaboran en las peripecias, importa reproducirlos aquí, intercalados entre las páginas: muelles, calles desiertas, antiguas residencias, canales, beguinajes, iglesias, orfebrería del culto, campanarios, para que así quienes nos lean sufran la presencia y la influencia de la Ciudad, sientan el contagio de las aguas más cercanas, noten a su vez la sombra de las altas torres alargarse sobre el texto.
Como se puede observar, la virtud (y acaso el defecto) de mi propuesta es la literalidad, que pretende mantener esa torsión sintáctica, esa incomodidad de la frase que emplea Rodenbach.
Poco tiene esto que ver con la traducción "de Fruela Fernández" que publica Vaso Roto:
Por eso, porque el paisaje de Brujas forma parte de la trama, se trata de reproducirlo aquí, intercalándolo en estas páginas: los muelles, las calles desiertas, las casas antiguas, los canales, las comunidades de beguinas, las iglesias, la orfebrería religiosa, los campanarios, para que así quienes nos lean experimenten también la presencia y la influencia de la Ciudad, sientan más próximo el contacto de las aguas, adviertan a su vez la sombra de las altas torres proyectarse sobre el texto.
Una lectura en paralelo demuestra, como ya indiqué, la tendencia a alterar términos por el puro gusto de alterarlos: cambiar "beguinajes" por "comunidades de beguinas", "noten" por "adviertan", "importa" por "se trata de", "alargarse" por "proyectarse"... no parecen acciones imprescindibles. De por sí, esto ya supone una injerencia en el trabajo del traductor, una enmienda a su voluntad de un estilo literalista, tenso.
Más aún, hay casos en los que esa manía de usar el botón derecho del ratón para activar la opción "Sinónimos" de Word provoca pérdidas de sentido: unos "decorados" no son un "paisaje", "sufran" no es lo mismo que "experimenten" y, desde luego, "contagio" no es "contacto" (ahí La Corrección confunde incluso la concordancia de los adjetivos, ya que "voisines" no puede referirse más que a las "aguas").
El problema adquiere su verdadera relevancia cuando se analizan todos esos cambios arbitrarios en conjunto. Es posible que, vistos de uno en uno, puedan justificarse algunos de ellos. Pero esa reiteración de cambios "a la baja", esa insistencia por elegir siempre una palabra más "normal", menos cargada de matices y de temporalidad, acaba reduciendo la peculiaridad del texto: lo facilita, lo actualiza, lo acerca. En suma, despoja al texto de la extrañeza que le es propia, la que nos permitiría aprender de él, para forzarlo a una semejanza con nosotros, con nuestra narratividad presente.

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