Revista Cultura y Ocio

Daredevil (Netflix): la desolación del héroe.

Publicado el 30 diciembre 2015 por Casoledo

Una de las series del año, y de las mejores aproximaciones a la mitología contemporánea de los superhéroes que se han hecho hasta el momento. El formato Netflix la beneficia, en el sentido de que puede entenderse como una larga película en la que cada capítulo es un episodio más al servicio de la narración, y sin que sea preciso concluirlos obligando a sostener el aliento. Pero a ello acompaña una escenografía noir que procede directamente de los mejores cómics que se han publicado sobre el personaje en las ultimas décadas, un guión que nos introduce directamente en la trama y complementa la historia a través de flashbacks, unas interpretaciones memorables, la música, los guiños frikis... Horas y horas de digno entretenimiento que viene a reivindicar una de las más brillantes creaciones marvel: el abogado ciego, pero dotado de otras capacidades que lo convierten en un héroe, y cuyo concreto afán por la justicia consituye acaso el matiz diferenciador que lo ha hecho, desde que pasó por las manos de Frank Miller, el personaje más adulto de la imaginería marveliana. De este modo el argumento aparta el foco del habitual antagonismo entre el bueno y el malo, ambos seres especiales en un entorno que no pasa de decorado, para abordar otros aspectos como la corrupción y la violencia sistematizada en determinados entornos donde la vida no vale nada, hasta el punto de que aspectos tan escabrosos como el tráfico de mujeres y niños es uno de los que debe afrontar el héroe, culminando por cierto en una escena de pelea sucia, dolorosa, que ha merecido el halago unánime de cualquier aficionado al cine: un plano secuencia de tres minutos en los que el protagonista, malherido, tira de coraje para deshacerse de los matones.

Y es que tuvo que ser Frank Miller, al igual que hizo con Batman, quien recuperase al personaje para la narrativa superheroica en el inovidable tomo "Man without fear" del que la serie es orgullosa deudora: ahí esta su inicial uniforme amateur, más un chándal que otra cosa, su aspereza argumental, la sequedad de la violencia y, sobre todo, la determinación de un Matt Murdock que asume sus capacidades como responsabilidad y destino de una manera obsesiva. Es cierto que en los últimos tiempos el luchador atormentado se ha convertido ya en un tópico, pero en en este caso la angustia del personaje no procede tanto de oscuros episodios de su infancia, que los hay, cuanto de la abrumadora tarea que se ha propuesto, y en la que intervienen elementos de la realidad que poco tiene que ver con la habilidad de dar saltos y atizar buenos golpes: la manipulación mediática, los poderes financieros, la cobardía e indiferencia generalizadas... En no pocas ocasiones vemos a Daredevil, antes de que su nombre se pronuncie por vez primera en el útimo episodio, fracasado, roto e impotente, pero aun así empecinado. Por fortuna la serie huye también de la sobredosis de acción, y muchos de los episodios transcurren como lo harían en una historia de cine negro o intriga judicial. Si algo podrían reprocharle los aficionados al "Diablo de la Cocina del Infierno", de hecho, es su excesiva fragilidad, pues hasta los rivales de trámite requerien de gran esfuerzo. Se trata, en definitiva, de un ser humano que intenta reparar un mal que seguramente excede de sus posibilidades. Y no podemos evitar pensar en lo aterradora que sería la situación en la que nuestra vida apacible dependiese precisamente de actitudes heroicas a cargo de unos pocos, quiza en ese sentido debamos entender estas narraciones como una llamada de atención. Si miramos hacia otro lado, y dejamos que el mal avance, sólo nos quedará Daredevil. Y Daredevil es una ficción.
Daredevil (Netflix): la desolación del héroe.
Como toda gran obra cinematográfica, no podría entenderse sin sus secundarios. Especialmente un Vincent D'Onofrio gigantesco -en todos los sentidos de la palabra-, que compone un Wilson Fisk shakesperiano, agitado por un subterráneo sentimiento de culpa y una permanente voluntad de librarse de ella justificando sus actuaciones a través de una especie de misión sagrada en aras del desarrollo de la ciudad. Uno de los episodios de esta primera temporada se centra exclusivamente en su figura, para presentarlo como un niño sometido a malos tratos y un adulto implacable, que se cree víctima antes que victimario. Magistral es el cierre de la serie, que conecta con la presentación de Fisk, en ambos casos ante la soledad que para él simboliza una pared blanca.

Pero también está Foggy Nelson, protagonista de otro capítulo magistral, aquel en el que descubre que la larga amistad con Matt estaba llena de lagunas, y el dolor que ello le produce aparece muy bien reflejado a la expresividad del actor, Elden Henson.

Y por último, Karen, un personaje tan rico en el cómic que se ha quedado corto en esta primera temporada, aunque algunas cosas ya se apuntan, pues lejos de presentarse con el habitual rol limitado de las mujeres en este tipo de ficciones, aparece dueña de enigmas y violentada por el mismo afán de justicia que sus compañeros. Ya veremos. Eso sí, queremos que haya rollo en la segunda temporada...

En conclusión, tenemos que agradecer la entrada de Netflix en nuestro país aunque sólo sea por esta estupenda serie, de la que ya esperamos una segunda temporada con impaciencia. Hasta entonces iremos abriendo boca con Jessica Jones, que también está mereciendo halagos, y recuperando los cómics de un justiciero en el más estricto sentido de la palabra: aquel que se refiere a quien observa y hace observar estrictamente la justicia. Y acaso, de vez en cuando, fataseemos con que en el mundo real algo así sea posible.
Daredevil (Netflix): la desolación del héroe.

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