Las declaraciones de Ricardo Darín a una revista -”que alguien me explique cómo creció el patrimonio de los Kirchner”- provocó una airada respuesta por parte de la Presidenta, que no responde, sin embargo, a la interpelación de Darín. El impacto que ha tenido la controversia no obedece solamente a la gravedad de la acusación implícita, sino a que muchos suponían que Darín era un ladero del oficialismo. Es por este motivo que han provocado un modesto sismo político. Otro hombre del cine, el premiado director Campanella, salió en defensa de Darín. Por otro lado, el gran actor del “Secreto….” se queda corto, porque en las alforjas presidenciales hay más que un sólo paquete: los negociados de Jaime, De Vido-Skanska y los contratistas K de Santa Cruz, por citar lo más reciente.
CFK se defiende planteando que su familia fue beneficiada con tres sobreseimientos, en tanto que acusó a Darín de haber zafado de una condena por contrabando gracias a la prescripción de la causa. No es exactamente lo que ocurrió: la causa por enriquecimiento fue simplemente archivada, por la complicidad de los fiscales. De acuerdo con las declaraciones juradas, el patrimonio presidencial se multiplicó once veces desde 2003, de 7 a 82 millones de pesos -un salto prodigioso para una pareja absorbida por tareas de gobierno. La cifra sería incluso bastante mayor, sin embargo, ya que está disminuida por la declaración de deudas millonarias con una empresa donde la propia familia K es accionista. En los negocios corrientes, este tipo de operación precede a un vaciamiento.
Los Kirchner han justificado el crecimiento astronómico del patrimonio como una consecuencia de la valorización de los terrenos patagónicos de su propiedad. Desgraciadamente, no se trata de un caso de una especulación inmobiliaria exitosa como arguyen algunos oficialistas, como si esto fuera posible sin haber reunido antes un capital considerable y gozar de la ventaja de una información preferencial -para colmo, desde una posición de gobierno (gobernación de Santa Cruz y Presidencia de la Nación). El enriquecimiento inmobiliario constituye una transferencia de riqueza en perjuicio de los afectados por la carestía habitacional. En Calafate, los K compraron terrenos a un precio considerablemente inferior al de mercado (al valor fiscal establecido por intendencias adictas).
Las declaraciones juradas oficiales tampoco aportan un sólo dato de los manejos patrimoniales de los K anteriores al ‘modelo’, cuando ejecutaban a deudores hipotecarios en los años de la 1050 de la dictadura militar -ni dan cuenta de los famosos 1.100 millones de dólares por regalías petroleras que Kirchner recibió de Menem en los años ’90 a cambio del apoyo de los K a la privatización de YPF, los que mandó al exterior. La ubicación de esos fondos, así como de sus cuantiosos intereses, continúa siendo un misterio “nacional y popular” (o más bien ‘neoliberal’, por la época en que se volatilizaron).
Como se ve, mal que le pese a Federico Luppi, Darín demostró no tener un pelo de pelotudo. El gran actor de “Tiempo de Revancha”, que defiende el relato oficial, debería mirar la paja en su propio ojo.
Marcelo Ramal