Revista Historia

Darío I El Grande

Por Joaquintoledo

Darío I El Grande

Darío I, el Grande e iniciador de las Guerras Médicas

Cuando acaeció la inexplicable y súbita muerte de Cambises de retorno a casa, iba con él un hombre encargado de hacer historia. Era joven y se llamaba Darayavaush, si bien es más conocido por su nombre en griego, Darío. Era primo en tercer grado de Cambises y era descendiente de Teispes, el segundo rey que en teoría habían tenido los persas, e hijo de Histaspes. Como el más cercano a heredar el trono tras la muerte de Esmerdis y Cambises, se apresuró a aplastar la revuelta del medo Gaumata. Isaac Asimov establece una teoría muy particular para esta coyuntura. Según este escritor, es bastante posible que Darío haya asesinado a Cambises y posteriormente derrotado a Gaumata, no sólo por ambicionar el poder y librarse de todos sus enemigos, sino por cuestiones religiosas. En efecto, alrededor del año 600 a.n.e. cuando aún existía el Imperio Medo, había aparecido una nueva religión. Nos estamos refiriendo al zoroastrismo. Hablaremos de este culto en otro espacio, sin embargo debemos resaltar que tras la desaparición del profeta Zoroastro, la religión que instauró encontró muchos adeptos extendiéndose rápidamente. En esencia propugnaba una especie de henoteísmo, es decir, aceptaba muchas divinidades,  pero sólo una de ellas era suprema. No desconocía el politeísmo, pero obviamente lo ponía frente a un gran cambio. Ahora bien, según Asimov, Darío habría perpetrado el asesinato pues no compartía la idea de tolerancia hacia otras religiones y sobre todo la preferencia hacia Marduk que mostraron tanto Ciro el Grande como Cambises II. Él era un profundo zoroastrista, y por tanto, todo parece indicar que su lucha por el poder, tuvo un criterio religioso. Entonces Asimov se hace la pregunta: ¿Tramó Darío esto desde un principio con el fin de imponer una religión en la élite persa? Hay indicios de que sus antecesores mostraban simpatía por el zoroastrismo, así que antes de su llegada este culto ya estaba insertado en los Aqueménidas. Pero entonces Darío, ¿asesinó a Cambises?, ¿el rumor de Gaumata es sólo un mito que sirve como una cortina de humo? Después de todo, esto no resultaría tan descabellado, teniendo en cuenta que fue Darío quien escribió la historia.
De todas maneras, las cosas no fueron nada fáciles para Darío cuando exigió el trono. Al adentrarse en territorio propiamente persa, se enteró de que el rey en Babilonia, que se hacía llamar hijo de Nabonido, bajo el nombre de Nabucodonosor III, se había revelado abiertamente contra el poder de los persas, y ya tenía un ejército considerable, lo cual amenazaba con dividir al imperio. Sin embargo, los sublevados fueron derrotados y en el año 519 a.n.e., se volvió a tomar Babilonia, y esta vez, el castigo fue más severo. Sin embargo, Herodoto nos dice que costó trabajo tomar la urbe, y que los persas usaron a un noble, llamado Zopiro, el cual se hizo azotar además de cortarse las orejas y la nariz para marchar mutilado donde los babilonios y mostrarles la ira de Darío. Estos lo recibieron y se hicieron sus amigos.

Cuando Zopiro creyó encontrar el momento adecuado, abrió las puertas de Babilonia al mejor estilo caballo de Troya, y consiguió que los persas ingresen. Pese a que era un zoroastrista convencido, Darío esta vez sí permitió que los babilonios sigan alabando a sus propios dioses. Después de todo, no fue un rey malo. Ayudó a los judíos para que finalmente puedan reconstruir su templo, ya que desde su regreso a Palestina, habían sido fastidiados e impedidos de tal hazaña por sus vecinos. En el año 516 a.n.e. el Templo de Jerusalén estaba reconstruido.
Sin embargo, sentado en su trono y con un enorme imperio que controlar, Darío se percató que la ambición humana no tiene límites. Hizo algunos ajustes en su frontera con la India, y envío un ejército a Europa, considerado el primero de Asia en llegar al Viejo Continente. Se hizo con algunas ciudades del norte de Grecia y eso le bastó la mayor parte de su reinado, ya que, después de todo, mantenían buenas relaciones comerciales con los helenos. En realidad en la mayor parte de su reinado, Darío destaca por las obras públicas que realizó, en especial en cuanto a comunicaciones, y por ello recibe el apelativo de “el Grande”. Como tenía un imperio gigante, el rey de reyes se preocupó por perfeccionar y aumentar toda una red de caminos los cuales conectaran su imperio desde los más lejanos puntos hasta las principales ciudades. Una de sus grandes innovaciones  fue,  terminados los senderos, instaurar un sistema de correos mediante los caballos mejor entrenados de todo el país. Debían ser rápidos y en efecto, el éxito fue rotundo. Dicho sistema hasta fue elogiado por el griego Herodoto. En materia económica, además, instauró la moneda conocida como el dárico en todo el imperio.

Otro de los cambios que llevó a cabo, fue nombrar como capital a Susa conocida por los persas como Susiana, si bien gustaba pasar los veranos en la no tan calurosa Ecbatana. Sin embargo, quiso dejar su propia huella para la posteridad y decidió construir una nueva urbe, totalmente hecha con manos persas, y si bien él la llamo Parsa, es más conocida por nosotros gracias a su nombre griego, Persépolis, o sencillamente “ciudad de los persas”. Si bien esta locación fue una especie de palacio gigante, sirvió además como una ciudad donde se enterraron a todos los reyes persas de Darío en adelante.
Pese a todo, el monarca no era un dios, y obviamente no a todos los habitantes de su reino les simpatizaba, y por ello, hacia el 522 a.n.e. se registran grandes sublevaciones (además de la ya narrada por Nabucodonosor III), en Bactriana, en Persis, Elam, los antiguos territorios donde se ubicaron los asirios y en Egipto, las cuales, gracias a los fieles militares persas, pudieron ser aplacadas. Finalmente en el 521 a.n.e. nuevamente en babilonia, un rey que se hacía llamar Nabucodonosor IV, se levantó contra Darío, empero fue castigado y muerto. Para finales de ese mismo año, la paz había vuelto a su gran imperio, y hasta tuvo tiempo para someter a los escitas, posibles culpables de la muerte de Ciro el Grande. Todos estos detalles se conocen gracias a la Inscripción de Behistún un grabado en un acantilado hecho en idioma elamita, persa antiguo y babilonio. Obviamente fue el mismo Darío, el responsable de su creación.
Ahora bien, habíamos hecho mención ya que los detalles del gobierno de Darío se conocían no sólo gracias a los griegos, sino a fuentes legadas por él mismo. En efecto, esta inscripción fue algo así como un modo de auto-ensalzarse, conteniendo además datos biográficos. Las inscripciones se hallan en un peñasco en los alrededores de la aldea de Behistún y están colocadas en un lugar elevado, por lo cual debió haber acarreado como mínimo la muerte de un par de obreros en su tallado. Después de todo, tal posición es algo entendible, ya que Darío no deseaba que la inscripción se borrase o se alterase con el pasar de los tiempos, y vaya que lo logró.

Está narrada en tres idiomas diferentes: persa antiguo, elamita y en acadio. Lo curioso es que no está en arameo, lengua que terminó por reemplazar al elamita como la favorita del gobierno persa ya para el reinado de Artajerjes I. En ella se narra principalmente el modo en cómo Darío llegó al poder así como su ascendencia.
Darío además continuó gran parte de su reinado disfrutando de paz. Se llamó rey de todas las naciones e instauró a su hijo Jerjes I como monarca de la ciudad de Babilonia, lugar potencial para revueltas. En el extremo oriental de sus fronteras, es decir con la India, las cosas no marchaban tan mal a pesar de que sus habitantes eran por tradición belicosos. Los satagidas fueron incorporados al imperio y muchas otras naciones y pueblos de la India en la frontera, sirvieron a los persas, en una tierra exuberante y rica en recursos por tradición. Yéndonos al otro extremo, es decir Egipto, el único peligro que había representado acaeció al inicio del gobierno de Darío, cuando tras la muerte de Cambises II, la nación subyugada aprovechó para rebelarse. Sin embargo gracias al sátrapa designado, Ariandes, Darío consiguió controlar la situación, y hasta consiguió más ciudades y ensanchar los dominios imperiales hasta el golfo de Sidra. Otro de los puntos flacos, pero muy lejanos del imperio, era la zona ocupada por los escitas, la cual se extendía desde el mar de Aral (entre las actuales kazekistán y Uzbekistan) hasta la frontera con Ucrania. Darío entonces quiso rodearlos llegando desde la Tracia, pero allí se encontró con una fiera resistencia escita basada en la tierra quemada. Darío, de todos modos se conformó con una fuerte defensa en el Danubio.
Ahora bien, el hecho por el cual Darío I es muy conocido en occidente, se debe a que fue uno de los protagonistas de la Primera Guerra Médica, de un total de tres que los persas aqueménidas mantendrían contra los griegos. Ahora bien, para entender el conflicto, debemos narrar sus causas. La cuestión fue sencilla: Al tener los persas el domino de Tracia, Macedonia, parte del norte de Grecia y las ciudades griegas jónicas, es decir ubicadas en el Asia Menor, la mayor parte de la Hélade estaba rodeada. Atenas, atenta a estos movimientos, se alió con los aqueménidas para evitar que estos se vean tentados a una guerra abiertamente. Darío en realidad, no tenía tales intenciones, pero tampoco era perfecto. Él se conformó con que los griegos mostraran cierto vasallaje mediante la alianza ateniense y el comercio creciente. Sin embargo los griegos jónicos que gozaban de mayores prerrogativas y riquezas fueron los primeros en rebelarse abiertamente hacia el año 500 a.n.e.

Las razones fueron varias, una de ellas fue sencillamente que los jónicos se negaron a seguir pagando un tributo al rey de reyes porque éste daba mayor favoritismo al comercio fenicio. Por otro lado,  la toma de Bizancio, Naucratis y Sibaris habían afectado su economía, y el avance de los persas sólo los perjudicaban más y más. En el año 499 a.n.e., Aristágoras, el tirano de Mileto pidió ayuda a sus ciudades griegas hermanas, pero sólo Atenas, respondiendo a sus intereses, decidió socorrerlos enviando veinte barcos. Eretria fue otra de las urbes que correspondieron al llamado. Sin embargo resintió mucho que Esparta no vaya a la guerra.

El hecho es que los griegos se mostraron muy insolentes y reuniendo un ejército respetable se dirigieron a la importante ciudad de Sardes aniquilándola por completo. A su vez, la flota en conjunto tomó Bizancio. Así entonces, la pequeña Grecia, se rebelaba contra la gigantesca potencia mundial persa. La respuesta de Darío no se hizo esperar y derrotó a los griegos en la Batalla de Éfeso en el 498 a.n.e. y en el mar en la Batalla de Lade en el 494 a.n.e. A esto siguieron varios triunfos aqueménidas sometiendo una por una las urbes jónicas, y de paso, para vengar Sardes, rastrillaron Mileto, aniquilando a toda su población. Los escuetos sobrevivientes fueron deportados, esclavizados y llevados a distintas partes del imperio.
Todo debió acabar allí, sin embargo,  según cuenta la tradición, Darío preguntó quien  había ayudado a los jonios, y sus asesores le respondieron que había sido Atenas. Eso bastó para que la corte persa no dejara de hostigar al rey de reyes con el fin de que efectúe un castigo contra esos traidores, los cuales habían roto el pacto de alianza. Los atenienses mientras tanto ya estaban haciendo preparativos. Uno de sus líderes era Milcíades, el cual estaba convencido de que para ganar se debía tener una poderosa flota. Además estaba Temístocles, quien se opuso terminantemente a ello, pues creía que los hoplitas y la falange griega era el mejor punto de apoyo para una victoria, es decir, en tierra. Los aqueménidas mientras, ya iban tomando las Cícladas y Eubea. Una flota gigante desembarcó un fuerte contingente militar en el oriente del Ática, ya que éste lugar había sido recomendado por un traidor, se trataba de Hipias, quien estaba exiliado y ayudaba a los persas.

Así entonces acaeció la famosa Batalla de Maratón del año 490 a.n.e. en la cual los griegos derrotaron a las tropas de Darío. Según las fuentes los imperiales perdieron alrededor de 6 mil soldados y los griegos menos de 200. Pese a todo el apoteósico cuadro que la historia occidental pinta acerca de esta batalla y la primera guerra, algunos historiadores argumentan que Darío no envío una nueva fuerza más que todo porque su intención había sido solamente castigar a los atenienses y no avanzar sobre la Hélade en sí. Según Herodoto, en cambio, el rey de reyes ya estaba preparando una nueva expedición, frustrada debido a una insurrección en Egipto en el año 486 a.n.e. lo cual retrasó todos sus planes y ese mismo año, en noviembre, la muerte le sorprendió.


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