Omara Durand, viva expresión de voluntad y maestría deportiva. Yuniol Kindelán, su guía, la complementa.
Para saber o medir en su total dimensión la voluntad de una persona habrá bastado disfrutar durante estos nueve días de competiciones los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019.
Entrega, inclusión, seriedad hasta la médula y un espíritu fraternal que le arrancaron las lágrimas a más de uno.
Y es que la primera presea de estos 1 900 paradeportistas es precisamente el hecho de sobreponerse a los obstáculos y adversidades impuestos por la vida, para hallar un sendero de realización y triunfo, de renacer si se quiere, a través de la actividad del músculo.
Ahora bien, en medio de ese concierto de sacrificio, demostraciones de alto calibre, y amor por la camiseta insospechado, vimos caer el telón de una cita que nuevamente vio erigirse monarca a Brasil, (cuarta ocasión en línea luego de las victorias de México en las dos ediciones iniciales), con 124-99-85; escoltada por Estados Unidos (58-62-65), los aztecas (55-58-45), Colombia (47-36-50), Argentina (26-38-43), y Canadá (17-21-22).
Cuba (13-10-16), recaló séptima en esta ocasión como parte de una cita que marcó récord de participación con 33 naciones en concurso y luego de que hace cuatro años en Toronto, los nuestros recalaron en la sexta posición (19-15-13), aupados esencialmente por el atletismo, la natación, y el levantamiento de pesas. Guadalajara 2011 y el aval de (27-16-11) marcaron nuestro máximo esplendor hasta la fecha.
Disciplinas que nuevamente llevaron la voz cantante esta vez, solo que con una dosis considerablemente menor de preponderancia, a razón de campo y pista (8-1-5), natación (1-4-2), judo (1-1-1), halterofilia (1-1-1), para tenis de mesa (1-0-2), y para tiro (1-1-1) en calidad de disciplinas aportadoras de cetros, aunque como ya bien resaltamos, todo performance, merecedor de presea o no, merece una estrofa o loa.
Y es que al igual que ha sucedido con el deporte convencional, los países de la región, y otros tantos de disímiles latitudes, han vuelto su mirada hacia el deporte y le han inyectado capital para su desarrollo tanto en infraestructura, medios e instrumentos para asegurar la preparación o entrenamientos, tecnología de punta vinculada a diferentes tipos de estudios biomecánicos y de patrones psicológicos de los atletas, contratación de saberes especializados…
El ejemplo más ferviente en ese sentido, con un salto de calidad sumamente notorio es el de Colombia. Los cafeteros, de una foja de (24-36-30) en la nación de la hoja de Maple en su bandera, casi duplicaron sus títulos ahora (47), además de materializar 20 bronces más, lo que a todas luces habla de una expresión sólida de crecimiento.
En cuanto a Cuba, sexta del medallero histórico en estos certámenes a espaldas de los auriverdes, mexicanos, estadounidenses, argentinos y canadienses, si bien es cierto que hace muchísimo por materializar el crecimiento de sus paradeportistas, también lo es el hecho de que se encuentra en franca desventaja respecto a otros países.
De hecho, la mayoría de nuestros exponentes se inició en la práctica de forma oficial de manera tardía. Algunos como los del deporte Rey y la natación se encuentran insertados dentro o a la par de la dinámica de las preselecciones nacionales convencionales de sus respectivas disciplinas, aunque no en su totalidad, pero en otros como el parabadminton, el paratiro, o hasta el mismo parapesas… el seguimiento a nuestros efectivos, así el grueso de su puesta en forma transcurre desde sus provincias, donde las dificultades asociadas a infraestructura de desarrollo y otros “demonios” se acentúan.
Ese hándicap se complementa con el hecho de que su roce competitivo es también bastante escaso. No pocos de nuestros paradeportistas llegaron a tierras del Cuzco con únicamente el certamen clasificatorio como aval en su hoja de ruta internacional.
Con todo y eso sumamente ponderable resultan los rendimientos de la velocista Omara Durand, nuevamente triple reina (100, 200 y 400 metros), con par de plusmarcas parapanamericanas en las últimas dos distancias a razón de 23.67 segundos en el doble hectómetro, y respetables 52.51 en la vuelta al óvalo, mejores incluso, que los cronos de las últimas dos finalistas de ese segmento en la Liga del Diamante. Omara no solo es la reina indiscutible de su categoría T-12, débil visual profunda, sino que se erige como la paraatleta más rápida del planeta. No en balde le colocaron una placa en La Videna, justo al lado de la del fenómeno jamaicano Usain Bolt.
Gerdan Fonseca se mostró muy complacido y efectivo con su nueva prótesis de pierna. su récord parapanamericano de 55.88 metros en la jabalina F-64 así lo demostró. Foto: Calixto N. Llanes, enviado especial.
Sus coequiperos Gerdan Fonseca (55.88 metros) en la jabalina F-64; Lenier Savón (6.89) en la longitud T-11/12; y Luis Felipe Gutiérrez (7.31) en la T-13, fueron otros de actuaciones descollantes.
Como también el nadador Lorenzo Pérez, dueño de un cetro en los 400 metros estilo libre (5:19.37 minutos) y par de platas en los 50 y 100. Eso recién recuperado de un estado gripal que lo aquejó en días previos a sus confrontaciones.
El judoca Yordani Fernández (+100 kg), los atletas Ulicer Aguilera y Guillermo Varona (jabalina), la pesista Leidy Rodríguez, el tenimesista Yunier Fernández, y la tiradora Yenigladys Suárez, todos capaces de acariciar la gloria de América.
A ellos, a todos nuestros medallistas y a la totalidad de nuestros competidores, muchas gracias. Son el ejemplo de la voluntad inclusiva que existe en la sociedad cubana, de capacidad para crecerse ante las adversidades.
El relevo del movimiento paralímpico cubano está asegurado. En Lima, jugaron todos y en la ardua ruta que se inicia rumbo a Tokio 2020, no me queda la menor duda de que irán siempre en busca de más. Más sueños, más reconocimiento, mayor entrega, más sensibilidad y espíritu de sacrificio y solidaridad humana.
(CubaSi)