Revista Cultura y Ocio
Aunque Alfonso Martínez de Toledo escribió una de las obras maestras de la literatura medieval española, todavía sabemos poco de su vida.
Al editar el Arcipreste de Talavera, en 1901, Pérez Pastor sacó de esta obra y de colofones en otras obras cierta información biográfica, que es la más segura de cuantas conocemos hasta hasta ahora. Así mostró que Alfonso había nacido en Toledo hacia 1398, que hacia 1427-28 visitaba Valencia, Tortosa y Barcelona, que en 1438, cuando escribió el Arcipreste, era capellán
del rey Juan II, bachiller en derecho canónico y arcipreste de Talavera, y que en 1448 era porcionario de la catedral de Toledo y uno de los capellanes de la capilla catedralicia de Reyes Viejos. Finalmente, Pérez Pastor publicó un documento que mostró que nuestro autor vivía todavía en 1466.
Estos datos son los más fidedignos que tenemos hasta ahora sobre la ida de Alfonso Martínez de Toledo, pero es de suponer que una búsqueda sistemática en los fondos documentales de la época nos enseñaría más.
Yo he empezado esta búsqueda, y aunque todavía no he podido llevarla tan lejos como hubiera querido, espero que lo que voy a decir tenga cierto interés como, digamos, informe interino. La información que he podido recoger hasta ahora viene, en parte, de los archivos de los conventos toledanos del siglo xv; pero la mayoría de los datos proceden de los documentos recientemente impresos por el padre V. Beltrán de Heredia, en su Bulario de la universidad de Salamanca (1219-1549) (Salamanca, 3 vols., 1966-67), y, por lo tanto, se relacionan en cierto modo con el tema principal de este congreso.
El Bulario consiste en unas 1.527 bulas papales y otros documentos sacados del archivo vaticano y relacionados con la universidad de Salamanca, o con sus graduados, o con los graduados españoles que hubieran podido estudiar en Salamanca, aun si no se sabe por seguro que así lo hicieran. Este es el caso, por ejemplo, de Alfonso Martínez: no sabemos dónde estudió ni dónde sacó su título de bachiller en derecho canónico. Pudo ser en Salamanca, y por esta razón el padre Beltrán de Heredia incluye en su Bulario una docena de documentos sobre él; pero también es posible que fuese bachiller por Lérida o Valladolid o alguna universidad extranjera. En todo caso, hacia 1420 allí estaría, con título universitario y probablemente con algún prestigio familiar, listo para empezar una carrera eclesiástica, es decir, de acumulación de beneficios.
Sobre esto ya se sabe algo, o, mejor dicho, se cree saber algo. García Rey ya mostró en 1928 que Alfonso Martínez era racionero de la capilla de Reyes Viejos entre 1415 y 1418 y luego porcionario; y Erich vonRichthofen, en el mejor estudio literario del Arcipreste, descubrió que en 1427 era tesorero y obrero de la catedral de Toledo '. Pero, en realidad, en el siglo xv había muchísimos clérigos entre Salamanca y Toledo que ge llamaban Alfonso Martínez; en el Bulario se distinguen al menos catorce entre 1398 y 1468 y, naturalmente, algunos de éstos han sido confundidos con nuestro autor, por ejemplo, Alfonso Martínez de Burguillos, quien era capellán de Reyes Viejos en 1422, y en 1424 tesorero de la catedral, una posición que todavía retenía en 1433 (Bulario, docs 650, 689, 695, 868). Este hombre no podía ser nuestro autor, porque el nuestro era arcipreste de Talayera en 1427, y en 1431 hace una declaración totalmente fidedignaque sus únicos beneficios son este arciprestazgo y una capellanía en la catedral de Toledo (Bulario, docs. 762, 828).
Por lo tanto, hay que desechar algo de lo que creíamos saber de su vida en los años anteriores a 1427: no parece que nuestro Alfonso llegara nunca a ser tesorero ni obrero de la catedral ni, desde luego, desposeído de tales cargos. En efecto, la primera noticia clara que tenemos de él es del 5 de mayo de 1424, cuando litigaba contra Fernán García, canónigo de Talavera, por el arciprestazgo de Talayera, pleito que ganó, puesto que disfrutaba del arciprestazgo al menos desde 1427 (Bulario, docs. 694, 762).
El puesto no era malo, para un principiante. Bajo la autoridad general de arzobispo y arcediano, el arcipreste gobernaba el clero parroquial de Talayera y juzgaba pleitos y causas en su propio tribunal eclesiástico, aunque a veces encargaba este tribunal a su lugarteniente. Así, el 20 de septiembre de 1436, una venta judicial fue autorizada por 1. García Rey, V., «El Arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez de Toledo», en Revista de Bibliotecas, Archivos y Museos, 5 (1928), 298-306; Richthofen, E. von, «Alfonso Martínez de Toledo und sein Arcipreste de Talavera, ein kastilisches Prosawerk des 15 Jahrhunderts», en Zeitschrift für romanische Philologie, 61, (1941), 417-537. ¡Qué lástima que todavía no se haya traducido este estudio al español!
Datos biográficos sobre el arcipreste de Talayera
Juan Sánchez, clérigo cura de la yglesia de Santa Leocadia de Talavera, vicario en la dicha villa e en todo su arciprestadgo por el honrrado e discreto varón Alfonso Martínez Toledo, bachiller en decretos, canónigo en la eglesia collegial de Santa Maria de la dicha villa e arcipreste de la dicha villa, capellán de nuestro señor el rey e capellán en la capilla del rey don Sancho en la yglesia de Toledo. 2El arcipreste era también el presidente de la cofradía de párrocos de la ciudad y, al mismo tiempo, tenía una canonjía y prebenda en la iglesia colegiata de Santa María de Talavera. El valor monetario de todo esto es bastante dudoso, puesto que los frecuentes cálculos varían bastante, pero probablemente Alfonso cobraría de su arciprestazgo unas cuarenta libras, pequeñas de Tours, anuales. No era una cantidad despreciable, pero, como diría su sucesor, Nicolás Fernández, en 1468, era insuficiente para la sustentación decente de un arcipreste {Bulario 1218b, nota 1).
Por lo tanto, Alfonso se dedicó a la búsqueda de más beneficios, y obtuvo una capellanía en la catedral toledana antes de 1431. Naturalmente tenía contrincantes porque había innumerables clérigos, con título universitario o sin él, que querían situarse en algún beneficio cómodo con la ayuda del papa o del rey o de algún protector menor. Uno de ellos, Francisco Fernández, un sacerdote toledano, escribió al papa en 1427, pidiendo que se le diese el arciprestazgo de Talavera puesto que, como dijo, Alfonso Martínez había perdido su derecho de retenerlo.
La razón de esta pérdida de derecho es interesante, y no del todo ajena al Arcipreste. Todos los críticos de esta obra han subrayado sus descripciones de mujeres: perversas, detractadoras, cobdiciosas, vanagloriosas, borrachas y mentirosas. Son caricaturas brillantes y maliciosas; y para explicar este conocimiento amplio y hasta cierto punto profundo de la mentalidad femenina, algunos críticos han pensado que Alfonso Martínez debió ser el estereotipado clérigo lascivo medieval, con una carrera espectacular de tenorio eclesiástico o, quizá, se puede decir un Juan Ruiz de verdad. Otros críticos, siguiendo una línea más apologética, han explicado la destreza de las caricaturas diciendo que Alfonso debía de pasar muchas horas como confesor.
Pero ahora este Francisco Fernández ofrece una nueva explicación: según él, ¡Alfonso se había casado!
2. Archivo Histórico Nacional, Clero, carpeta 2979, doc. 14. Es la única referencia a nues- tro autor que he encontrado entre los documentos de Santa Catalina de Talavera, Santa Úrsula, San Esteban v Santa María ia Real de Toledo.
144 Derek W. Lomax
Esto, desde luego, no es imposible. Si en 1427, Alfonso todavía no estuviese ordenado de sacerdote, no habría tomado el voto de celibato y podría casarse sin dificultad, como Abelardo, por ejemplo. Sin embargo, no es evidente en la carta de Francisco Fernández si Alfonso ya se había casado y había consumado el matrimonio; o si estaba en una de estas situaciones de palabras de presentí, palabras de futuro, etc., típicas del confuso derecho matrimonial pretridentino.
Como en realidad, Alfonso no perdió su arciprestazgo, y prosiguió su carrera eclesiástica, evidentemente no se casó, digamos, cien por cien; —pero tampoco creo que podemos desechar las cartas de Francisco como bulos— debía de haber bastante de verdad en su acusación. Por lo tanto, no creo que sea muy aventurado pensar que Alfonso dejó plantada a su novia y decidió seguir en su propia carrera; en cambio dejo para otros, si quieren, especular sobre el efecto que este incidente tendría sobre sü observación de los pecadillos femeninos, su misoginia y ¿por qué no? sus sueños de mujeres vengativas.
Abandonando a su novia, Alfonso prudentemente se marchó de Toledo a pasar una temporada fuera, en Cataluña y Valencia, donde presenció un terremoto y varios acontecimientos escandalosos. No descuidó su carrera: obtuvo del papa Martín V la promesa de un beneficio en la diócesis de Toledo e intentó precisar esto en una porción en la catedral que valía veinte libras anuales, pero 'tuvo que pleitear contra otro contrincante, Domingo González, durante muchos años y visitar la curia romana en 1431 {Bulario, docs. 828, 829, 830, 833).
En Roma, o quizás en Cataluña, Alfonso encontró un protector poderoso, el cardenal San Sixto, en cuya casa servía y en cuya mesa comía. Este cardenal era un intelectual barcelonés, Juan de Casanova, quien después de conseguir el título de maestro de teología se hizo dominico, daba clases en varias universidades de la Corona de Aragón, actuaba como mediador en el Cisma y, finalmente, reconcilió a Alfonso el Magnánimo con el papado de Roma, mereciendo así el cardenalato (1430) y el obispado de Gerona (1431).
Esta figura poderosa, autor además de varias obras de teología y eclesiología, protegió a Alfonso durante varios años; es de suponer que le enseñaría muchas cosas, y creo que vale la pena mencionarlo aquí como otro ejemplo más de la influencia catalana en nuestro autor.Desde un punto de vista pecuniario, el cardenal asistió a su protegido a conseguir varios favores del papa. La porción en la catedral de Toledo que había pertenecido a Juan de Contreras, la obtuvo Alfonso en 1430 ó 1431, pero luego tuvo que pleitear por ella contra Domingo González ante el deán de Toledo y luego en la curia romana, y la litigación seguía
Datos biográficos sobre el arcipreste de Talavera en 1433.
Del mismo modo, a mediados de 1432, obtuvo nombramiento a otra porción en la catedral, antes del difunto Alfonso López; pero tampoco pudo disfrutar pacíficamente de esta porción, que valía unas veinte libras anuales, porque la reclamó un clérigo de Cuenca, Pedro Gómez, quien después de largos pleitos casi seguramente se quedó con ella. En cambio, litigando contra un porcionario de la catedral de Segovia, Alfonso Alvarez de Turégano, sí que tuvo cierto éxito nuestro autor: su enemigo tuvo que renunciar una porción en la iglesia de Santa María de Nieva, en la diócesis de Segovia, y el papa Eugenio IV la confirió a Alfonso, el 22 de diciembre de 1432.
En cuanto a la búsqueda de beneficios, estaba casi en la cumbre de su fortuna: una lista de beneficios, redactada dos meses más tarde (28 de febrero de 1433) los resume como el arciprestazgo de Talavera, una de las cincuenta capellanías en la capilla de Reyes Viejos (de patronazgo real, así que Alfonso debía de ser favorecido ya por el rey) y la porción en la iglesia de Nieva, con un total de unas ochenta libras anuales; además de porciones y canonjías en la catedral, de las cuales no disfrutaba porque estaban en pleito. En efecto, no disfrutaría nunca de ellas. {Rularlo, docs. 828, 829, 830, 833, 840, 850, 852, 856, 859, 864).
El concilio ecuménico se había reunido en Basilea y Eugenio IV lo había condenado; la gran pelea empezaba a desarrollarse entre los conciliaristas y los defensores de la monarquía papal; y el cardenal Casanova, que al principio apoyaba al papa aunque bajo protesta, se animó en el verano de 1433, huyó de Roma y se afilió al partido del Concilio. Aunque después volvería al lado papal, debía de parecer a Alfonso Martínez en el verano de 1433 que no podía esperar nada más del papa al que su protector había abandonado. En efecto, no recibió más favores del papa, y parece probable que ahora vuelve definitivamente a España y a su arciprestazgo. Allí quedó, con unas rentas que llegaban a algo como ochenta libras.
No había hecho la carrera brillante y curialesca que quizás anhelaba en la mesa del cardenal barcelonés; no había alcanzado las pingües canonjías que ciertamente buscaba; y como muchas personas en la misma situación (pensamos en su contemporáneo, Fernán Pérez de Guzmán), volvió a sus responsabilidades locales y más inmediatas, a dirigir tribunales de primera instancia, a destacarse como erudito local y a dedicarse a la literatura. Compraba libros, como la Crónica troyana y el Llibre de les dones, escribía vidas de santos, historias y obras morales; y, finalmente, murió. La fecha de su muerte es insegura. García Rey publicó una inscripción que dijo que murió el 2 de enero de 1360 —evidentemente un error, y también un documento que le mostraba todavía vivo en 1466. Ahora, el 10. 146
Derek W. Lomax documento 1218b del Bulario es una bula del 7 de marzo de 1468, por la cual Pablo II nombró a Nicolás Fernández como arcipreste de Talavera puesto que Alfonso Martínez acababa de morir. No dice la fecha de su muerte, pero dada la frenética búsqueda de beneficios que ya hemos notado, creo que el arciprestazgo no quedaría vacante un día más de lo necesario para que la noticia de su muerte llegase a Roma. Es decir, creo que Alfonso debió morir en enero o febrero de 1468.
Al empezar esta comunicación, la describí como un informe interino; creo que todavía se podrá descubrir mucho más sobre este interesante autor, y espero seguir su pista por fondos documentales menos estériles que los conventuales que ya he mencionado. Siendo un informe interino, no se cerrará con conclusiones generales sobre Alfonso Martínez, que todavía serían prematuras. Pero sí con una pregunta: si se puede sacar de las colecciones de documentos ya impresos datos no carentes de interés sobre el arcipreste de Talavera, ¿no sería posible hacer igual para otros autores medievales de cuyas vidas y actuación sabemos todavía muy, muy poco?
DEREK W. LOMAXUniversidad de Liverpoolhttp://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/04/aih_04_2_013.pdf
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