Datos buenos o malos, lo importante es que cacen ratones

Vino y pasó del debate del estado de la nación y ha sido un visto y no visto. En la fase previa los medios han dado su toque creativo al combinar la palabra debate con otras como corrupción, constitución y hasta transición, pues las palabras agudas abundan en el idioma, y las acabadas en "ón" son un montón.
Y al debate siguieron los titulares adulatorios correspondientes a la prensa devota, un éxito, una maravilla, ha arrasado el presidente con su oratoria digna de Cicerón como poco. Porque para todos el presidente había resucitado políticamente de las cenizas de su tesorero y de su asesor electoral, ahora convertidos por obra y gracia judicial en totalmente desconocidos.
Dice un refrán que la alegría en casa del pobre dura poco, y al final va a ser la única conclusión de la que se tenga certeza, porque no ha pasado ni un día desde la parlamentaria exposición de los presuntos logros, que siempre son cosa de algunos años vista cuando en el presente parecen más bien desastres y catástrofes. Llegó Bruselas con sus previsiones y declararon anulado el debate con todos los argumentos.
Porque las previsiones que da Bruselas para los españoles no son exactamente buenas, el principal problema que es que casi un tercio de la población activa no tenga empleo, justamente ése, va a ir a peor. Y todas las demás cuentas que de esto cuelgan, como menos consumo por sobredosis de pobreza, justo lo contrario del argumento gubernamental para el debate, van por ese camino. Lo dicho, ha sido visto y no visto, en menos de 24 horas todo lo argumentado ha pasado a ser papel mojado.
Lo hemos hecho maravillosamente bien y para demostrarlo he aquí las previsiones que mañana anulará Bruselas con las suyas. Pues menuda ruina de previsiones son ésas. Las diferencias puede que hubieran sido insignificantes en la puesta en escena y, el discurso, hubiera sido el mismo si el famoso debate se hubiera realizado el miércoles siguiente a conocerse las previsiones de Bruselas, posiblemente ni siquiera se hubieran cambiado lo datos, argumentando que todos se han equivocado siempre hasta ahora y por lo tanto no es creíble lo que digan desde un sitio tan lejano y de clima tan desagradable como es Bruselas.
Pasó pues el debate y dejó la sensación de que los argumentos sólo eran válidos si se celebraba antes de conocerse las previsiones de la Comisión para España, por lo que visto lo que duran los datos optimistas vendidos como buenas noticias que resultan ser lo contrario de las previsiones reales, el debate del estado de la nación debería tener una periodicidad semanal, para que se adapte a los tan cambiantes datos.