Revista Cultura y Ocio
En el año 1971 David Bowie editó Hunky Dory (disco del que ya hablé aquí en su momento), en una época de creatividad alucinante (ayudado por las drogas que consumía a espuertas, como él siempre dijo) que iba a más en cada entrega anual. Si en The Man who sold the world avanzó del folk-rock al rock progresivo, aquí hará gala de unas cualidades compositivas casi extraterrestres y mezclando todas sus influencias, un álbum caleidoscópico, donde tenía mucho que ver la Velvet Underground, Andy Warhol y demás.
Pero hay una canción, que no sólo destaca por ser una joya en si misma, sino porque además posiblemente es la más alejada del aire del álbum. Se trata de Life on Mars?, una obra maestra, con esa maravilla de piano y esa manera de cantar, ese fabuloso viaje surrealista y escapista en el que nos sumerge el británico en este tema, poco tiene que ver con una ruptura sentimental, una de mis piezas favoritas de siempre.
En cuanto a la letra de la pieza mucho se ha dicho, pero lo que es evidente es que hay muchas frases surrealistas (Mickey Mouse se convierte en una vaca, por ejemplo) y que son inconexas y sin relación aparente entre ellas. Pero, en lo que muchas lecturas coinciden, es que el sentido del tema se atiene a una referencia velada al vacío de la sociedad actual (hablamos de 1971), con citas a John Lennon y una muestra de apoyo a los obreros de Disney, que por aquel entonces estaban en huelga.
Pero claro, Bowie siempre iba más allá, y su imagen siempre fue crucial en su carrera, y es ahí, en el vídeo de la canción donde remata la faena. Vestido con un traje azul y con un fondo blanco aposta, sus ojos también de color azul míticos ya, y su melena pelirroja de aquel momento, va cantando el tema recogido de brazos, consiguiendo que su rostro pálido como el fondo destaque sobre todo por sus labios y sus ojos pintados, mientras él no deja de mirar a la cámara mientras recita. Se trata de uno de los vídeos más sencillos y más impactantes a la vez de la historia.
Os dejo con esta maravilla, con la que suelo cerrar mis pinchadas en su honor.