David Cal, tras la entrevista. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
Toni Delgado / Banyoles
—Hola David. ¿Te puedo hacer una entrevista?Levanta la cabeza y me mira fijamente. —No –responde, muy serio, David Cal (Hío, Cangas do Morrazo, Pontevedra, 1982), el deportista español con más medallas en unos Juegos Olímpicos. Un oro y cuatro platas entre Atenas 2004 y Londres 2012.
David Cal no aguanta la risa. Es un cachondo: "¡Por supuesto que podemos hablar un rato!". Retirado en 2015, el piragüista trabaja ahora en el Servicio de Deportes de la UCAM. Acaba de intervenir en el II Seminario de Educación y Olimpismo: Deporte, Género y Educación, impulsado por el Centre d'Estudis Olímpics de la Universitat de Girona. David Cal ha sido ponente, junto a la remera Teresa Mas de Xaxars y a la patinadora artística Sonia Lafuente, en la mesa redonda Ser mujer y deportista olímpica, moderada por Olga Praderas.—"A David lo considero un extraterrestre, el mejor deportista que he conocido y posiblemente conozco", escribe de ti Saúl Craviotto en su libro 4 años para 32 segundos. La recompensa del esfuerzo. Es lo mismo que opino de Saúl. [Se ríe]. Nos conocemos hace mucho tiempo. Tiene dos años más yo y cuatro medallas olímpicas. Luchará por conseguir más en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Saúl Craviotto le pone cariño, esfuerzo y trabajo a lo que hace. —Antes, en la charla, has reconocido que te alegrarás si en Tokio Mireia Belmonte y/o el propio Saúl Craviotto superan tu marca de cinco medallas olímpicas. Nadie me arrebatará ese objetivo cumplido. ¡Nadie me quitará las medallas! Tengo buena relación con Mireia y Sául, sobre todo con él, ya que también es piragüista y hemos coincidido más. Si pudiera ayudar a Saúl Craviotto a conseguir más medallas, lo haría, aunque llegue a seis o siete. Cuando logré la quinta medalla olímpica, Joan Llaneras, que tiene cuatro, me dio la enhorabuena. Se alegró por mí. Yo haría lo mismo con Mireia Belmonte y Saúl Craviotto. —¿Competías mejor con o sin presión? La presión, al final, se la pone cada uno. Puedes decidir si te afecta o no lo que digan de ti. Intentaba que esas cosas me desconcentrasen lo mínimo posible. Me afectaba más ser consciente del trabajo acumulado y de cómo estaba involucrado mi equipo... —Los y las deportistas sois muy de visualizar la competición, pero... ¿Antes de competir en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004 visualizaste al menos una medalla?Sí. En 2004 era un desconocido que el año anterior había sido subcampeón y cuarto del mundo. Dos meses antes de los Juegos, quedé segundo y tercero de Europa... [Se ríe]. Sigues entrenándote y sabes que estás ahí, en las medallas, aunque te queda demostrarlo en el momento decisivo. El piragüismo es un deporte minoritario y yo era un poco el tapado. Era más tímido e introvertido, y no me gustaban las entrevistas. Además, la prensa empezó a decir que el triatleta Iván Raña, subcampeón del mundo como yo, podría él el primer deportista gallego en ganar el oro olímpico. Di un paso atrás. —¿Cómo lo diste? No apareciendo en prensa. —¿Rechazando entrevistas?No, tampoco es eso. Cuando me preguntaban por las opciones de medalla, siempre respondía: "Alguna tengo. Iván Raña es muy bueno". [Risas]. Iván fue mi mejor aliado y los medios se centraron en él por su trayectoria. ¡Para él todo!—¿Valoras todas las medallas olímpicas por igual o alguna es más especial? La primera, que es la que marca la diferencia. Además, fue la de oro. El recuerdo es imborrable. La última, de plata en los Juegos Olímpicos de Londres, me tocó pelearla bastante más. Nuestro planteamiento era salir en el grupo de cabeza, ir madurando la prueba y dejarnos el alma en el esprín. Después, claro, siempre hay variables. Cuando levanté la cabeza y me vi último, pensé: "Algo pasa. O todos se equivocan o lo estoy haciendo yo...". Pero me dije: "Voy bien. Seguiré a mi ritmo, que creo que es el correcto". Al final, vas por sensaciones. En esos momentos tienes que confiar en ti mismo. Si no te fías de ti, estás jodido. La gente resistía y resistía... Hasta que en los últimos 200 metros empecé a remontar posiciones, al resto le entró la fatiga y bajó el ritmo... ¡Salió bien!
David Cal, en los Juegos Olímpicos de Río. Foto: EFE.
—¿Cuándo disfrutaste más las medallas? ¿Justo después de la prueba? ¿En el podio? ¿Horas después? Cuando finalizas la competición, vives un momento muy bonito, pero complicado. En los Juegos Olímpicos tienes que ir al control de pesaje, a la entrega de medallas, hablar con los medios... En Pekín acabé tirado en el pantalán y un miembro de la organización me dijo que tenía que presentarme en la ceremonia de medallas. Le pedí cinco minutos para recuperarme. Él insistió e insistió. En la prueba de C1 1000 metros acabé fundido y en la de C1 500 me tuve que bajar del podio y vomitar. No estás disfrutando. En casa lo ves con calma. Quizás en un campeonato del mundo, menos mediático, haya más pausas y tengas más tiempo. Los Juegos Olímpicos son otra historia.
—¿Cómo los definirías? Un amigo asegura que son como el Walt Disney World del deporte. Tiene razón: convives con deportistas de todo el mundo y de casi todas las disciplinas. Bueno, en Atenas y Pekín los y las piragüistas vivíamos en hoteles porque la pista de piragüismo y remo, de unos 2 km, suele estar alejada de la Villa Olímpica. En Londres tuvimos una mini Villa Olímpica de piragüismo y remo. —Más tranquilidad. Claro. La Villa Olímpica es otro mundo. En Pekín podíamos ir a la pista andando o en bicicleta; en Atenas sólo tardábamos 10 minutos en coche. Si estás en la Villa Olímpica, puedes invertir cuatro horas diarias en viajes y tardas mucho hasta en llegar al comedor. Es tiempo que pierdes de descanso. —Estuviste en Brasil preparando los Juegos Olímpicos de Río de 2016, pero volviste a España y acabaste retirándote. Pediste perdón por no participar en la competición. ¿Volverías a hacerlo? No recuerdo haber pedido perdón. Mucha gente me animó a continuar, pero quedaban casi dos años hasta los Juegos Olímpicos y no tenía motivación suficiente para seguir. No quería sufrir. Acerté.
Teresa Mas de Xaxars, David Cal y Sonia Lafuente, durante la mesa redonda. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—¿Te costó mucho decidir que te retirabas? Sí. Cuando tomé la decisión, hablé con mi entrenador y me pidió que me tomase tiempo: "Medítalo bien y lo vamos hablando. No tomes a la ligera una decisión tan importante". "Vale, vale. Le daré alguna vuelta más", le respondí. Pero una semana después le dije que tenía claro que era el momento. Quería hablar con las personas que creía que tenían que saberlo antes de hacerlo público.
—Pero hubo una filtración y se supo antes de que lo dijeras tú... Un día me levanté con varias llamadas en el teléfono, los y las periodistas preguntaban por mí... Tuve que confirmar la noticia... —¿Supiste quién lo había filtrado? Claro. [Se ríe]. —¿Le has perdonado? Sí. —¿Era un periodista? ¿Alguien de tu entorno?No se puede saber. —¿Pero era periodista?No. Alguien se lo adelantó a un periodista de Marca. —¿Cómo te sentiste después de la rueda de prensa de tu retirada? Es un momento duro porque sabía que no volvería a competir y dejaría atrás la actividad que había hecho siempre. El acto fue en Cangas do Morrazo, justo donde había celebrado las medallas olímpicas. Durante los siguientes meses me sentí culpable, como si me estuviera escaqueando de un entrenamiento... Me levantaba por la mañana y pensaba: "Tengo que ir a entrenarme...". Por fin llegó un día en el que dejé de tener ese sentimiento. —Pasaste de tener la agenda llena a disponer de mucho tiempo. Tal cual. De saber qué iba a hacer durante todo el año a desconocer mis planes para ese día y los siguientes. Te sientes perdido. ¿Y ahora hacia dónde tiro? ¿Qué hago? Eso creo que es el mayor problema. En mi caso veía lejana la retirada y era un tema que no me gustaba tratar. —¿Era casi tabú?Tabú tampoco, pero no quieres dejar de hacer lo que te gusta. Cuando me retiré, tuve dos propuestas: en la Xunta querían que les ayudase en proyecto para acompañar a los y las deportistas que estaban al final de su carrera y/o que ya se habían retirado. Que les arropase, sobre todo, en la reinserción laboral; y en la UCAM me ofrecían trabajar en su proyecto deportivo. Me agobié de estar en Galicia, y mira que me gusta mi tierra. Me empapé tanto que me saturé. Me fui a Murcia. Acepté la oferta de la UCAM. —¿En qué sentido te empapaste?Estuve casi un año en Galicia y hacía mucho que no estaba tanto tiempo seguido en mi tierra. Llamaba a mis amistades para tomar algo, quedar... No era como cuando iba de vez en cuando. ¡Los llamaba mucho! Tenían sus trabajos, sus críos, sus responsabilidades... Me di cuenta de que estaba fuera de sitio. —¿Conoces casos de deportistas que hayan alargado demasiado su retirada? Sí, y lo hacen porque quizás porque no se ven capaces de hacer otra cosa. Yo era muy bueno en lo mío, pero no necesariamente en otras cosas. Hay valores que te llevas para la vida cotidiana, como la disciplina. Si me dicen que me tengo que levantar a las cinco de la mañana para ir a trabajar, no tendré ningún problema. Cuando entrenaba, no había disculpas. Descubres que otras cosas se te dan bien. Con la informática me defiendo.
El entrevistado. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—¿Qué consejo le darías a los y las deportistas para disfrutar más del deporte? El mismo que a los niños y niñas que están empezando: que disfruten. Parece que si no eres el o la número uno, no eres nadie importante. Ostras, si le gusta el piragüismo y se le da mal, ¿por qué no puede seguir practicándolo? Hay muchas más formas de disfrutar de este deporte que la competición.
—¿El concepto de sacrificio ha cambiado? Va en función de la persona, de la educación que haya recibido... A diferencia de cuando empecé, ahora las criaturas tienen más distracciones y practican menos deporte. Entreno a jóvenes de 18, 19 o 20 años y vienen de una etapa de consolas, ordenadores... Es un grupo de 50 estudiantes con los que remo tres veces a la semana. Además llevo dos secciones de piragüismo. En el Servicio de Deportes de la UCAM gestionamos la actividad deportiva de la universidad. —¿Coges la canoa tú solo? Me saturé mucho y necesito un tiempo de desconexión. La volveré a coger cuando note que me vuelve a apetecer. Seguro que lo haré. Además, me tengo que poner un poco en forma. —¿Ser deportista te ha ayudado a relativizar los altos y bajo vitales? Nunca me dejé llevar por la euforia cuando gané ni me derrumbé tras la derrota. Era y soy un poco más lineal, algo que te da la experiencia. Si celebras mucho un éxito, te caen más palos cuando no consigues algo similar. Cuando competía era muy crítico conmigo mismo y recuerdo que en los Juegos Olímpicos de Atenas empecé a decirle al entrenador que había hecho un parcial muy lento, que otro tramo también era mejorable. Y Suso [Morlán] me dijo: "Pero David... ¡Si eres campeón olímpico!". [Risas]. Yo insistía: "Ya, pero yo creo que éste último parcial perdí mucho...". Tienes que buscar la perfección. Un campeón que no quiere mejorar... —¿Eras un perfeccionista que tampoco le daba muchas vueltas a la cabeza? [Se ríe]. Hombre, era discreto con la prensa. —No sufrías por determinadas cosas. Creo que soy muy práctico. No me quedaba anclado en la victoria, sino que seguía buscando retos y objetivos. Si ganas un campeonato autonómico, tienes que vaciarte para repetir en el nacional, luego en el Mundial y en el Europeo hasta llegar a los Juegos Olímpicos. Sientes vacío, bienestar y felicidad. Estás muy contento de haber logrado tu objetivo, pero... ¿Y ahora qué? ¡No hay nada más allá que un oro olímpico!
Entrevistador y entrevistado. Foto: Teresa Mas de Xaxars.
—Repetirlo, ¿no? Sí, pero es diferente. Cuando me preguntaban por mi objetivo en Pekín, respondía que dos oros. Fueron dos platas y me cayeron bastantes críticas. Ostras, los oros no caen del cielo... Me dejé el alma. —¿Te arrepientes de haber sido sincero? Sí, aunque las preguntas iban siempre en la misma dirección y, tarde o temprano, se me habría escapado ese deseo en voz alta... Además, era inevitable: había quedado campeón del mundo el año anterior. No colaba que dijera que mi objetivo era ser finalista. En Pekín me tocó comerme presión y hacer bastantes entrevistas. El siguiente ciclo olímpico lo enfocamos en buscar la quinta medalla y la gente se alegro más con esa plata que con las dos de Pekín. —¿Cómo trabajabas la confianza?No teníamos psicólogos ni psicólogas. Simplemente nos guiábamos por el día a día: si los entrenamientos y el grupo funcionaban, todo perfecto. Hay momentos más duros y otros que no lo son tanto. Confiar en tu equipo es lo principal. —Hace unos días falleció tu entrenador, Suso Morlán. ¿Qué legado te ha dejado? Lo conozco desde que tenía 15 años. En esa etapa éramos pobres deportivamente y fuimos creciendo uno con el otro. Convivimos 17 años, hasta que me retiré con 32. Había etapas en las que pasaba más tiempo con él que con mi familia. Suso siempre utilizaba refranes que pueden parecen típicos, pero que para nosotros eran muy simbólicos: "La pereza es la madre de la pobreza"... "Para presumir hay que sufrir". Cuando estás en un momento bajo. [Cambia la voz]. "Para sufrir...". "La pereza...". Eran palabras de ánimo. Mensajes rápidos y directos. Cuando estabas de bajón: "La pereza, la pereza...". Nuestra estrategia de carrera siempre era la misma. —¿Cuál?Salía a calentar por la mañana, en el agua o fuera, dos horas antes de la competición. 15 o 30 minutos antes, pasábamos el control de embarcaciones, metíamos la canoa en el agua... Suso me tocaba la cabeza y me decía: "Ven pronto". Ésa era la estrategia. "Cuanto antes vengas, mejor, David". Era así de sencilla.